Afueras de las ruinas de Yharfeim, Región de Allberdam
La criatura se retorcía en suelo de forma agonizante, presa de un terrible dolor causado por la enorme lanza de acero que tenía clavada en su cuerpo, atravesándole el pecho de un extremo al otro. Los gritos amenazantes que aquella cosa había hecho hace tan sólo unos momentos se habían convertido en unos gruñidos ahogados y guturales que apenas se lograban escuchar, acompañados de movimientos espásticos y bastante erráticos que hacía de vez en cuando en un esfuerzo desesperado por liberarse, ignorante en su totalidad de que aquella acción sólo agravaba todavía más su deplorable situación, haciendo que varias gotas de sangre de un tono oscuro saltaran de un lado a otro por su forcejeo, manchando y empapando la empuñadura del arma.
A su lado se encontraba una joven de mediana edad que portaba una armadura ligera y algo brillante bajo la débil luz de la luna quien permanecía quieta ahí mismo en donde estaba, limitándose sólo a contemplar a aquella escena en silencio, centrando toda su atención en la criatura moribunda que se retorcía frente a ella y en los movimientos que ésta hacía de forma errática los cuales, a pesar de ser cada vez más débiles y toscos, no se detenían en absoluto.
La chica se encontraba absorta en aquella bizarra imagen, como si la lucha constante de aquel ser violento y sanguinario por liberarse de aquel impedimento la fascinara de una extravagante manera, dejándola absorta en ese espectáculo delirante y haciendo que su cabeza diera muchas vueltas mientras se preguntaba una y otra vez qué era lo que impulsaba tal comportamiento. Dicha intriga inusual que brotaba de su interior hizo que, sin que se diera cuenta, se acercara un par de pasos hacia adelante para poder observar mejor todo lo que ocurría frente a sus ojos.
De pronto, la criatura logró ponerse de rodillas luego de realizar una maniobra casi imposible y de inmediato se abalanzó hacia la joven apenas estuvo al alcance de sus garras, exhalando un fuerte grito iracundo y hambriento mientras daba un zarpazo veloz en el aire en un intento de alcanzar el rostro sorprendido de la chica que había logrado reaccionar a tiempo para echarse hacia atrás y tratar de evitar la repentina arremetida de aquel Afligido que ella creía se hallaba ya incapacitado.
Una lanza de aspecto mucho más pesado que la suya apareció frente a ella por sorpresa, yendo a gran velocidad hacia la cabeza del atacante empalado, atravesando su cráneo con un poderoso golpe que hundió su rostro deforme hacia el interior, produciendo un sonido mojado y quebradizo que cesó todo movimiento de inmediato, dejando a la vista varias líneas de sangre que escurrían desde la nueva abertura, acompañadas de pequeños trozos de carne y hueso desperdigados.
Se trataba de Korben, el encargado de su grupo y la persona que la había entrenado a ella y a sus demás compañeros para poder desenvolverse de forma eficiente en combate.
Era un hombre de gran estatura y complexión fuerte de ya varios años. Llevaba encima una armadura parecida a la de ella, pero de un aspecto más pesado y de tono mucho más oscuro debido a la sangre que se había impregnado a lo largo de los años tras combatir en incontables ocasiones en contra de las criaturas y aberraciones creadas por la Plaga de Sangre.
La joven lo miró por unos segundos apenada, bajando un poco su cabeza y ofreciéndole una disculpa bastante sincera, ocultando su rostro que se había puesto algo rojo por la vergüenza.
Liria lo miró un tanto desconcertada, dejando que una expresión de duda se apoderase de ella junto con un ligero temblor que le recorrió la parte baja de su espalda y le subió hasta la nuca.
Korben la miró por unos segundos y se apresuró a sacar ambas lanzas del cuerpo inerte del Afligido que ahora yacía inmóvil en el suelo bajo un enorme charco carmesí, blandiéndolas en un fuerte abanico en el aire para limpiar un poco la sangre que se había quedado impregnadas en ellas, en especial en el arma de la joven.
La joven dudó por un breve instante, pero rápidamente alejó las dudas que asolaban su mente y se apresuró a tomar su arma, le dio las gracias a su maestro y emprendió la marcha para encontrar a sus demás compañeros cuanto antes, vigilando cada rincón por si algo decidía salir arrastrándose de entre los restos viejos y olvidados que yacían en silencio a su alrededor, los únicos vestigios que quedaban de aquel pueblo sin nombre cercano a la vieja y olvidada ciudad de Yharfeim.