Aparentemente Ella

Capítulo 2

 

—Esto es una idea de mierda ¿Lo sabías?

—Desde hace veinte minutos me lo estás diciendo ¡Cálmate!

—California. Quieres que nos escapemos a California —repitió mi amigo por enésima vez mientras subíamos las maletas al Wrangler, desde que le expliqué el plan por llamada la histeria lo había dominado. Suerte que mi madre habituaba llegar tarde, había tiempo de sobra.

—Vamos... Estoy segura de que Cece piensa diferente —. Me puse en modo angelical, implorándole con las manos unidas.

—Ella quiere quedarse, no conoce el calor ¿qué tal si muere de insolación? —desorbitó sus ojos, auténticamente preocupado.

—Sabes que estás hablando de una cámara ¿cierto? Sobrevivirá.

—Paola, dime ¿qué ganarías con esto?

—Libertad. Tranquilidad. Diversión incluso, no soporto más este lugar, ni a mamá, la quiero pero... Eso no borrará lo que pasó. Es su culpa y no se ha redimido de manera alguna —recriminé tratando de no sentir como mi pasado desgarraba mi mente, tratando de olvidar los escalofriantes episodios de esa noche. Me abracé para quitarme el frío.

—Estás resentida con ella. Yo lo estaría. Te entiendo —manifestó dulcificando su semblante al tomar mi mano.

—Gracias por tu apoyo, pero sabes bien que no lo entiendes.

—Me atrapaste. Culpable —murmuró encogiéndose de hombros mientras una de sus sonrisas reconfortantes se extendía por sus facciones. Me acerqué a abrazarlo, era indescriptible su calidez. De haber tenido hermanos, habría adorado a un Elliot.

—Si me quieres, podrás entender que ya no pertenezco a este lugar. No he sido la misma en mucho tiempo. Por eso necesito alejarme lo más pronto posible para intentar reformarme —. Capturé su mirada inescrutable, hasta que la comprensión llegó a sus ojos cafés. Suspiró, su aliento haciéndose visible en la oscuridad.

—Comprendo. Oficialmente somos unos fugitivos de la ley materna ¡Eureka! —exclamó en la gélida noche.

— ¿Por qué el "Eureka"?

—No lo sé, en las películas cuando encuentras algo gritan eso.

— ¿Y qué encontramos nosotros? —interpelé ceñuda.

—Una solución amiguita, una solución. A Cece le encantará el nuevo ambiente.

— ¿No qué no? —comenté sin alcanzar a guardar la carcajada.

—Qué haríamos sin ti.

— ¡Ja! Déjate de estupideces y sube, todo está listo —apremié lanzando la última maleta. Me subí sin darme la oportunidad para arrepentirme; mamá estaría mucho mejor sin mí. Sin duda. Quizá sus citas tendrían mejores resultados si ella estaba libre 24/7 y no se preocupaba por su hija de diecisiete años.

Elliot encendió el motor, atisbando mi expresión fugazmente. No dijo nada, sin embargo sabía que estaba preocupada y aun así, sabía que esta era la única salida. El todoterreno empezó a andar y me despedí de mi casa por última vez. Si de algo estaba consciente, era que no volvería.
 



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En el texto hay: humor amistad, suspenso amor dolor, amornotoxico

Editado: 03.12.2021

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