Mis ojos se sienten pesados, al intentar abrirlos, a pesar de la poca iluminación del lugar, mi cabeza protesta ante un dolor agudo e insoportable. Suelto un pequeño quejido y me acurruco un poco más en el suelo, tomo la manta con más fuerza para arroparme, ya que no puedo dejar de temblar del frío.
Escucho con claridad como mi mami está gritando desde el otro lado de la puerta, eso es normal, las veces que he intentado ayudar a mi mami, nunca logro comprender lo que está haciendo como para soltar aquellos gritos. Cierro los ojos con fuerza dejando que las lágrimas acumuladas sean libres y mojen mi rostro, intento pensar, como siempre, en algo más divertido que pensar en lo que puede estar pasando.
Extraño a mi papá.
Al principio me daba igual no estar con él, ya que no hizo nada para que me quedara con él. Pero lo extraño, quiero que venga a buscarme y logre sacarme de aquí, me siento solo, casi nunca como, y tengo mucho miedo de esos hombres que trae mamá a la casa.
La puerta se abre de golpe, y trato de no moverme para no llamar su atención, es el mismo señor del otro día. Veo como su mirada recorre toda la habitación hasta llegar a mí, se acerca y comienzo a llorar con más fuerza.
── ¡No! ──Grito cuando me toma con fuerza el brazo derecho── ¡Mami, por favor! ¡Me duele ¡Me hace daño!
── ¡Cállate! ──Escupe el hombre, sujetando mi brazo con aun más fuerza.
Al salir de la habitación, veo a mi mamá con un cigarrillo en sus labios y me mira como si no le importase.
Normalmente esto no ocurre, mi mamá siempre se encargaba de que nadie pudiera tocarme o hacerme daño, no sé porque hoy es diferente, no sé por qué no se mueve o intenta defenderme. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que estoy aquí con ella, pero hoy es la primera vez que siento algo diferente, siento algo amargo al verla y la quiero lejos de mí. No quiero volver a verla o que simplemente esté cerca de mí, esa mujer delante de mí, no es mi madre, una madre defiende a su hijo a pesar de todo ella no lo hace.
Al parecer, lo único que ese hombre quería de mí, era intimidar a mi mamá amenazando que iba a cortarme con la botella rota que tenía en su mano. Yo sólo podía seguir llorando a pesar de que intentaba mantenerme fuerte, quería que me diera igual lo que me pasara, sin embargo, no podía lograrlo, seguía siendo un llorón de primera.
Cuando comencé a perder la esperanza de que mi padre en cualquier momento vendría a buscarme, cuando comencé a pensar que así sería mi vida para siempre, unas sirenas de policía se escucharon. Todos en la sala nos quedamos en completo silencio, no era la primera vez que esas sirenas sonaban, habían sonado unas cuantas, con anterioridad, pero esta era la primera vez que el sonido no disminuyó, en cambio, sonó con más claridad dejando a entender que estaban claramente fuera del edificio.
── ¡Hija de puta! ──Gritó el hombre que me tenía del brazo── ¡Llamaste a la policía!
Al no obtener una respuesta de mi madre, que lo veía con falta de emoción, el hombre, con la botella, hizo un corte profundo en mi brazo izquierdo ocasionando que yo suelte un grito de dolor que no pude retener. Me deja caer al suelo y lo veo correr a algún lugar de la casa, mi madre me mira de reojo mientras sigue con su cigarrillo, no se molesta en ayudarme o ver mi herida.
Su mirada parece perdida.
Veo como en el suelo se esparce un charco de sangre, asustándome aun más.
La policía entra justo en el momento en el que el hombre estaba sacando una especie de arma, lograron detenerlo, y entre todas esas personas, logro reconocer a mi padre, quien se acerca a mi sin dudarlo y suelta palabrotas al ver mi brazo. Suelto un quejido cuando él me carga hasta lo que parece ser una camilla, dejó mi cabeza caer a un lado, donde veo el momento exacto donde un oficial está poniendo unas esposas a mi madre, a la que parece todo darle igual.
Veo a mi padre quien me toma de la mano y sonrío por primera vez en semanas, es tanta la diferencia de emociones que siento, que hasta mis mejillas duelen un poco ante aquel gesto, no recordaba la última vez que había sonreído como lo estaba haciendo ahora.
Poco recuerdo de lo que sucedió después, la ambulancia me pareció confusa, al igual que mi llegada al hospital. No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, había perdido la cuenta de cuántas veces el sol había salido de aquel horizonte que podía ver por mi ventana. Papá hizo lo posible para que yo me sintiera cómodo, hasta que un día dijo:
── Derek, alguien ha venido a verte, ¿Quieres saber quién es?
Yo asentí como cualquier niño, emocionado pensando que podría ser algún tipo de súper héroe como en los cómics.
En lugar de eso, un niño muy curioso entró lleno de ánimo, su madre venía detrás y me ofrecía una sonrisa llena de cariño, aquella era la sonrisa que yo esperaba de mi madre.
El niño se acercó a mí y depositó una caja envuelta con papel de regalo y un moño.
── ¡Hola, Derek! ──Su entusiasmo era tal, que sonreí sin poderlo evitar── Soy Mars, tu nuevo vecino. Mamá me dijo que hoy regresas a casa y que necesitas muchos amigos. Yo quiero ser el mejor de todos, estoy a la altura para el puesto.
Suelto una risita, veo de reojo como papá y la mamá de Mars salen para dejarnos solos.
Creí que hablar con Mars, me haría sentir incómodo o que no podría hacerlo, pero lo logré, y fue más sencillo de lo que pensé. Hablamos de todo, me puso al día de los mejores videojuegos que existen, me mencionó algunos animes que estaba viendo y que eran geniales. Me di cuenta con rapidez lo ingenuo que era, podía ver con claridad que a Mars no podía entender las cosas malas que simplemente pasaban, y a las personas que menos se lo merecían.
También pude notar, que es muy enamoradizo, él tenía mi misma edad, y aun así estaba enamorado de una niña que sólo lo usaba para robarle los colores en el recreo.
Era todo lo contrario a mí, yo no creía en sus creencias y él no compartía mis pensamientos, aun así, nos llevamos bien. Reímos y jugamos el resto del día, y cuando menos lo esperé, su madre había vuelto para llevárselo a casa.
Editado: 04.01.2025