Ruinas desconocidas, Región de Bratellmar
La luz de las antorchas ardía de forma fuerte y constante, haciendo danzar varias chispas diminutas entre las sombras que asolaban aquel pasillo desierto de piedra fría, haciendo un pequeño hueco luminoso que avanzaba entre la oscuridad que pululaba y acechaba en cada rincón a la vista.
Un silencio sepulcral reinaba por todo el lugar, ahogando los ecos de un pasado que antaño había brillado con gran esplendor, siendo ahora no más que meros fragmentos de una época ya olvidada por la mayoría y enterrada bajo el descomunal e inescapable paso del tiempo.
Lo único que rompía la quietud solemne del ambiente eran los pasos de dos figuras que avanzaban a través de ese viejo templo en ruinas, un hombre algo avanzado de edad y una mujer joven, cuyas pisadas resonaban de forma tenue en el aire. Ambos se detenían de vez en cuando para contemplar alguna marca o símbolo que les pudiera ayudar a desentrañar los misterios y la verdadera naturaleza de ese sitio abandonado hace ya siglos, cuyo único propósito ahora era ser un vago reflejo de lo que alguna vez fue un pobre y desdichado vestigio de una gloria antigua ahora muerta y sepultada.
La chica avanzó con prisa un par de pasos frente a él y luego se dio la vuelta, alzando la cabeza para mirarlo directo a los ojos y que el sujeto pudiera ver su cara de descontento en ese momento.
Mirian se lo quedó mirando por unos segundos, aceptando casi a regañadientes la insistencia de Terim después de un rato. Si bien su último viaje juntos había sido un completo desastre y una pérdida de dinero, debía de darle crédito al entusiasmo sin igual que ese hombre mostraba en todo momento, sobre todo frente a ella, lo cual era una de sus grandes cualidades. Además, ya se encontraba ahí, así que no había caso de seguir siendo pesimista y más le valía concentrarse en hallar algo que valiera la pena la travesía.
Ambos llevaban varios años trabajando juntos. Había conocido a Terim en el Colegio de Marlethia y desde ese entonces se volvieron compañeros casi inseparables, por lo que siempre salían de viaje juntos a explorar ruinas o sitios de importancia histórica para el continente, aunque también solían tener una o dos expediciones en solitario de vez en cuando, puesto que Terim tenía una esposa y una hija pequeña de la que hacerse cargo, así que no podía permitirse el lujo de andar de un lugar a otro en todo momento a diferencia de ella.
Después de tanto tiempo en compañía del otro, de algunas invitaciones a cenar por parte de Jean, su esposa y de jugar con la pequeña Sophie, le había ido tomado cariño a aquel hombre sin darse cuenta, por lo que siempre terminaba resignándose y aceptando ayudarlo con sus exploraciones e investigaciones, cosa que tampoco es que le molestara mucho, ya que en el fondo ella disfrutaba de recorrer diferentes partes de Verlomare en busca de las historias perdidas de antaño.
Además, y por más que no quisiera admitirlo, Terim y Jean eran la familia con la que nunca había podido contar, puesto que sus propios padres la habían abandonado a su suerte a muy temprana edad cuando su familia original se había quedado en la pobreza luego de que su padre y su madre derrocharan todo el dinero que tenían, y el que no tenían, en apuestas y tabernas de mala muerte.
Sacudió la cabeza para alejar de su mente esos recuerdos indeseables del pasado y centrarse en la situación actual. Alzó su antorcha en alto y alentó a Terim a reanudar el paso por ese sitio misterioso.
Después de un rato de descender algunos metros bajo tierra y de andar a través de pasillos derruidos, bajar por escaleras en mal estado e investigar salas repletas de telarañas y polvo, ambos se detuvieron ante algo que detuvo su travesía y que llamó enormemente su atención. Frente a ellos se alzaba una gran puerta de piedra labrada de un color oscuro, repleta de extraños símbolos rojos que emulaban algún tipo de lenguaje antiguo que ninguno de ellos había visto antes ninguna de sus aventuras o estudios.
Aquella vista, aunque magnifica e increíble, les causaba cierta inquietud y curiosidad, pues lo que estaban viendo no encajaba para nada con el aspecto del resto las ruinas. “Es como un lobo en medio de un rebaño de ovejas”, había dicho Terim, dando alguno toques en la superficie de la puerta en búsqueda de algún mecanismo que pudiera ayudarle a abrirla al mismo tiempo que intentaba hallarle algo de sentido a esas raras inscripciones.