Aparentemente Ella

Capítulo 21

¿Era posible dejar de enojarse tan de repente? Suena extraño, sí. No sabía que me pasaba. Si me enojaba, tan pronto como lo hacía, sonreía como una idiota.

Luego de pronunciar las palabras prohibidas, casualmente, ese día me dieron el alta. No he dejado de sentirme fuera de mí. Al menos más de lo usual. En sí, entendí el poder de las palabras en ese instante, lo transformaban todo.

Emily me comentó que era gimnasta mientras salíamos del hospital. No del tipo rítmica. Sino de la élite, en otras palabras, gimnasia olímpica. No pude evitar sentirme temerosa por lo que le pudiera suceder, encontré extraño que la dejaran practicarlo. ¡No quería imaginarme como sería verla en acción! Después de mi experiencia hospitalaria, la cual todavía mi mente se mataba todos los días por saber qué fue lo que sucedió, no quería que ella pasase por algo. Sí, fue un tanto decepcionante no llegar a conclusiones claras sobre como terminé en un shock anafiláctico dos veces consecutivas, pero no tan decepcionante como no haber recibido visitas de mamá durante mi estadía.

La realidad me golpeó como una ola de mar en el pecho. Brittany Blake seguía siendo la mujer que me dio la vida, eso lo mantenía presente. Nuestra relación estaba tan dañada como su vida social, tampoco podía olvidar eso. Cuando realmente debía hacer acto de presencia, ella desaparecía del mapa.

¿Dónde podía estar?

Puf ¿y preocuparme por qué? Lo más lógico era que regresó a casa, en Wyoming. Corrección. Su casa. Sí. Tenía mejores cosas en las que pensar que en ella.

— ¿Todo fue bien? —inquirió Grecia con sus manos en mis hombros, regresándome a la realidad, sacándome del mundo alterno en el que no quería seguir adentrándome.

Sacudí mi cabeza firme. Había estudiado día y noche para los exámenes finales del semestre, nadie debía engañarse, tener una especie de relación con uno de mis maestros no me daba ninguna ventaja. ¡Me tiraba más duro en los quiz sorpresas que a cualquier otro alumno! Canalla.

Ya eran finales de abril. Todo el salón se ha encontrado exhausto debido a esto. Incluyéndome. Las ojeras me delataban. Mi aspecto desaliñado también podía hablar por mí. Ni siquiera me tomé la molestia de peinarme esa mañana. Estuve ocupada, al tanto del tic-tac del reloj, de cuán rápido estaría mi café expresso y por supuesto de la lentitud de los culos de mis amigos.

¡¿Cuánto pueden tardarse en un baño?!

Para ser bella hay que ver estrellas.

La ridícula respuesta de Grecia.

No puedo descuidar esta hermosa creación.

La aún más ridícula respuesta de Elliot.

— ¿Cómo te fue a ti? —pregunté enarcando mi ceja. Me crucé de brazos inquieta, por algún motivo no podía permanecer tranquila. Mucha cafeína.

—Solo Dios lo sabe. Pero por experiencia, sé que me fue bien. —Ésa fue su respuesta tan serena, como casi siempre.

Estábamos en el comedor de West Wood Hall. Pedí dos emparedados con queso fundido. Mientras que ella una simple pero complaciente ensalada de frutas. Los chicos de la casa estaban riendo, hablando y jugando entre sí. Usualmente nuestra comunicación con los demás era corta y amable. Solo Elliot, Grecia y yo.

¿Qué pasó con Blade? Realmente no tenía una respuesta para eso. Desapareció como si nada, dejándonos una notita a los tres de despedida.

Si crees en los presagios, te puedo garantizar que algún día te veré de nuevo camarada. Deberías escribir algún día, guardaré tus poemas como una reliquia; quiero que sepas que de haber tenido alguna oportunidad me habría asegurado de que fueses mi novia. Ni modo, Hale es un suertudo. No cambies. Aspiraba no caer en lo cursi (sé lo mucho que te irrita) en esta ocasión particular, puedes irte al carajo si no aceptas mi "te quiero" más sincero. Bromeaba, sé que me quieres amargada.

Hasta que el universo conspire, Blade

Casi lloro al leerla, recordando el día que le presté mi bloc de notitas para anotar un número. Un buen escritor siempre lleva papel y lápiz encima. Ese habilidoso leyó mis poemas de instituto y los más recientes de cuando llegué a la universidad, como le gustaron mucho se los obsequié. Su frase tan Coelho al pie de la nota me conmovió, sabía que me encantaba ese escritor.

Guardaría el osito hawaiano que me regaló en Navidad para siempre, oficialmente se llamaría Blade. Me enterneció demasiado su seguridad al referirse a nosotros en otro sentido, incluso a mí en algún momento me habría gustado porque luciría más correcto y normal en comparación a lo que tenía con Mason. Ya no pensaba igual, claro.

¿Por qué tuvo que irse sin despedirse como tal? O peor ¿por qué se fue?

Quizá no haya soportado la selectividad. O la típica presión. No lo sabía, ciertamente me frustraba que no tuviese teléfono y no respondía ninguno de mis e-mails. Gmail no me ofrecía información sobre su última conexión o algo por el estilo, carajo. No tenía Facebook, Instagram, ni ninguna otra red social. Oraba porque estuviese bien, tal vez su tía lo rastreó como hizo mi madre conmigo, no podía saberlo. Él estaría bien, intenté convencerme de eso y esperaba así fuese. Lo extrañaría tanto. Me sorprendió percatarme de que fui la más afectada por su partida, sin saberlo nuestra amistad se arraigó mucho; más de lo que realmente estaba dispuesta a admitir.

El rostro de Grecia se iluminó, no duró mucho, posteriormente ensombreciéndose como un día de lluvia. Sus ojos plata no ayudaban. En realidad, la hacían lucir lúgubre.

Fijé mis ojos en el punto de su mira. Oh...

Elliot. Y Mónica. Riendo juntos y tomando asiento en una mesa adyacente a la nuestra. Sabía que esto pasaría. Era normal ¿no? Una colombiana con una clara figura voluptuosa y una cálida e inocente personalidad. Contra Grecia, una neoyorquina con un rostro y cuerpo de diosa griega; una personalidad insistente y apasionada.



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En el texto hay: humor amistad, suspenso amor dolor, amornotoxico

Editado: 03.12.2021

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