Ya había pasado un mes. Los exámenes parciales habían ido más que geniales, le había cogido el hilo a la universidad en un santiamén.
Él no había intentado acercarse a mí. Por lo cual le estuve muy agradecida. Muy en el fondo.
Las miradas intensas. Odiaba cuando me miraba tan profundamente, parecía estar rebuscando en mi alma. Y eso me ponía en alerta, no sabía que tenía él, que provocaba que cada célula de mi cuerpo me gritara 《 ¡Fuego!》.
Estaba sentada en el Campus con Elliot, riéndonos por tonterías, algo relacionado con los bronceados californianos. Hasta que una figura conocida se acercó con Grecia. Maldición. El chico que "accidentalmente" herí mi primer día de clases. No parecía molesto, eso me alivió en parte.
—Pao, ya hemos hablado de esto.
Ella tenía razón. Me interrogó hace un par de semanas sobre si tenía posibilidades de sentir algo hacia el chico. Lamentablemente no. Si tenía suerte podría ser algo mucho menos que eso.
—Soy Blade —habló extendiendo su mano. La apreté formal y sonreí.
—Y yo Paola... ¿amigos? —no me costó sonar honesta.
La pregunta sonó extraña, solo por el hecho de que ni siquiera lo conocía, sin embargo, considerando que me bastó cinco minutos para romperle el corazón (o el ego, mejor dicho) esto era una muestra de humanidad. Ladeó la cabeza con diversión amistosa.
—Amigos —asintió sentándose junto a mí—. ¿Qué hacen?
—Nada en realidad. Cece tomó un par de fotos. Estamos libres por el momento.
Mientras yo relajaba la tensión acumulada en mis hombros, Blade parecía haber sido golpeado por la realidad.
—Antes que nada chicos ¿quién es Cece?
—El primer amor de mi novio —explicó Grecia mientras abrazaba a Elliot con dulzura y lamentablemente para mi vista besaba su cuello. Puagh. Las muestras de afecto me inducían arcadas. Los tres parecían entretenerse con mi reacción, no es que fuese algo anormal, constantemente mi comportamiento confundía a las personas.
—Una cámara... Bien, ya es un hecho. Lo he visto todo.
Todos nos reímos por el comentario del nuevo integrante al grupo. Le juzgué mal. ¿Qué tal si he hecho lo mismo con Mason? Sácatelo de la cabeza, rogué para mis adentros.
—Tengo una idea. A que Pao y yo llegamos primero al salón.
El cabeceó en dirección a su espalda. Capté automáticamente. Salté detrás de él y agarró mis piernas firmemente. No me sentí incómoda en lo absoluto. Tal vez porque si lo veía como un amigo.
Él corrió rápidamente dejando a los tortolos en gran desventaja. Ellos se movieron más rápido de lo que quisiera reconocer. A pesar de todo su esfuerzo llegamos con diez pasos por delante, me bajé, sintiéndome vivaz de nuevo.
—Choca esos cinco camarada— exclamé victoriosa a mi nuevo compañero de juegos, chocó su mano contra la mía, por fin encontraba la otra mitad, que necesitaba exclusivamente para patearles el trasero a Elliot y Grecia en todo, no es como si necesitara ayuda para hacer eso. Pero aunque lo negara encontré divertido todo esto.
Ambos sonreímos fraternalmente, pasó su brazo alrededor de mis hombros, explicándome diez maneras muy útiles para escapar de alguien. Fue imposible no escuchar y reír luego de la primera: Si el imbécil se lo busca, dale en sus partes. Y si es una chica, ataca a sus niñas.
Pasé por inadvertido que mi tormento masculino nos miraba estupefacto, en una mezcla de confusión y agitación.
Se acercó a nosotros en un paso cauteloso pero para ser franca algo intimidante. Pasó su mirada de Blade a mí y viceversa.
— ¿Puedo hablar contigo un segundo? —inquirió dirigiéndose a mí, no sé qué quería y no planeaba averiguarlo. Levanté mi dedo índice.
—Ya pasó el segundo, como lo siento.
¿Me estaba burlando de él? Sí, esa era la explicación más razonable. Estrechó su mirada sobre mí con recelo, cambiando la dirección de sus ojos a mi derecha, donde estaba un embrollado y avergonzado Blade.
— ¿Me la prestas? —sonó más como un hecho. Siempre daba sus interrogantes por sentado en positivo si se trataba de querer algo, era muy evidente.
—Es to-da-su-ya profesor. — ¿Me estaba entregando a su merced? Tendría una seria conversación con él, si es que sobrevivía a esta. Ahora estábamos solos, mirándonos intensamente, en una batalla que al parecer no acabaría.
— ¿Qué estabas haciendo? El Campus no es lugar para niñerías, Paola.
Qué grosero.
—Eh, se saluda primero, profesor. ¿Desde cuándo mi vida es de tu incumbencia?
—Ya te lo dije, tú hiciste que se volviera mi problema —su convicción me hizo preguntarme si en verdad encontraba esto tan normal y monótono.
—Solo jugaba a las carreras con Blade, Elliot y Grecia. ¿Todo lo que no es estudiar es una niñería? — ¿Por qué estaba cediendo de nuevo? No podía sentirme más tonta que ahora. Bah, me convenía evitar a toda costa un problema. Meter a la junta directiva en esto sonaba absurdo, ¿Qué les diría? ¿El profesor de Literatura, su amado Mason Hale, me está acosando? ¿Eso hacía?
—Bueno, parece inofensivo. ¿Tú y Blade...?
Contuve la risa, no podía creer que esto me estuviera pasando. ¿Acaso él me estaba celando? No daba crédito a ello.
—Lo que haya entre él y yo no es tú problema, Mason —repuse impasible. Una estudiante de artes dramáticas que ya había visto antes pasó por nuestro lado, aguzando los oídos. Idiota.
—Solo contesta —pidió neutralmente, apretando la mandíbula.
—No. Me harté de contestarte preguntas sin sentido ¿qué quieres de mí?
No respondió a mi pregunta. Sentí un hormigueo en todo el cuerpo. Un recuerdo volvió a mí. Mi memoria me punzaba la cabeza haciéndome ver lo que hacía cada vez que me sentía muy mal. Tenía mucho sin hacerlo.
Demonios.
— ¿Sabes qué? Sólo aléjate de mí —levanté mi mano, para que se interpusiera.
—No puedo prometer algo que no haré —resaltó acercándose más a mí y bajando mi mano. Me sentí igual que en la biblioteca. Asustada de lo que él se atreviese a hacer.