Aparentemente Ella

Capítulo 14

 

Loca. Estaba completamente loca. ¡Me besó! Y yo se lo permití. No podía negar que ha sido lo mejor que me había pasado. Quisiera no haberlo disfrutado tanto. ¡Maldición! No debería anhelarlo tanto. Esa noche le pregunté cómo era posible que estuviera ahí a esas horas, hablamos muchísimo, aparentemente se refugiaba ahí cuando se sentía mal. Ni hablar, la universidad debía ser como una casa para él. Le expliqué mi presencia en la biblioteca, no pareció muy sorprendido por ese hecho, aunque mis intenciones no consistían en explicarle nada más de lo que necesitara saber; terminé por contarle absolutamente todo. Sí. Una locura.

Escuchó atentamente cada una de mis palabras, desde mi encuentro en mi casa con la cita de mi madre, hasta mi abandono en el bosque; totalmente lastimada y congelada. Ese día no esperaba visitas de nadie. Se lo conté reviviendo cada instante.

Estaba cambiándole el canal a la televisión, cuando escuché el timbre repiquetear, automáticamente me levanté para asegurarme de conocer a la persona antes de abrirle. El hombre me era desconocido. Aunque por algún motivo familiar. Su sombría mirada me calaba con fervor. Su saludo fue muy seco, sin emoción, posteriormente me explicó que venía a recoger a mi madre. Sus inquisitivos ojos me analizaron lentamente. Eso no me gustó en lo absoluto. Tenía una cicatriz que recorría su mandíbula hasta su mentón. Le dije que mi madre llegaría en un rato. Insistía en que debía dejarlo pasar, me rehusé muchas veces, algo me decía que eso sería cometer un error. Luego de estar un rato negándole la entrada, sacó un arma de su chaqueta de cuero, apuntándome mientras una sonrisa malévola se extendía por sus facciones. Tuve que rendirme. Le abrí la puerta temerosa de lo que pudiese hacer. Entró a su paso, sintiéndose muy poderoso, podía verse reflejado en sus árticos ojos azules. Quedé paralizada sin saber si regresar a lo que estaba haciendo o enfrentarme al desafío que tenía enfrente. Él pareció decidir por mí. Me alcanzó rápidamente, no tuve oportunidad de evadirlo, colocó algo en mi rostro. Inhalé algo que parecía lejía y más químicos combinados. Cloroformo, supuse al instante, antes de desfallecer en sus brazos.

—Hijo de puta —escupió Mason, luciendo muy enojado, casi a punto de explotar. Él no sabía que ese solo era el principio. Faltaba muchísimo más.

Desperté en el bosque, mi cabeza recostada en la corteza del tronco de un árbol, sentí mucho frío, pues no tenía puesto un abrigo. No estaba sola. Mi secuestrador examinaba mi reacción, parecía regodearse con mi triste situación. No sabía que quería. No esperé a averiguarlo. Intenté golpearlo, para luego descubrir que me había atado al árbol. No tenía escapatoria. Forcejeé, luché por liberarme, pero nada funcionó. El hombre empezó a reír ásperamente; se agachó de modo de quedar a mi nivel, tomando mi barbilla entre su mano; clavando sus uñas en mi piel, solté un gemido de dolor y empezó a repetir que era mi fin. Por un momento creí en sus palabras. Hasta que recordé que mi teléfono estaba en mis botas, solía esconder mi teléfono allí porque mi madre siempre lo buscaba para escanear mis conversaciones con Elliot. Un pequeño rayo de esperanza. Aunque debía esperar el momento oportuno para sacarlo. Mi prioridad ahora, era escapar de mi raptor. Estuve tan perdida en mis pensamientos que no caí en cuenta que el bastardo me estaba rasgando la camisa. Dejando al descubierto mi torso, los escalofríos me recorrieron, después lo hizo con mis shorts. Tan brutal era su fuerza, quedé en paños menores frente a él, no sentía vergüenza ni nada por el estilo. Ira, odio y unas increíbles ganas de matarlo en cambio. Eso describiría mejor lo que sentí.

—Por favor dime que no...

—Déjame terminar —le rogué en ese momento, ya era muy tarde para parar, él debía escuchar toda la historia. Él merecía saber absolutamente todo. Asintió contrariado, su ceño se profundizó aún más.

Le suplicaba que me dejara ir, que no me tocara, que yo no diría nada pero que me liberara. Se negó a darme mi libertad. En vez de eso, empezó a besarme por todas partes. Solo era una niña para entonces, solo tenía doce años. Apenas estaba empezando a saber sobre este tipo de cosas, sin embargo, sabía lo suficiente para estar consciente de lo que intentaba. ¡Suéltame! Le grité desesperada y ciertamente aterrada, el hombre siguió haciéndolo, solo que ahora me estaba manoseando; lugares que no debían ser tocados. El maldito pervertido estaba disfrutando de cada segundo del calvario que había creado para mí. Empecé a llorar desconsolada, me sentía asqueada, utilizada y sucia. Yo no sabía que sus pensamientos pedófilos eran tan repugnantes. No tenía idea de cuáles eran sus intenciones conmigo. Pronto lo descubrí.

Había parado un instante, lo que estaba a punto de decir me avergonzaba, no quería que Mason me mirara con otros ojos después de esto. Aun así tenía que acabar con esto.

Él. Oh, mierda. Él es la causa. Por él soy como soy. No podía querer a un hombre después de lo que me había hecho. Lamento tener que admitir esto. Ese hombre. Esa basura. Esa mierda salida del mismísimo infierno. Esa bestia inmunda. Me robó lo más precioso que tenía. Sí. Mi virginidad. Cuando acabó con su cometido. Me dejó. Atada, violada, congelada y perdida en el lúgubre bosque de Wyoming. Con mucho esfuerzo y raspaduras, logré salir del agarre de la soga. Llamé a Elliot. Debí haber llamado primero a la policía. Pero necesitaba de mi mejor amigo, solo en él podía confiar, no en una maldita placa. Me buscó rápidamente en su Wrangler. Viendo mi estado quedó desquiciado y consternado, me cubrió con una manta, me cargó dejándome en el asiento copiloto, los ojos me ardían y estaban inflamados de tanto llorar. La sangre recorría mi entrepierna, sentía mucho dolor, tanto físico como emocional. Juré no volver a romperme de esa manera. No llorar enfrente de hombres. No sentir nada que tuviese que ver sobre amor. No confiar en nadie. Y más importante aún, no atreverme a enamorarme de nadie. En esos instantes solo pensaba que todos los hombres me lastimarían, excluyendo a Elliot, lo conocía demasiado como para saber que yo tenía más probabilidades de lastimarlo a él.



#4318 en Joven Adulto
#13065 en Otros
#2071 en Humor

En el texto hay: humor amistad, suspenso amor dolor, amornotoxico

Editado: 03.12.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.