Antología juvenil

Capítulo 8 Te quiero, aunque no te lo diga.

Iskander

 

 

Llegamos a Guarne. La finca de los Zuluaga quedaba a veinte minutos del pueblo. Todo era montañas; como todo en Antioquia. Era una finca típica de esta región. Con una arquitectura conocida como fincas cafeteras. Se veía muy hogareña y de colores vivos, con helechos en los balcones, ventanas de madera y barrotes.

Ella se bajó del auto de sus abuelos, parecía estar hablando por celular. Mi abuela y hermanita también se bajaron y les ayudé con las maletas. No logro comprender como la abuela traía una maleta gigante para pasar máximo tres semanas. Con razón el abuelo la regañaba.

La situación con mi padre sigue igual de tirante, se ha calmado porque mi madre aceptó el posponer hasta que sea un profesional la entrega de la herencia y las compañías seguirían por unos siete años más. A pesar de lo ocurrido he notado a mamá preocupada, se ve demacrada. En un mes nos volveremos a ver. Ahora estaba con el abuelo arreglando el viaje para buscar una casa en Turquía.

—Los arreglos la dejaron muy bonita, Leonor, los colores le dan ese toque de casa pintoresca ¡Quedo hermosa! —dijo la abuela al ingresar y ver la decoración rudimentaria sin dejar de ser elegante.

—Sí, la dejaron como lo deseábamos.

—Es muy bonita —comenté. Emily tomó mi mano.

—Déjame y te muestro lo que es bonito.

Me sacó de la casa, me llevó a una colina. En la parte baja de ella había una quebrada, a lo lejos todo era verde, cuando miré a mi lado y el viento jugó con su cabello largo; ese tono rosado, el cual contrastaba de manera muy bonita con y el fondo —Espero no se haya dado cuenta, pero siempre le he tomado fotos, tengo una galería que dice «Mi Peli Rosada»—. El verde de la naturaleza, era un bello fondo y con mi celular capturé su belleza. Al mirarme sus ojos azul claro le dieron ese toque de diosa. Era hermosa.

» Te dije que la vista era hermosa, ¿me tomaste una foto?

—No te discutiré lo bello de la vista. —Porque eres la niña más linda que he visto. Callé mi cumplido.  Acuné su rostro y la besé—. Y sí, confieso que tengo varias. ¿Te he dicho que me gusta mucho el tono de tu cabello?

—Todos los días me lo has dicho.

—Si tuviera el derecho, te pediría que jamás te lo quitaras.

Rodeó mi cintura con sus delgados brazos, besó mi pecho en el lado del corazón. Un corrientazo agitó ese órgano vital. No puedo darle riendas a este sentimiento. Somos jóvenes y nuestras vidas estarán separadas por kilómetros y un océano en medio. Mi madre tenía razón en lo que me dijo y lo mejor era no decirle nada. «No, que no se dice no hiere». —La abracé con fuerza—. Si eres muy importante Peli Rosada.

    

 

 

Emily

 

Tenía tantas ganas de decirle que era más que importante, que ese «Mi no es nada», en realidad se había convertido en mi todo. Que solo debía decirlo y lo esperaré. Sin embargo, esta mañana mis abuelos me dijeron que éramos muy joven. Que la ilusión del primer amor era lo más bello. No obstante, era el más frágil de los sentimientos. Solo el pasar del tiempo, con edificaciones surgidas por los fracasos y al levantarnos, era el camino para fortalecer y madurar los sentimientos. —Eso me habían dicho, deberé analizar sus palabras.

Me dijeron que muchas veces ese amor se olvida y en otras se avivan. Nada más el tiempo sería el juez. Por eso me quedé callada. Me limité a abrazarlo con fuerza y si existe la telepatía que él sepa en su alma cuán valioso era. Volvimos a besarnos, era como estar sellando las palabras no pronunciadas.

De regreso a la casa lo hicimos en silencio. Los días en la finca eran los últimos, antes de su partida. Con Iskander era cierto que no sentía ese dolor desgarrador por la muerte de mi madre. El abuelo me dijo en el auto cuando veníamos que, en la vida, cuando Dios nos demuestra cuanto hemos sido amados, nos envía a personas que pueden suavizar una gran pena. Y la presencia de este chico el cual me lleva de la mano había sido esa. Minimizar los estragos de la muerte de mi madre —apreté su mano para decirle en silencio «Te quiero».

 

Los días pasaron y entre más se acercaba su viaje de regreso, más nos uníamos. La vida en el campo era revitalizar energía, las caminatas en familia, con su hermanita; la cual nos acompañó una vez porque, según ella, nosotros caminamos para desinflarla. En últimas a Iskander le tocó cargarla en caballito. Nosotros si paseábamos todos los días. El bañarnos en la quebrada se convirtió en nuestro pasatiempo favorito cuando no llovía en las tardes. Al disfrutar de la quebrada si nos acompañaba Azra.

En dicho lugar hicimos sancocho, asados o simplemente tomábamos el sol; cuando se dignaba a resplandecer. En las noches eran largas risotadas jugando a las: cartas, parques, dominó, damas o el stop. Con el último juego sí que nos reíamos hasta que el estómago nos doliera a causa de los animales inventados por Azra. A Animal Planet o National Geographic le habría encantado conocerlos.

Nos habíamos desconectado del mundo, de lo que nos hacía daño. Pasar largas horas sentados en las escaleras, arropados con una cobija cuando llovía se había convertido en un pasatiempo silencioso y mutuo. Ver llover me recordaba a la tarde que nos besamos por primera vez. Y hoy no pudimos pasear por el fuerte aguacero que caía.



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En el texto hay: amor romance amigos

Editado: 12.06.2022

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