Antología juvenil

Capítulo 5 Cosquilleo en la mano

 

Iskander

 

Llegué al hipódromo antes de la hora de la carrera. No tardé mucho en encontrarla, ese cabello rosado, uno la identificada a metros. Me senté en las gradas, dejé el casco a un lado, más que para evitar algún golpe, era para sacarle un brillo a esos ojos tristes.

Calentaba con un grupo de amigas, sonó mi celular. Era mi padre. Lo he estado evadiendo porque Ezra ha pasado a mi lado todo el tiempo y si me enojaba no quería que lo viera. Puse la opción grabar y contesté.

—¡Hasta que tomas la llamada!

—Estaba ocupado.

—Dile a tu madre que desista del divorcio.

—Son temas de adultos, eso es lo que me has dicho siempre. Además, si la hubieras tratado con respeto, ella estaría a tu lado.

—Iskander, no me retes. Y deja esa altivez que tienes.

—Ahora quieres desistir, porque comprendiste que en seis meses yo tendré el setenta por ciento de las acciones de la compañía y tú el treinta. Sobre ese treinta lo debes compartir con mi madre y como mamá siempre fue precavida y cada vez que lanzaba una nueva tienda de modas, lo dejaba a uno de sus hijos. En vida ha estado dando su herencia. Y no tiene nada a su nombre. Solo sus tres hijos… —El corazón me palpitó al recordar la muerte de mi hermana—. De los dos. Ella legalmente no le queda nada para quitarle.

—Muchas cosas pueden pasar.

—Eso se escuchó a amenaza padre. Si me llamaste para desistir. Conmigo no lo lograrás. Desde que te acostabas con las empleadas, dejaste de ser un hombre admirable y deseo que mi madre se separe de ti.

—Escúchame muy bien. No me conoces y lo que puedo hacer para salirme con la mía. Serkan Demir siempre obtiene lo que quiere.  

—Enfréntate a mi madre a un juzgado. Hoy no te fue nada bien. Espero en la que tienen en un mes, se salga a favor el veredicto. Estoy ocupado padre —tenía mucha rabia.

—Parce, ¿sabías que hace una semana llegó Emily, la nieta de los Zuluaga? ¡Ea Ave María! Llegó mejor que el pan —habló un castaño.

Llamó mi atención la conversación de los dos jóvenes. Uno era castaño y el otro cabello negro.

» ¿Sigues molesto por lo del año pasado?

—Esa gringa se cree la última coca cola del desierto.   

—Sigues ardido, No todas te dirán que si o te prestaran atención.

—Pero le tengo preparado una sorpresita.

—Pilas viejo, no te metas en problemas. Aprende que no todas te buscarán. —Se quedaron callados, al rato el mismo chico cabello castaño volvió a hablar—. ¿Eres capaz de hacerle daño?

—Daño no, como se te ocurre. Pero si pasará su susto para que no sea tan alzada —El de pelo negro miró hacia atrás y se cruzó con mi mirada. Luego se fueron.

Las gradas se llenaron, la competencia inició. Ella miró a las gradas, luego se concentró en su competencia. Ambas chicas lo hicieron muy bien y tanto fue la emoción de la gente que las alentaban desde las gradas y se llevaron el primer puesto.

Me dirigí a buscarla para felicitarla e invitarla a cine. A nuestra segunda salida. Al llegar los dos chicos que estaban hablando con ella la invitaban junto a su amiga a una fiesta.

—Lo siento, pero no puedo —dijo.

—¿Te pondrás de remilgona?

—¡No idiota!, mi madre murió hace quince días. —Los chicos se quedaron callados.

—Hola, peli rosada.

Sonrió al verme y negó al percatarse que tenía el casco en la mano. Su amiga alzó una ceja al mirarme, me presenté.

» Mucho gusto, me llamo Iskander Demir —extendió la mano a los jóvenes—. Por cierto. No le hagas nada a mi amiga, hace un rato hablaste de Emily. Ten cuidado. —El joven se puso rojo.

—Lamento lo de tu madre —dijo y se fueron. La peli rosada arrugó su frente.

—¡Ay, con su permiso! Yo los voy dejando, nos estamos hablando y vos divertirte un poco, no me refiero a ir a fiestas. Me encantó conocerte. Nos estamos hablando.

Una vez solos la vi suspirar.

—¿Qué dijo ese idiota?

—Quiere hacerte algo. Felicidades, patinas muy bien.

—Gracias —sonrió.

—¿Vas a cambiarte aquí o te llevo a tu casa?  

—Cambiarme, ¿para?

—Tenemos nuestra segunda salida, la del cine, el segundo pago de cuentas.

—Nada más por eso salgo.

—Tengo dos cicatrices que me recordarán por el resto de mi vida que la furia rosada arrasó conmigo.

—¿Siempre eres así Iskander?

—No, pero me agrada hacerlo contigo. Vamos… no tengo idea hacia donde ir.

La seguí, ella ingresó a los baños y me quedé afuera, sentado a un lado en unas bancas escondido. Y creo que eso fue lo mejor, porque me di cuenta de que el joven que hace un momento, el de pelo negro que estaba hablando con hacerle algo, estaba merodeando.



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En el texto hay: amor romance amigos

Editado: 12.06.2022

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