Antología juvenil

Capítulo 9 Adiós...

Iskander

 

En el carro de los abuelos Emily iba mi abuela y mi hermanita, ellos salieron antes que nosotros. Nos fuimos en taxi, para poder besarnos si lo deseábamos, íbamos camino a Río Negro, donde está el aeropuerto. No ha dicho nada, después de todo, no hay nada que decir, solo sentir esa molestia en la garganta de querer decir lo que no se va a cumplir.    

La tengo abrazada y no me canso de darle besos en su cabello, siempre le huele muy bien. Mientras el auto subía montañas, pasé una a una las fotos que teníamos de los dos juntos. Me las ha pedido, y no se las he dado. Así que a la última semana también sacó fotografías de ambos. La carpeta, con su apodo «Peli Rosada», la tengo guardada en mi portátil.

—¿Crees que nos volvamos a ver en algún momento?

—Te mentiría si te dijera que no lo estoy anhelando. Y si llega a pasar, tenemos un preacuerdo. Nada más espero no recibir golpes. —Se echó a reír y se aferró más a mí.

—Gracias por ayudarme a asimilar la muerte de mi madre.

—Emy…

—Tranquilo, no diré nada, sé que tú no quieres oírlo. De todas maneras, mil gracias por mostrarme a alguien que solamente las personas importantes para ti han visto.

No había sido capaz de entregarle la pulsera que le había comprado. Si nos volvemos a ver o no, estos dos meses serán imborrables en mi memoria, la Peli Rosada se instaló en mis recuerdos como uno de los más bellos y también me ayudó mucho. Anoche le hice una carta, donde guardé la pulsera… vamos a ver si se la entrego antes de subir al avión.

—Prométeme que te cuidarás, seguirás patinando y...

—¿Y? —me miró. Acaricié su cabello—. ¿Quieres que conserve el color?

—Es tu cabello, pero me gusta mucho. No me prestes atención. —Le di un beso en su nariz, ella se recostó de nuevo en mi pecho. A los minutos encendí el celular y delante de ella busqué su contacto.

—Iskander, no…

—Es lo mejor —Se alejó, sus ojos estaban llenos de lágrimas—. Viste que es lo mejor —eliminé su contacto. Le tembló el labio—. Emy borra el mío.

—Borras las fotografías también

—Hoy no, supongo que en su momento lo haré. Además, nunca olvidaré el día de tu cumpleaños. Otra casualidad más que cumplamos el mismo día. Borra mi contacto.

—¿Qué te asegura que no lo tengo escrito en otro lado?   

—No quiero que luego tu imagen de mí, cambie. Si por algún motivo me llamas y estoy con otras personas, te causaría dolor. Si no lo sabes, nunca te lastimaré. Sé que pienso diferente… suelo hacer daño, pero a ti no deseo.

—Tranquilo —tomó su celular y me eliminó.

No volvimos a hablar. Me abrazó, luego nos besamos, un beso largo y nostálgico, era nuestra despedida.

 

 

 

Emily

 

No era nada fácil querer decirle más cosas y ser muy realista en que no hay para dónde continuar. Él se va por años a Turquía y decidir tener una relación a distancia a nuestra edad, sería absurdo. Nunca imaginé que mi primer beso lo tendría con alguien que nunca me ofrecería una relación, sin embargo, me entregó sinceridad —algo que mi madre valoraba como un tesoro.

Jamás lo vi, ni sentí como un ser de paso en mi vida. Iskander siempre hará parte de mis bonitos recuerdos. Gracias a su compañía y esos deseos por hacerme sentir bien me ayudó ante la perdida de mi madre. Jamás lo olvidaré.

Llegamos al aeropuerto, pagó la carrera. Las maletas iban en el auto de mi abuelo. Nos tomamos de la mano y a medida que nos dirigíamos al interior más dolía. Deseaba que fuera diferente. Que él se quedara en Atlanta para poder intentar el tener una relación. En la cena de anoche en la casa de mis abuelos, le di una carta a Azra con una manilla de cuero negro y plata muy varonil para que se la entregara cuando estuviera en el avión —así no podrá devolvérmela—. Ya no venía al caso hablar, llorar, o suplicar.

—Ya entregué las maletas. Debemos ingresar —dijo su abuela.

Me aferré más a su mano. Iskander sin decir nada me besó de nuevo. —Hay momentos que deseas alargarlos y que se hagan eternos. Ahora él se va y quedo sola de nuevo, puedo verme como una persona egoísta. Sin embargo, yo lo necesito—. Dejó de besarme, se acercó a mi oído.

—Me debes una cita. —Me dio un beso en la frente—. Recuerda nuestra promesa, si nos volvemos a ver —acunó mi rostro y mirándome a los ojos—. Serás mía. —Se alejó no sin antes guiñarme un ojo.

Luego se despidió de mis abuelos, yo lo hice de su hermana y abuela. Y sentí que mi garganta se iba a desgarrar, de tanto contener las ganas de gritarle que lo quería, que lo esperaría. Su abuela ingresó, su hermanita igual, mientras suplicaba en silencio que me mirara de nuevo.

—Debemos irnos Emily —empezó a ingresar, mis abuelos me abrazaron y me di la vuelta.

—¡Peli Rosada! —Me giré—. ¡Recuerda la promesa!

No dejé de llorar en silencio durante el retorno a Medellín, al llegar a la casa me encerré en la habitación y ahí si lloré con gusto. No sé qué tiempo pasó, al atardecer tocaron a la puerta. Era mi abuelo con una bandeja con pastelitos y chocolate. También una carta.



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En el texto hay: amor romance amigos

Editado: 12.06.2022

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