🎃 Visitando a la abuela 🎃
Lucia
Siempre me gustó el silencio del campo. El aire parece más limpio, las personas más amables o en su mayoría así era. En general era el lugar perfecto para ir a descansar de los días ajetreados de la ciudad.
A pesar de eso, tengo dieciocho años, y hace casi una década que no visitaba a mi abuela Isidora.
Cuando mamá me dijo que, si quería pasar unos días con ella y acompañarla, pensé que sería una buena oportunidad para desconectarme de la ciudad, del ruido y relajarme. Y volver a conectar con mi abuela.
Hoy por fin llegué, después de un viaje de más de cuatro horas. La casa estaba igual que en mis recuerdos de la niñez, era vieja, con ese olor a madera húmeda y a yerbas secas que ella colgaba del techo. Todo parecía detenido en el tiempo.
—Hola abue.— dije cundo me abrió la puerta.
—Lucia. Pasa.
—Gracias.
—¿Cómo estubo el viaje?
—Estubo algo pesado, pero me la pasé dormida más de la mitad del trayecto.
—Me alegro. —dijo con un tono que era todo menos de alegría.
El día fue tranquilo después de mi llegada. Conversamos un poco más sobre como estaban las cosas en casa, pero fue más conversación de mi parte que de ella, la abuela siempre ha sido callada.
Y mientras comíamos note que cada poco se quedaba mirando por la ventana, como si esperara ver algo o simplemente estaba nerviosa de tenerme ahí. Ya que no la había visto mucho. Nosotros no veníamos y ella iba muy poco a la ciudad. En broma mis tíos dices que es una ermitaña.
Esa noche, cuando creí que todo iba bien y está por irme a dormir, escuché pasos suaves y como si fueran arrastrados en el pasillo.
Pensé que era la abuela, y me levanté para ver si quería algo, pero cuando abrí la puerta de mi habitación, el pasillo estaba vacío. Solo la luz amarillenta de una lámpara iluminaba las viejas paredes cubiertas de cuadros de familiares.
Eso fue extraño pero me convencí a mi misma que si había sido la abuela solo que se metió a una habitación antes de que la viera.
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Al día siguiente, noté que mi cepillo de pelo no estaba en mi maleta. Busqué por todos lados hasta encontrarlo en la cocina, encima de la mesa, eso era imposible porque después de peinarme en la noche lo deje en la maleta. No recordaba haber bajado y dejarlo en la cocina.
Hay algo que no me gusta.
Los días siguientes comenzaron a pasar cosas más extrañas,
Después de regresar de darle de comer a los animales de la abuela, encontré no ropa tirada por todo el piso.
La ventana de la habitación estaba entreabierta por las mañanas, aunque juraría haberla cerrado ya que hacía frío.
No me dio miedo de que fuera algo paranormal. Pero no me gustaba nada. Porque si yo estaba haciendo todo eso y no recordaba. Tendría serios problemas. Así que preferiría que fuera algo paranormal.
Durante la noche, escuché ruidos como de pisadas en el baño de mi habitación y armandome de valor hablé.
—¿Quien está ahí?
Pero no hubo respuesta, solo se escuchaba el ruido de mi respiración.
Mierda...
Me estaba quedando dormida cuando senti que la habitación se estaba poniendo más fría. Y al levantar la cabeza veo que la ventana estaba abierta totalmente.
Sabía que estaba cerrada y no escuché cuando se abrió. Con algo de miedo me levanté y la cerré, cuando estaba poniendo el seguro, sentí como si alguien se parara detrás de mi.
—Lucia...
Escuché fuerte y claro que la voz de un hombre dijo mi nombre... Voltee a ver si había alguien pero la habitación estaba vacía. Corri a mi maleta y saque el frasco de mis medicinas y me tomé una para tranquilizarme.
Pero esa noche no pude dormir.
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A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, miré a mi abuela. Estaba sentada frente a mí, removiendo lentamente su taza de té, sin levantar la vista.
Me armé de valor antes de hablar.
—Abuela… —dije con cuidado. —¿Alguna vez has escuchado cosas raras aquí? ¿Ruidos, pasos, voces…?
Ella detuvo la cuchara. Muy despacio levantó la cabeza y me miró con una expresión que nunca le había visto, estaba molesta, como si estuviera viendo a su enemiga y no a su nieta.
—No. —respondió secamente.—Aquí no pasa nada raro. ¿Por qué?
—No, por nada. Tenía curiosidad. Ya sabes se cuentan muchas historias paranormales del campo.
Intenté sonreír para disimular mi incomodidad, pero sentí que su mirada me atravesaba, como si me advirtiera que no siguiera preguntando.
Poco después, dijo que iba al pueblo a comprar unas cosas.
Apenas escuché la puerta cerrarse, sentí que la casa se quedaba en silencio.
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Editado: 18.10.2025