CAPÍTULO 10
No era que la propuesta fuera mala. No era poco ética, ni inmoral, ni inhumana. Quizá la solución había llegado algo tarde, aun así, el plan de Richie para conseguir que Estibaliz se quedara en la empresa jamás había considerado algo que ella considerada incorrecto..
Aunque, quizá, Estibaliz hubiera preferido hacer muchas cosas peores antes de proponer lo que le propuso a Biel.
-¿Trabajar conmigo, después de su jornada? – volvió a decir Biel como por cuarta vez.
-Sí, jefe, eso mismo. Creo que podemos llegar a tener una relación cordial.
-¿Y cómo va a trabajar después de su jornada, si ni siquiera trabaja EN su jornada?
-Ya verá, jefe- respondió Estibaliz con una sonrisa-. Voy a sorprenderlo, como lo he hecho hasta ahora.
-No, por favor no.
-Sé que está saturado de trabajo- dijo Estibaliz, ignorando el rostro de Biel que asemejaba al de un hombre en el potro de tortura-. Pero, también sé que necesita entregar un catálogo de irregularidades de productos con especificaciones y notas al pie de página, y que no puede pedirle a nadie que lo ayude puesto que no se le autorizó un presupuesto adicional.
-¿Y cómo sabe todo eso?
La sonrisa de Estibaliz se cayó de inmediato hasta formar una línea recta. “Así que…”pensó “a esto se refería Richie con manejar la información discretamente”.
-Lo escuché hablando por teléfono- contestó de pronto.
-¿Me escuchó…? ¿una conversación privada?
-Habla un poco fuerte, jefe.
Biel miró el vidrio que lo separaba de Estibaliz.
-Necesitan poner una pared ahí.
-Jefe, mire, es un trato que nos conviene a ambos.
-No, Estibaliz, es un trato que le conviene solo a usted- Biel alzó la mano delgada, y juntó los dedos, como formando una cuchilla dirigida a ella-. A usted le conviene que le regrese su trabajo, que la deje estar aquí de nuevo, para gastarse las horas mirando por encima del escritorio mientras a mí se me apila el trabajo que USTED no me ayuda a realizar.
-Pero, pero, jefe…- Estibaliz rodeó el escritorio mientras Biel se daba la vuelta en la silla-. A usted también le conviene. Se ve cansado y demacrado ¿Hace cuánto no duerme bien?
-Esta semana he dormido mejor ¿qué quiere decir?- respondió Biel.
-Ah- contestó Estibaliz, titubeando-. Bueno, es que cuando le da la luz por este lado…
Biel se apoyó en la silla. No hacía esfuerzo alguno por disfrazar el desprecio que la propuesta de Estibaliz le generaba.
-Estibaliz, no empeore las cosas, por favor- dijo con tono cansino-. Es joven, tiene capacidades. Busque un buen empleo y déjeme en paz. Aquí no cabe. Por favor.
Biel se dio la media vuelta, y encendió su computadora. Tecleaba palabras mal enlazadas, esperando que la presencia de Estibaliz a sus espaldas no durara demasiado. Por fin, sintió que se alejaba de él, y con ella se llevaba un breve episodio de su vida.
-Jefe- dijo Estibaliz en el marco de la puerta-. No merezco una segunda oportunidad. La pido porque la necesito, y usted tiene derecho a negármela, pero ¿qué tal si esta vez las cosas funcionan? ¿no le da curiosidad tener un poco de fe?
Una vez más, la sola mención de una oportunidad, de un salto a la esperanza, provocaba en Biel una reacción física palpable. Había dejado de escribir. Su mente era un objeto flotante que se sostenía de la realidad con un filamento delgado. No podía parar el aluvión de memorias, ni las posibilidades equidistantes que aparecían en su mente si él, también, hubiera pedido una segunda oportunidad cuando la necesitaba.
Ahora, había una cosa que admiraba de Estibaliz.
-Por favor, jefe.
Biel giró la silla con lentitud, con el rostro menos tenso.
-Estibaliz…
-Si en el pasado no la dio, este es su momento- dijo Estibaliz, con rostro suplicante-. Esta puede ser su segunda oportunidad de ser un hombre de segundas oportunidades.
Biel no podía hablar. Estibaliz no lo conocía, pero sus palabras sí. Desvió la mirada y se hundió en sí mismo, en el espacio oscuro donde no había luz ni sonido. Se sentía seguro en aquel lugar; pero aquel día se sentía, también, como nostálgico en domingo, añorando cualquier cosa menos esa oscuridad.
-No puedo pagarle las horas extras- dijo, al fin-. Cualquier esfuerzo adicional que haga, que será mucho, será sin remuneración. Y dependiendo de su labor, tanto de asistente como fuera de su jornada, es como decidiré si despedirla o no.
Con cada una de sus palabras, la boca de Estibaliz se abría más y más en una sonrisa. Se sentía una mujer nueva. Quiso salir corriendo a abrazar a Dylan.
En ese preciso momento, Dylan salía de su oficina. Había escuchado el intercambio de voces salido de la oficina de Biel. No podía distinguir las palabras, pero reconocía la voz grave de Biel, y el tono agudo de Estibaliz. Era imposible que no distinguiera su voz, y si no la encontraba, la buscaba, aunque fuera en su memoria.
Entre las persianas, podía ver la silueta de Biel, sentado en su silla, y Estibaliz, de pie, dando un par de brincos. Sonrió, preguntándose a qué se debería tanta euforia. Estuvo a punto de entrar a la oficina, pero, en eso, vio que Estibaliz se inclinaba hacia Biel, y le daba un abrazo fuerte y largo.
Demasiado fuerte, y demasiado largo.
No había nada que reclamar, más que a sí mismo, y la velocidad con la que había construido una fantasía alrededor de Estibaliz. Se dio la media vuelta, y salió del pasillo.
Biel tomó a Estibaliz de los hombros, y suavemente, pero con firmeza, la separó de él.
-Por favor, Estibaliz, no me parece apropiado- dijo, haciendo una pared con sus dedos largos y delgados.