Aparentemente Ella

Capítulo 7

Cece había capturado lindas fotos hasta ahora, sé que me había impuesto no llegar temprano pero era demasiado tentador. Odiaba la impuntualidad. Y eso me había permitido observar varios espacios del Campus Sur, todo era impecable y verde. Sencillamente hermoso. Lo único que lo arruinaba era recordar a Elliot y sus insinuaciones.

Cuando entré al salón me azotó la pregunta del día 《¿Te levantaste con el pie izquierdo?》 comenzaba a irritarme que todos me interrogaran con las mismas palabras tan solo porque les evadía conversación ¡Por Dios! Si tengo un mal día solo déjenme tal y como estoy. Convivir con tantos compañeros de clases era aterrador, en el instituto nadie me hablaba a excepción de Elliot porque era la chica de la tragedia y podía ser contagioso.

Irónicamente estaba tarareando la canción que me hizo sentir mal, ese día que llegué acá a Los Ángeles, recopilando mis fotos favoritas. Resultó ser que la letra de esa canción tocó un punto débil que desconocía en mi corazón. Ugh. Aparte, el cantante poseía un tono de voz que hipnotizaba.

El profesor innombrable que posiblemente era la fuente de mi mal humor entró por la puerta. Posó su mirada en mí, provocando que mis piernas flaquearan de repente, obligándome a sentarme. Él sonrió como si correspondiera a un chiste privado. Era oficial. Estaba en serios problemas. Una semana Hyde, pensé, una semana y ya quieres mandar la frialdad por la borda.

— ¿A eso le llamas tú "Buenos días"?

Grecia me echó un vistazo escéptica, exhalé ya harta de toda esta huida, así que opté por soltarle todo de una vez. No debí hacerlo.

— ¡Estás jugando! No me lo creo ¡Oh, por Dios!—sus chillidos de gozo no pasaron inadvertidos para mi reciente problema. Nos miró con intriga, tanteó a mi amiga y luego a mí, tardando considerables segundos adicionales sobre mí, sentí vértigos. Guardé a Cece en mi bolso.

Maldición.

Las náuseas hicieron que me masajeara la sien, ella reparó en ello.

—Dime que desayunaste —su mirada recriminatoria me hizo sentir culpable, pero después de lo de anoche no pude probar bocado del desayuno, cabeceé suavemente bajando mi rostro. Algo en mi mente empezó a vagabundear ¿Realmente no comiste por cómo te sentiste respecto a tu mamá? ¿O meramente el pensamiento de tener que volver a verlo te pone en descontrol?

Jesucristo.

Es la segunda vez en este viaje que mis reflexiones hacen de las suyas para volverme loca. Ni siquiera yo estoy de mi lado. Grecia exhaló con enojo.

—Deberías pedir permiso y tomarte el día libre, hazlo ¿sí?

Estaba recia a tener que levantarme, cruzar palabras con él y marcharme como una frágil chica. No. Negué firme.

—Te equivocas, no pienso hacerlo ¿En verdad crees que quiero hablarle? No sé qué tiene...

—Creí que no viviría para ver esto.

— ¿De qué estás hablando?

—Te gusta el profesor —expresó con recelo.

—Cierra la boca, claro que no.

No mentía, que era lo bueno. En verdad solo me incomodaba su presencia.

—Bueno, si no te gusta no tendrás inconveniente en ir y explicarle la situación.

¿La chica me estaba retando? Pues hagámoslo. Seré fría. Callada. Y en ocasiones graciosa, según Elliot. Pero de ninguna manera quedaré como una cobarde. Eso sí que no.

Pasé el bolso sobre mi hombro, me levanté del asiento y me dirigí hacia él. Haciendo caso omiso de la mirada interesada de Grecia, con un regodeo en sus facciones que me hizo prometer que me las pagaría por esto. Me detuve y él ya tenía sus ojos puestos en los míos, abrí y cerré mi boca de repente temblorosa. Empecé a juguetear con mis dedos.

— ¿Profesor? Buenos días. Quería pedirle permiso para salir, le explicaré, es algo un poco gracioso la verdad...

Estaba atento a mis palabras y encontré un atisbo de confusión cuando paré de hablar, sacudí mi cabeza y proseguí.

—No he desayunado y en verdad no me siento muy bien, le juro que no volverá a pasar —expuse con cabeza fría, manteniendo en orden a mis escurridizos y traicioneros dedos.

No contestó, en su lugar se levantó y miró a toda la clase muy serio. Luego a mí. No sabía que era lo que iba a hacer. Seguramente no me imaginé lo que se avecinó.

—Chicos, no lo tomen como costumbre, pero les daré el día libre a todos, los veré el lunes así que pueden retirarse —su voz resonó como gloria en los oídos del cuerpo estudiantil, yo por otro lado percibí como la sangre se drenaba de mi cuerpo.

Quedé boquiabierta, no había razón para que sus acciones siguieran ese camino.

—Tú ven conmigo —concretó tomando mi mano y jalándome hacia los pasillos. Había intentado de todo, pero él no soltaba mi mano. Parecía importarle poco que el resto de los estudiantes nos miraran asombrados y algunos hasta con picardía. Esto sería un gallinero de chismes, honestamente era lo último que requería en mi vida.

Barajada. Como una carta. Eso describía mi estado de ánimo. Me encontré a mí misma admirando la antigüedad del Campus Norte construido sobre ladrillo italiano. Los jardines y fuentes esculturales me cautivaron. Miré hacia él y lo pesqué mirándome, inmediatamente apartó la mirada.

Terminamos en la biblioteca Powell, con convicción supe que ese lugar era mi edén. Sonreí mirando la cantidad innumerable de libros, que esperaban a por mí para ser leídos. Parecían gritar mi nombre.

—Lo siento Mason, pero todos ellos me llaman y tienen mi absoluta atención.

Me solté de su agarre y prácticamente corrí hacia las estanterías. Algo estaba mal. No estoy segura el que...

¡Le llamé por su nombre! ¿Qué diablos ocurría conmigo? Al parecer estaba tan anonadada que ni siquiera presté atención a lo que salía de mi bocota. No pude tomar algo para leer. Me sentí mal de nuevo y de un momento a otro todo era oscuridad.

 

∞∞∞
 

— ¿Estás despierta?

Me levanté bruscamente de la mesa en la que me encontraba acostada, me había desmayado, él parecía preocupado. Su ceño se había profundizado y su boca en una línea de angustia. Tenía dos emparedados y un jugo de naranja pendiendo de sus manos.



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En el texto hay: humor amistad, suspenso amor dolor, amornotoxico

Editado: 03.12.2021

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