Aparentemente Ella

Capítulo 4

— ¡Han escapado! —exclamó Grecia llevando sus manos a su lastimosa boca con sorpresa y un atisbo de admiración. Resultó ser más agradable de lo que hubiese querido admitir. Y antes de darme cuenta ya le había contado gran parte de mi vida y viceversa, reservando algo en específico. Todo en un par de días. Dormir se había tornado difícil con la imagen de mamá sufriendo, o peor, con mamá sonriendo.

—No es para tanto, una decisión trascendental, pero madura —murmuré doblando el resto de mi ropa y colocándola en una mesita de noche con divisiones. Considerando mi lema "Aléjate y vete al diablo", la chica había ganado un bono de amabilidad insólita de mi parte. Era la primera vez que entregaba mi confianza de este modo, luego de aquello. Quizás debido a sus cicatrices. Me hacían sentir cómoda, como si ella lo comprendiera aun sin saberlo.

—Ok, eres una fugitiva mala sangre con un amigo guapísimo y gracioso —reflexionó, sonriendo pensativa al momento de hacer mención de Elliot.

—No olvides "tu peor pesadilla"... Guapísimo...Te has equivocado de hombre chica —objeté rompiendo en risas, me hacía gran falta, seguía pensando que ese par sería un problema. El día en que llegamos él le ayudó a organizar su habitación y jugaron billar toda la noche. ¡Una mesa de billar! El sitio era grandioso.

— ¿Qué? No puedes negarlo, siempre has tenido ojos para él como un amigo, por ese motivo no puedes entenderme —insistió poniendo sus manos en sus caderas para imponerse, terminé lo que estaba haciendo y la miré fijamente.

Ella tenía razón. Por más que lo intentara, nunca podría verlo de esa forma. Solo como lo que es. Mi mejor amigo. ¿Estaba equivocándome respecto a descartarlo como una opción romántica? ¿Lanzarlo inocentemente a los brazos de esta tierna chica sería un completo error? Si me lo pensaba mejor, la segunda obtendría resultados más favorables. Oh, segura como de que el cielo y el infierno existen. La parejita ya estaba hecha. Él era mi hermano soñado, no cabían dudas sobre eso.

Al fin y al cabo, yo no me enamoraba, esa era mi realidad, eso es para personas con corazón. Y el mío fue arrancado de mí ser una fría noche de Noviembre.

Me estremecí y el movimiento no pasó desapercibido para la rubia platino que tenía enfrente.

— ¿Qué sucede? —me escudriñó con sus grisáceos ojos atravesándome como cuchillas—. Puedes decirme lo que sea, para eso somos amigas ¿no?

Mierda.

No recordaba la última vez que había tenido que mentir, tampoco recordaba lo mal que sentía. Y más aún cuando era alguien que decía ser tu amiga. Nos faltaba un gran recorrido, eso sí, no obstante su dulzura me conmovía. Solo hazlo, me susurró esa vocecita en mi mente que había adquirido luego de los horribles acontecimientos de mis "dulces doce añitos", contuve la respiración prometiéndome a mí misma que me haría pagar por hacerle esto a ella.

—Solo tengo escalofríos, no es nada, acabo de recordar algo ¿qué estudiarás?

—Literatura.

Maldición.

— ¡Que coincidencia! Justamente yo haré lo mismo, será una suerte tenerte, así me explicas más o menos quién será la escoria que nos nutra mentalmente. —Esta era yo en mi plan "Hazle la vida imposible a tu maestro" Una misión que nunca había fallado, algunos me encontraban irritante y terriblemente sincera. Haciendo excepción a lo que pasó hace un momento.

Ella abrió la boca y antes de que pudiera contestar, Elliot apresuradamente abrió la puerta.

—Mason Hale —canturreó con picardía, adentrándose en mi cuarto. Había pasado la mañana realizando conjeturas sobre la universidad, tanto que había decidido explorarla.

— ¿Qué-quién?

—Él es nuestro profesor, creí que lo decías en juego, realmente no sabías quién es —respondió Grecia para sacarme de dudas. Los dos parecían observarme especulativos. Arqueé mi ceja.

— ¿Algo está mal o simplemente hay algo que no sé? —mascullé tratando de no soltar tacos. Elliot se sentó junto a mí, quitándole el envoltorio a un Snickers para darle un gran mordisco.

— ¿Estás segura de no saber ni remotamente de él?

Elliot fue el que formuló la pregunta, sacudí mi cabeza en negación, mintiendo de nuevo como una serpiente. Sabía que Mason Hale era un amateur en las letras, un genio en las páginas, filósofo y claro, llevaba años enseñando en la universidad; me parecía recordar que era tan bueno que empezó a enseñar desde su último año de licenciatura. Se había saltado dos años de instituto. Era un genio pretencioso.

Si lo miraba desde un punto de vista diferente no tendría por qué pretender que no estaba consciente de su posición o existencia, tan solo se me daba tan bien detestar a alguien sin conocerlo que no quería hablar de él.

Nos reímos rompiendo la tensión que imprevisiblemente se había suspendido en la habitación, continuamos hablando de tonterías como cuál era nuestro color favorito y ese tipo de cosas. Grecia el plateado, Elliot el azul y yo el verde.

Hasta que finalmente nos cansamos de estar encerrados, salimos al balcón que quedaba enfrente del comedor de West Wood Hall y nos sentamos en una mesa con una sombrilla roja que por alguna razón encontré divertida. Me recordaba al adorno de las bebidas tropicales, nunca había ido a la playa pero veía pelis.

Abandoné la activa conversación y bajé por las escaleras sosteniéndome del barandal. Quería liberar estrés. Esfuerzo. Eso y mucho calor ayudarían.

Llevaba media hora según mi reloj encestando con gran facilidad, haciendo los tiros desde todos los ángulos humanamente realizables, encesté una última vez y grité. No me era raro sentirme frustrada. En ocasiones como esta quería golpear a alguien. Pero ya que siempre estaba sola con Elliot, y ahora, incluía a Grecia; era la última persona que querría lastimarlos y menos aún por liberar odio reprimido. Mañana iríamos a clases. Un día, otra historia. Tal vez Dios se apiadaría de mí y sería mi mejor día. Al menos eso espero.
 



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En el texto hay: humor amistad, suspenso amor dolor, amornotoxico

Editado: 03.12.2021

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