Antología: Pesadilla en Halloween

UNA DECORACIÓN MACABRA

Se acercaba la noche de Halloween y en aquel pequeño pueblo todos se preparaban para celebrar. Las tiendas de disfraces tenían toda su mercancía agotada y las calabazas se vendieron como pan caliente ese año, todos habían comprado al menos una, por lo que ahora cada porche estaba decorado con esa baya naranja adornada con su característico y macabro rostro, deslumbrando una escalofriante sonrisa que parecía ensancharse con cada persona que pasaba junto a ella.

Las decoraciones inundaban el pueblo, esqueletos, telarañas, sangre falsa, globos oculares, cuchillos de gomas y todo accesorio que pudiera crear alguna sensación de miedo a los visitantes. En aquel lugar amaban Halloween, todos sus pobladores, desde el más pequeño hasta el más viejo, esperaba con alegría aquella fecha.

No importaba que aun faltara un par de días para la gran fiesta, ya todo el pueblo estaba decorado hasta su último rincón, la celebración no era de una sola noche en aquel sitio, incluso una semana no bastaba para disfrutar de todo lo terrorífico y espeluznante que se les ocurría, por eso los concursos de disfraces y decoraciones eran cada vez más populares y ese año en particular, habían tantos que prácticamente todo el pueblo estaba participando en al menos uno.

Los que más gustaba a las habitantes eran los concursos de decorar casas, ya que no solo los participantes se divertían haciendo sus creaciones sino que el resto del pueblo disfrutaba de ver como poco a poco cada sitio se convertía en un lugar aterrador. A los vecinos les encantaba discutir entre ellos quién había sido el más creativo de todos, cuál casa había logrado cautivar realmente el espíritu de Halloween y quién había sorprendido a todos con su decoración, pero ese año en particular, todos estaban de acuerdo que la señora Barb iba a ser la ganadora.

Quizás a primera vista, la casa de la señora Barb no lucía tan aterradora como otras, pues tenía pocos objetos adornando aquel lugar. Pero la casa era vieja y deteriorada, lo que le daba un toque especial para esta celebración, sin embargo, no era eso lo que asustaba a las personas que pasaban cerca, lo que más miedo daba era una decoración única y especial que saltaba de entre todas, esta decoración era muy distinta a la que todos tenían y sin duda, era la más macabra de todo el pueblo.

Nadie sabía de dónde la señora Barb había conseguido aquel muñeco, pero todos estaban seguros de que debió haberle costado una fortuna, después de todo, solo un profesional podría haber hecho algo como eso. Guindado con una soga en el cuello, colgaba del viejo árbol frente a la casa de aquella extraña dama. Lucia ropa haraposa y sucia. De tamaño natural era casi imposible no notarlo al pasar, los niños pequeños se asustaban, los adultos se asombraban y algunos hasta se maravillaban con aquella decoración.

–Nos ha ganado a todos –exclamó uno de los vecinos la primera vez que vio aquel grotesco muñeco adornando el jardín.

La piel morada y un hilo de sangre saliendo de la boca abierta, le daba un toque tan escalofriante que muchos preferían pasar sin mirar aquella decoración. De hecho, muy pocos se atrevían a ver a la cara al muñeco y aquellos que lo hacían, no podían pasar más allá de los ojos saltones casi a punto de estallar y que sobresalían de aquel rostro tétrico que estaba casi cubierto por completo de una gran capa de cabello oscuro.

Pronto llegó Halloween y todos celebraron la festividad con alegría, bromas y diversión. La noche se hizo corta dejando a muchos con ganas de seguir celebrando y a otros deseando que pasara rápido el año para recibir de nuevo la noche de brujas, pero era hora de volver a la normalidad y prepararse para la siguiente festividad, navidad.

Fue así como los días pasaron y el pueblo que había estado todo un mes vestido de negro y causando pavor a cada visitante que llegaba, ahora volvía a ser un lugar sencillo y tranquilo con gente amable y dulce… salvo por aquella casa. La casa de la señora Barb.

Había pasado una semana desde Halloween cuando los vecinos se comenzaron a preocupar. La casa no parecía mostrar señales de que alguien estuviera habitándola, no habían visto a la señora Barb desde hacía días, de hecho, su premio a la mejor decoración de una casa, nunca lo fue a recoger y permanecía en la puerta de la entrada justo donde lo habían dejado los organizadores hacía tantos días atrás.

¿Qué había pasado? Se preguntaban todos. Los vecinos decidieron comenzar a investigar, tocaron a la puerta una mañana e intentaron mirar a través de las ventanas, pero nada ocurría, no había señales de la señora Barb, no estaba por ninguna parte y nadie sabía a donde había ido. No tenía familia, su único hijo había muerto hacía años atrás y con tan solo 42 años, se había convertido en casi una ermitaña, rara vez dejaba aquella casa y por eso era extraño que no estuviera ahí, que se hubiese prácticamente esfumado.

El misterio de su desaparición continuaba y los vecinos comenzaron a buscar pistas en todas partes para intentar descubrir en dónde podría estar aquella mujer solitaria, fue así como una vecina decidió investigar entre los objetos que permanecían decorando la casa, pues sentía que algo no estaba bien, por lo que resolvió prestar mayor atención a cada cosa que allí se encontraba, incluyendo a aquel muñeco ahorcado del árbol que tanto miedo había causado a ella y su familia.

Un grito estruendoso se escuchó mientras aquella vecina caía al suelo desmayada del susto, quienes corrieron a su auxilio, decidieron mirar hacia donde ella lo había hecho y sintiendo su corazón detenerse, entendieron por fin que aquel muñeco que les causaba tantos escalofríos, no era más que la misteriosa señora Barb. La extraña mujer decidió una noche acabar con su vida ahorcándose del árbol frente a su casa, con la mala suerte de que su cadáver fue confundido durante días, por una simple decoración de Halloween.




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