Antología Oscura

¿Un fantasma?

🎃 ¿Un fantasma? 🎃

Tom

Estaba mi departamento, a la 1:00 de la madrugada. Estaba recostado en el sofá que me había regalado un amigo, viendo televisión tranquilamente. Era cómodo y reconfortante, algo que agradecía mucho, ya que sufro de insomnio no orgánico, es decir, mi falta de sueño no se debe a una causa física, como un tumor o una enfermedad, sino a cualquier otra cosa, pensamientos, estrés… o simplemente nada en absoluto.

Esa noche esperaba que amaneciera para emprender un viaje a casa de mis suegros, a quienes conocería por primera vez. Mi novia, Romina, es de una localidad rural, algo alejada de la ciudad. A pesar de que llevamos más de un año juntos, nunca había querido llevarme a conocer a sus padres. Cada vez que le preguntaba el porqué, siempre respondía que era demasiado pronto. Aunque esa era una respuesta lógica, algo en su voz me hacía sentir que había algo más detrás. Pero no insistí más. Creía que el momento llegaría por si solo. Y lo hizo.

Cuando amaneció, fui por ella a su departamento y partimos hacia su pueblo. Al llegar, sus padres no recibieron con sonrisas y abrazos. Se notaba que eran buenas personas.

Comimos una comida cacera deliciosa y ya por la noche, como era de esperar, no podía dormir y yo estaba aburrido de no hacer nada más que dar vueltas en la cama mientras Romina dormía plácidamente a mi lado. En casa solía poner una película o salir al balcón a fumar, pero aquí no tenía esa confianza.

Y más por una advertencia muy clara que me hicieron mis suegros y la misma Romina cuando llegamos, que procurara no levantarme mucho al baño durante la noche y, sobre todo, no salir de la casa, no sabía porque, solo me lo dijeron muy serios y como no sabía por qué terminé ignorándolos. Sali de la habitación sin hacer rudo y me dirigí a la puerta de la cocina, que daba al jardín trasero. Solo quería fumar un cigarro.

Pero justo cuando estaba por encenderlo, noté algo al otro lado de la cerca, eran dos niños, un niño y una niña. Sus cabezas apenas sobrepasaban el borde de la madera, y ambos me observaban fijamente. Me sorprendió un poco, ya que pasaba de la medianoche, pero supuse que eran hijos de los vecinos.

Su mirada fija comenzó a incomodarme, así que decidí acercarme para preguntarles qué hacían tan tarde afuera. Pero mientras más caminaba hacia ellos, más sentía que se alejaban. Era como si el espacio entre nosotros se estirara sin fin, como si yo no avanzara ni un solo paso.

Entonces sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo cuando la niña cambió su expresión. Pasó de un rostro tranquilo a una sonrisa escalofriante, una sonrisa que revelaba unos dientes completamente negros, como si estuvieran podridos. Toda la sangre pareció huir de mi cuerpo por el miedo que esa visión me provocó.

—¡Tom! ¿Qué demonios haces aquí afuera? ¿A qué hora saliste? —escuché la voz de Romina detrás de mí.

Fue como si una neblina se disipara de golpe. Ya no era de noche… sino de día. El sol me daba directamente en la cara. Me giré lentamente hacia Romina, que me observaba desde la puerta, con el horror pintado en los ojos.

¿Cómo es que amaneció tan rápido?

Esa fue la pregunta que me taladró la cabeza mientras mi cuerpo temblaba y el cigarro caía de mis dedos.

No supe que decirle a Romina, porque no sabía que pasaba.

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El resto del día, intenté actuar como si nada hubiera pasado. Romina parecía normal, sonreía mientras preparaba café y hablaba con su madre como si no me hubiera visto con miedo.

Yo, en cambio, apenas podía mantener la mente fija en algo. Me sentía aturdido, como si mi cuerpo hubiera estado en un lugar, pero mi mente en otro. No sabía como había pasado tanto tiempo. Solo podía recordar esos ojos, esa sonrisa podrida… y la sensación que me provoco.

No le dije nada de eso a Romina. No quería preocuparla ni que pensara que estaba alucinando por el insomnio. Así que fingí como sentía que ella lo hacía.

—¿Estás bien? —me preguntó cuando subimos al auto para ir a la casa de su tía.

—Sí… solo, ya sabes, no dormí bien. —mentí.

La reunión fue… extrañamente agradable. Sus primos eran divertidos, los niños corrían por el jardín, su madre me sirvió más comida de la que podía comer. Durante unas horas todo parecía volver a la normalidad. Me reí, conté chistes, incluso Romina me miraba con esos ojos que me hacían olvidar cualquier cosa y recordar cuanto la amaba.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Al caer la noche, regresamos a casa. Cenamos temprano y nos acostamos. Romina se acurrucó a mi lado, apoyando la cabeza en mi pecho.

El sonido de los grillos afuera era lo único que se escuchaba. Todo parecía tranquilo… demasiado tranquilo.

No sé cuándo o como, pero me quedé dormido, quizá minutos, pero desperté de golpe.

Sentí una mano sobre mi hombro. Fría. Delgada. Que presionó apenas, pero lo suficiente para que mi corazón se detuviera un instante.

Abrí los ojos de inmediato, girando la cabeza con un movimiento brusco, pero no había nadie.

El aire se sentía pesado y ya ni los grillos chillaban, todo está en total silencio. Intenté incorporarme, pero algo en mi cuerpo temblaba, como si no quisiera obedecerme. Entonces escuché un ruido, que venia de afuera, justo frente a la ventana. Eran como pasos.




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