*Narrador Omnisciente*
Grecia estaba preocupada, manejaba con cierta ferocidad y prisa por saber qué carajo había pasado con su amiga, con su novio y con Emily. Mason y Heather en los asientos de atrás del Dodge Neon seguían perplejos, sin saber exactamente cómo reaccionar. Iban en silencio puro, la tensión era palpable en el ambiente. Si no llegaban rápido la curiosidad y preocupación terminaría por matarlos.
En el hospital, Rita observaba a Paola, mirando como volvía a estar tumbada sobre ésa cama. La mujer sintió una culpabilidad y compasión impresionantes, no quería ver como sufría de nuevo. Fue suficiente con sus shocks. Y ahora esto. Su experiencia hospitalaria no le estaba colaborando lo suficiente para sobrellevarlo como si nada.
Elliot irrumpió en la habitación, sudando gota por gota, lucía hiperventilado y estaba sonrojado. Se notaba de lejos que había estado llorando, así fue, lloraba en los hombros de Mónica que estaba sentada en la sala de espera. La angustia reflejada en su mirada;... Rita podía entenderlo, no puedes pasar por ésta clase de augurio sin sufrir en grande.
— ¿Dónde está su madre? —preguntó el muchacho, estrechando con desprecio su mirada café. Sus fosas nasales se dilataron.
—Tres habitaciones a la derecha de ésta —contestó la mujer pasándose la mano con cansancio por su cabello crespo.
Suspiró mirando al techo y luego a Elliot. — ¿Qué fue lo que sucedió?
Él temía responder esa pregunta, llevaba claro que debería dar explicaciones; es solo que dudaba para contar algo así. ¿Cómo decirle a la gente que ella intentó matar a Paola sin que le dijeran que estaba equivocado? El personal del hospital vio cuando Brittany vino a visitarla. No la creerían capaz de algo así. La harpía era buena montando espectáculos, pensó Elliot.
—Su madre... —titubeó, rascando su cuello y apoyándose en la pared—Ella;... intentó matarla. —Al escuchar esto Rita se estremeció y llevó su mano a su corazón.
— ¿Cómo es eso posible? Paola es una mujer grandiosa, no todas las madres podemos presumir de una hija que esté en la universidad, ¡y de las grandes! —la conmoción la aturdía, a duras penas ella mantenía a sus dos hijas adolescentes.
Vio de reojo a Paola, cerrando sus ojos con fuerza antes de hablar—: ¿Por qué su madre querría hacerle algo así?
—Porque la odia. —Elliot apretó sus puños, llenándose de lágrimas de nuevo—. Cree que su vida es miserable por causa de su hija.
Antes de que Rita pudiese volver a asombrarse, Emily entró con un oficial de policía; iba pegada a él como si sintiese miedo de lo que pudiera pasar. Elliot se acercó y estrechó la mano del hombre fortachón, detective Higgins decía en su chaqueta, pelirrojo igual que la nena, alto y con un semblante cálido; pese a esto sus ojos se veían embargados por la dureza. Clásico de un ser que ha contemplado variedad de locuras humanas, perdiendo la poca pizca de inocencia que haya podido quedar de su vida temprana.
—Buenos días, detective Higgins.
—Buenos días, muchacho; quisiera que ambos me explicaran qué fue lo que pasó aquí —masculló mirando a Emily y Elliot a la vez. Les señaló que salieran con él, obedecieron sin inmutarse.
Rita permaneció acariciando maternalmente la mano de la chica, sus pulsos eran débiles, la gran pérdida de sangre la hacía ver irreconocible y no sabía si el suministro del banco de sangre bastaría. Ni hablar de los moretones y las puñaladas. Lentamente una lágrima fue cayendo por su mejilla, deslizándose en un tobogán oscuro. Les envió un mensaje a sus hijas para saber cómo les había ido en el día. Uno nunca podía estar seguro. Quizá si eras una bacteria o una planta ¿pero humano? ¡Jamás podías estar seguro de nada!
Afuera los tres se apartaron de las pequeñas multitudes, platicaban sobre lo ocurrido. Primero habló Elliot, relatando los hechos de los que estaba al tanto. La llamada de la niña, sus textos sobre la búsqueda inconcluyente hasta que ella la encontró. La desobediencia de ella al entrar allí, la sorpresa de él al encontrarla disparándole a Brittany...
—Wow ¿¡Qué!? Eso no es posible —chasqueó la lengua, endureciendo el semblante pecoso—. No me tomes el pelo, muchacho. Una niña como ella no haría algo así. —Aseguró el detective, echándole un vistazo a ella.
— ¿De verdad quiere creer eso? Oh, Dios. Por eso este mundo está tan perdido, por darle estadía a adultos que dan las cosas por sentado con el pretexto de ser adultos que lo saben todo —manifestó Emily abrazándose, mirando un punto inespecífico—. Síganme —ordenó repentinamente.
Ellos se miraron entre sí algo pasmados y acataron la orden. Higgins recibió una llamada, la atendió y lo notificaron de la llegada de Heather, Mason y Grecia. Él puso al par presente al tanto de ésta noticia, por suerte estaban siendo interrogados afuera, el chico y la nena
suspiraron dándose un vistazo de refilón preocupados. Mason los mataría. Estaban seguros de eso.
Siguieron a la niña hacia la habitación de la escena del crimen, las piernas de Elliot comenzaron a flaquear. Se paró en la puerta de la habitación, el nudo en su garganta lo dominaba. Negó con su cabeza.
—No puedo entrar ahí. No me joda. Vaya usted.
— ¿Está bien? —inquirió el hombre, dándole un apretón de hombro poco reconfortante.
Si la medicina no podía resolver esto, él jamás podría volver a funcionar de la misma manera.
—Sí —le dio una mirada significativa al detective para deshacerse de él, no necesitaba la compasión ajena. Él solo quería a su amiga de vuelta—. Emily, no tienes que ir ahí de nuevo...
—Quiero hacerlo. —Contestó ésta sonando más segura de lo que en realidad se sentía, mordiéndose la lengua para no llorar.
*Flashback*
Abrí la puerta, el chirrido vacío me estremeció.
Paola estaba esposada, con sus brazos lado a lado. Estaba desmayada. Dos heridas monstruosas adornaban ambas piernas, se desangraba segundo a segundo. En sus costillas había moretones por doquier. Su rostro blanco grisáceo me traumó profundamente. No esperar a Elliot fue una idea terrible, él sabría qué hacer.