Brooke aparta la vista de su teléfono, levantando la cabeza, y se quita los auriculares cuando ve que su madre, Gabriella, está hablándole.
–Ya hemos llegado –le avisa antes de bajar del coche al mismo tiempo que lo hace su padre.
Brooke dirige la mirada hacia la ventanilla y mira a través de ésta la casa que se encuentra frente al coche. Es mucho más grande que donde vivían hace tan sólo unas horas. No tarda en pausar la música, desconectar los auriculares y salir del coche para coger sus cosas y entrar cuanto antes en esa casa.
Está deseando entrar.
–No me dijisteis que era tan grande –murmura mientras se coloca una mochila en su hombro derecho.
–Mejor que fuese sorpresa, ¿no? –su padre, Oliver, le sonríe mientras cierra de un golpe el maletero–. ¿Lista para entrar?
–Venga, papá, entremos ya.
Oliver le lanza una mirada divertida y no tardan en ponerse los tres en marcha para entrar en la que será su nueva casa, al menos hasta que dentro de unos meses Brooke encuentre la oportunidad de mudarse para comenzar la universidad.
Se han tenido que mudar debido al trabajo de Oliver, es policía y hace unas semanas le trasladaron, lo que conllevaba que tenían que mudarse. Cosa que, a pesar de que hayan tenido que mudarse a una nueva ciudad y Brooke tenga que terminar su último año en el instituto en un sitio nuevo con gente que no conoce, no le importa demasiado.
Siempre ha sido una chica bastante independiente y, aunque tenía su grupo de amigos en la ciudad donde vivía, no le costó despedirse de ellos. Sabía que seguirían en contacto.
–Wow… –murmura Brooke una vez que cruza la puerta principal.
Nada más entrar, hay un espacio abierto en el que se encuentra el salón, decorado con dos sofás grandes con una mesita de café frente a ellos y una televisión colocada en la pared de enfrente, a la vista de los dos sofás. Al otro lado, hay una gran mesa de comedor de madera con demasiadas sillas y una puerta cerca de ella que, según puede ver Brooke mientras camina, lleva al sótano. Frente a ella y a la izquierda, justo detrás del salón, está la cocina y le sorprende lo grande que es está también; y, junto a ella, una gran cristalera que lleva al jardín. Desde dentro, Brooke puede ver que hay una piscina, pero se encuentra tapada. Por último, hay una última habitación que consiste en un cuarto de baño pequeño.
Todo está decorado con tonos blancos, beige y madera. Le da un aspecto bastante acogedor a la casa. Le gusta.
–Podríamos habernos mudado antes, cuando hacía mejor tiempo –comenta Brooke tras echar un vistazo a la planta baja una vez más–. Así podría haber utilizado la piscina.
–Bueno, ya tendrás tiempo de utilizarla –Gabriella sonríe–. ¿Subimos a ver las habitaciones?
Ella asiente y mientras Oliver les avisa de que se quedará abajo para hacer una llamada, las dos suben las escaleras, que se encuentran pegadas a la pared del cuarto de baño. Al llegar a la planta superior, Brooke echa un vistazo al pasillo que se encuentra frente a ella.
–Madre mía, cuántas puertas… –murmura antes de acercarse a la primera de ellas y echar un vistazo dentro.
Y así hace con todas las demás. Cuatro de ellas son habitaciones y había dos cuartos de baños más, conectados a dos de las habitaciones. Por otro lado, hay otra puerta que lleva a un lavadero, donde se encuentra la lavadora, secadora y diferentes productos de limpieza más.
–Me gusta –comenta tras haber visto todo.
–¿El lavadero? Sí, es bonito –Gabriella bromea y ella ríe.
Siempre ha tenido muy buena relación con ella. Al igual que con su padre. Brooke tiene la certeza de que si se tiene que quedar en casa con ellos, no le importa en absoluto porque siempre saben cómo pasárselo bien juntos, a pesar de ella tenga 17 años ya –cumplidos hace unos meses–. Puede contar con ellos para lo que sea.
–Entonces, ¿con cuál te quedas?
Brooke se dirige a una de las habitaciones que tiene cuarto de baño –cosa que le alegra demasiado ya que siempre ha querido tener cuarto de baño propio– y se queda en el centro de ésta antes de girarse hacia su madre, que la mira desde la puerta.
–Con esta.
–Mira que me lo imaginaba –Gabriella hace un gesto con el pulgar hacia atrás–. Te dejo que te instales, yo voy con tu padre a dejar nuestras cosas en la habitación y después pediremos algo de cena. ¿Italiano?
–Sí, lasaña vegetariana, la de siempre.
Brooke es vegetariana desde hace casi 4 años. Y tiene clarísimo de que es de las mejores decisiones que ha hecho en su vida. Ha descubierto menús y ha probado comidas que antes no hubiese probado si no se hubiese decidido a empezar un menú vegetariano. Y ya lleva demasiados años. Además, siempre se siente un poquito mejor al pensar que es una persona menos que come carne de animal.
–Perfecto –Gabriella le dedica una última sonrisa antes de dejarla sola en la que será su nueva habitación.
Se queda mirando al puerta unos segundos hasta que, finalmente, da un nuevo vistazo a su habitación. Paredes blancas, armario de puertas correderas empotrado lo suficientemente grande para toda su ropa y más, una cama de matrimonio, un escritorio de madera y una silla que, a simple vista, parece cómoda. Algunas estanterías y, por último, un espejo de pie cerca del armario, en el que se ve reflejada unos segundos. Y, cómo no, la puerta hacia su cuarto de baño en una esquina.
Tras unos minutos ahí parada, se acerca a sus dos maletas y a la mochila que hay colocada en una de ellas y abre todo, dejándolo en el centro de la habitación.
Antes de comenzar a instalarse, pone a cargar su teléfono en un enchufe que hay cerca de la cama y elige una de sus playlist favoritas de Spotify. Y ya, por fin, se acerca a su equipaje y comienza a sacar y ordenar todo.
Pasan un par de horas cuando ve que ya ha colocado todo. La ropa en su armario, los libros en las estanterías y las fotos que imprimió antes de venir colocadas sobre la cómoda de la cama. Eligió esa habitación por la habitación y porque podría colocar todo como quisiese –su última habitación al final se le quedó pequeña– y está bastante contenta de ver el resultado.
Editado: 05.12.2020