Los medicamentos para dormir han ayudado, pero día con día mi angustia y malestar siguen creciendo, me siento solo, culpable, miserable.
Nadie ha venido a buscarla o preguntarla, todos deben creer que finalmente salió del país. Aunque era reconocida se puede decir que no tenia a nadie, yo era la única persona que estaba pendiente de ella, nunca más se contactó con su familia y aquellos con quien tuvo una relación cercana en su nueva vida estaban muertos.
Me senté a escribir, pero nada salía, estaba cada día peor y ahora no tenia con quien hablar, la extrañaba tanto, quería devolver el tiempo y cambiar las cosas, darle todo lo que me pedía, así estaría aún a mi lado.
Quise salir a caminar un poco por mi villa, respirar aire puro, me di un baño rápido, me afeité y me vestí, hacía un hermoso día, desde una de las ventanas del segundo piso lograba divisar el lago donde yacía su cuerpo, de repente, algo extraño me llamó la atención, alguien nadaba en él, no lograba ver bien, pero parecía una mujer desnuda, me aproximé al lugar y al llegar allí no encontré a nadie, excepto una pañoleta atada al madero del pequeño muelle que hay en uno de los extremos, era de Antonia, no me explicaba como había llegado hasta ese lugar, quería pensar que todo era mi imaginación, la culpa me estaba enloqueciendo…
Regresé a casa y me dispuse a preparar algo de comida, cada día mi apetito iba a desmejorando, llevaba varios días sufriendo dolores de cabeza imagino que debido a la falta de sueño y alimento.
Comí muy poco y prendí el televisor, sintonicé unos de esos canales donde solo pasan películas viejas, recuerdo que estaban dando casablanca, lo dejé ahí y no sé en que momento me dormí, soñé con ella, me estaba persiguiendo y me decía que no descansaría hasta hacerme pagar por su muerte…
Un fuerte ruido me despertó, no supe bien que había sucedido, me sentía un poco mareado, tal vez por efecto de las pastillas, escuché pasos de tacones en el segundo piso, subí a ver y la ventana estaba abierta, pero no encontré a nadie, sobre mi cama estaban los lentes que tenia Antonia el día que la vi por primera vez en la universidad, me acerqué a cerrar la ventana y logré verla en el jardín, era ella, ahí estaba, con su hermoso sastre y su sombrero, grité su nombre y salí a buscarla pero no la encontré, dirigí mi mirada hacia mi cuarto y allí estaba, mirándome desde la ventana, ¿Cómo podía ser eso posible?
Regresé a mi habitación, apagué luces y me dispuse a dormir, no podía conciliar el sueño así que me tomé una pastilla.
Mi mente divagó entre confusos pensamientos por un buen rato, sentía que los medicamentos me estaban haciendo alucinar, no era posible que la viera por doquier sabiendo que estaba muerta, era eso o su espíritu permanecía en mi villa con el único propósito de atormentarme.
Finalmente empecé a sentirme adormilado, a lo lejos escuchaba su voz, me llamaba, y me decía una y otra vez: “¿Por qué lo hiciste?”.
La luz del sol entrando por la ventana me despertó, sentía mi cabeza pesada, me dolía mucho. Decidí visitar al doctor para comentarle el efecto que me estaban provocando los medicamentos, apenas y me serví un poco de jugo de naranja, me organicé y salí de casa.
La cuidad me pareció insoportable, el transito estaba pesado, los pitos de los carros se sentían como taladro dentro de mi cabeza, se me hizo eterno el viaje; estaba esperando el cambio del semáforo cuando al otro lado de la avenida vi a una elegante mujer con un sastre negro, juraría que era ella, tomo un taxi, quise seguirlo pero lo perdí.
Llegué al consultorio del doctor y le comenté lo que me sucedía, así que me cambió el tipo de medicina, me dijo que mi cuerpo tardaría alrededor de una semana para acostumbrarse al mismo y ver el cambio. Me recomendó actividades de meditación y relajación, así mismo que tratará de estar ocupado en actividades físicas, para que el agotamiento me obligara a descansar y lo mas importante, que no me excediera en la dosis recomendada.
Dí un paseo por la ciudad para tratar de despejar un poco mi mente, estaba deambulando en mi auto sin un rumbo fijo cuando me encontré de frente con una iglesia, decidí entrar, siempre fui poco religioso, a pesar de que mis padres me inculcaron sus creencias desde muy pequeño, llevaba años sin pisar un templo, sentía que debía estar de alguna manera en paz conmigo mismo aunque por las circunstancias era imposible.
Habían muy pocas personas, me senté en una silla en la parte de atrás y traté de hablar con Dios, quise pedir perdón por lo que había hecho, estaba realmente arrepentido, en años escuela siempre nos decían que el acto de contrición era el único camino para llegar a la absolución de nuestros pecados, pues bien, yo era consciente de la gravedad de lo que hice y claramente deseaba que no hubiese sido así, pero no creía que eso fuese suficiente para liberarme de esa carga de culpa.
De camino a casa compré algunos víveres en un mercado, aunque no era mucho mi apetito no tenía mayor cosa para preparar, así que decidí abastecerme para no tener que salir por un buen tiempo, odiaba ir a la ciudad; no siempre fue así, disfrutaba recorrerla con Antonia, el tiempo que pasamos en Europa a pesar de tantos problemas lo disfruté.
Llegué a casa y preparé un té, dejé las bolsas con lo que compré sobre la mesa, me senté un rato junto a la biblioteca y tomé un libro al azar, leí un poco mientras disfrutaba de mi taza de té, empecé a sentirme un poco adormilado así que subí a mi habitación y me acosté, no importaba la hora del día, si me daba sueño debía sacarle provecho.
Dormí mucho, alrededor de unas 5 horas, me levanté con mucha hambre, bajé a la cocina y las bolsas de los víveres no estaban en la mesa, abrí la alacena y estaban allí guardados, yo no recordaba haberlo hecho, sobre la estufa estaba preparado el desayuno, huevos con tocino…
Estaba totalmente desubicado, revisé en internet los efectos secundarios de los medicamentos y en algunos casos puede provocar sonambulismo y en exceso alucinaciones, no creo haberme excedido en la dosis, tal vez era el cambio que me estaba afectando.
Editado: 12.10.2020