Antología Vincent Foster Parte I - La Siembra Oscura

Capítulo Ocho

Capítulo Ocho

 

De un salto, me repuse en el asiento de la camioneta. Sentía un inmenso dolor de cabeza, a la vez que una sustancia viscosa estaba empastada en mi cara. Con mis dedos, comprobé que era mi sangre. A mi lado, Jacob estaba aún desmayado, con la cabeza incrustada en el volante de la camioneta. El airbag estaba ya desinflado.

Mire a mí alrededor buscando una señal de surrealismo, ya que lo último que recordaba, era el haber estado rodeados de esas cosas.

Debíamos estar muertos seguramente, despertando en el paraíso o en el infierno.

No lo sé.

Pero- resultaba que era de día, nevaba mucho, y no había nada que se le pareciese a un errante- ni tampoco ángeles o demonios.

Sacudí un poco a Jacob con mi mano izquierda, solo para asegurarme de que estuviese vivo. Él respiraba, y pronto fue despertando. Su rostro tenía algunas cortaduras, pero estaba bien.

Tras inspeccionar a través del retrovisor, pude ver que nos habíamos estampado contra un enorme y frondoso árbol de ramas bajas el cual no parecía haberse inmutado por el gran golpe que le propinamos.

Antes de decir cualquier cosa, Jacob intentó encender la camioneta y tras un rugido forzoso, el motor encendió. —Charlotte también estaba viva, para nuestro enorme alivio.

― ¿Qué carajos pasó? ―pregunto él. ― ¿A dónde se fueron? ¡Eran cientos! ―agregó, con voz temblorosa. —Si no lo recordases también, pensaría que fue un sueño. Lo recuerdas, ¿no?

―Sí, Jacob. Lo recuerdo… Creo que no deberíamos quedarnos para averiguar a dónde fueron. Salgamos de aquí. Por favor. —sugerí, a la vez que buscaba algo con lo que limpiar la sangre de mi rostro.

El chico coincidió, y enseguida echó a andar el auto que apenas si daba pequeños saltos que indicaban que algo estaba fallando en la suspensión. Era algo normal, considerando el tremendo golpe que se había dado contra el árbol inmortal.

 

Puede que no me detuviese a pensar demasiado en ello en ese momento, pero lo que nos acababa de ocurrir, había sido por mucho lo más extraño que yo había experimentado desde el inicio. Estaba bastante claro que nadie tenía idea de qué eran realmente esas cosas. No existían los “errantólogos”, por lo que determinar su comportamiento natural, y entender qué los motivaba, era una cuestión virtualmente imposible, sin embargo...

¿Qué pudo causar que ellos se alejasen de nosotros durante la noche pasada, en lugar de cenarnos como acostumbraban a hacer con sus víctimas?

No parecía real.

Sin importar lo mucho que lo tratase de entender, no era posible.

Tal y como lo dijo Dane la noche antes pasada:

Algunas cosas no podía entenderlas, y parecía perder la cabeza tratando de comprenderlas.

 

 

Después de un rato conduciendo bajo ese cielo perennemente nublado, conseguimos retomar la carretera finalmente. Para ese entonces, se estaba formando una niebla bastante densa a causa del frio que hacía. El pavimento pronto estaba disfrazado por una capa de blanca condensación que daba girones misteriosos. Jacob conducía con mucha cautela. Era muy difícil ver aun con las luces delanteras encendidas.

No nos preocupaba chocar contra otro auto, sino contra una nueva manada. Ya era algo incierto eso de teorizar si había o no más de ellos por ahí. Por un instante parecía que habían desaparecido y de repente, había una manada de cientos en nuestras narices.

Quisiera o no, volvía al punto en el que me daba golpes de cabeza tratando de buscarle una explicación a lo sucedido durante la noche.

No podían habernos solo ignorado tras el accidente. Éramos presa fácil. Debieron comernos hasta los huesos. ¿Por qué no lo habían hecho? ¿Qué los había llevado a marcharse sin más? No podía explicarlo, y eso me torturaba un poco.

Mucho.

 

Pasaron unos treinta minutos de viaje sobre la carretera, y la niebla se había disipado un poco una vez que había llegado el mediodía. A petición de nuestras tripas, decidimos hacer una pequeña parada para comer algo y descargar nuestras vejigas.

Nos sentamos en la parte trasera de la camioneta, como dos viejos amigos en un viaje de autodescubrimiento. Estaba helando, y pintaba que iba a nevar o llover. El cielo estaba de un color blanco muy denso, tanto que cansaba la vista si lo observabas por mucho tiempo.



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En el texto hay: apocalipsis zombie, lgbt, multiverso

Editado: 02.09.2019

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