–¿No te fiabas de mí? –Evelyn la mira, boquiabierta.
–Yo no he dicho eso –Brooke niega rápidamente con la cabeza–. He dicho que, aunque parecías maja, no iba a confiar en ti tan rápido. Siempre he sido así. De hecho, tienes que sentirte afortunada porque he confiado en ti más rápido de lo que normalmente hago.
–Pero, ¿por qué?
–No es personal ni nada, pero es que nunca he confiado en nadie si lo conozco desde hace tres días –se encoge de hombros–. Imagínate que desde un primer momento te cuento tooooda mi vida, tooodos mis secretos y después no eres tan maja como pareces. Pues prefiero asegurarme de que no eres así, y listo.
–¡Pero dijiste que parecía maja!
–Pero las apariencias engañan.
Evelyn se queda mirándola en silencio, con los ojos entrecerrados, durante unos segundos. Los chicos, a su lado, miran divertidos la situación.
–Vale, puede que tengas razón –dice finalmente, relajando la expresión. Después, mira a su alrededor. Están los cuatro sentados en una cafetería a la que han ido después de ir al centro, antes de volver a sus respectivas casas–. ¡Mierda!
–¿Qué pasa? –Max se gira hacia ella al instante.
–¡Que mañana tengo que entregar los ejercicios de Matemáticas y no me acordaba! –se levanta apresuradamente de la silla–. Me tengo que ir ya. Como me presente mañana sin entregarlos, el profesor me mata. No me va a dejar que lo entregue otro día con la excusa de que mi perro se los comió.
–¿En serio le dijiste eso? Qué original –Brooke ríe.
–Ya, pero fue lo primero que se me ocurrió. Ni siquiera tengo perro.
–¿Voy contigo y te ayudo? –le propone Max y Evelyn no duda en aceptar–. Bueno, chicos. Nos vemos mañana.
Se despiden de ellos rápidamente y, en pocos segundos, les dejan a Jack y a Brooke solos. Éstos miran como desaparecen por una de las calles hasta que sus miradas se encuentran.
–Qué mal mienten. Si querían estar solos, nos lo podían haber dicho –comenta Jack, lanzando una rápida mirada de nuevo hacia la calle antes de centrarse en Brooke. Pasa un brazo por el respaldo de su silla–. Hablando de irse a casa, mis padres quieren que vengas a cenar. Otra vez.
–¿Cuándo?
–Este fin de semana. Ya les he dicho que no es necesario que te inviten cada fin de semana, que tú también tienes que estar con tus padres, pero así son ellos. Les caes mejor que yo.
–Es que soy un amor, normal –ella ríe–. Pero iré. A mí me gusta pasar tiempo con ellos.
–No. Lo que te gusta es que te cuente cosas de mí para que te puedas reír a mi costa –él enarca una ceja.
–Eso también. Pero es que si no, tú no me cuentas nada. Y tus anécdotas de niño son demasiado maravillosas para que nadie más las sepa.
Jack le mira sonriendo y se inclina hacia ella, dejando un beso en sus labios que se alarga durante unos segundos. Se separan cuando el teléfono de Brooke empieza a sonar.
–Qué oportuno –murmura él, poniendo los ojos en blanco.
–Como si no tuviésemos tiempo –ríe ella mientras coge su teléfono. Se queda mirando la pantalla unos instantes, leyendo el nombre que aparece en ésta–. Es Ruby.
–¿Le vas a coger?
–Sinceramente, no me apetece –Brooke suspira, aun mirando la pantalla y pensando en lo que hacer.
–Sabes que si no le coges te va a seguir llamando, ¿no?
Jack tiene razón. Sabe por la experiencia de otras veces que, si no le responde ahora, seguirá llamándola y enviándole mensajes hasta que por fin le conteste. Cosa que a Brooke no le gusta nada y, por eso, termina aceptando la llamada.
–Dime, Ruby –dice directamente.
–Eh… ¿estás en tu casa? –le pregunta en voz baja.
–No, estoy con Jack. ¿Quieres algo?
Pero ella no responde. Sólo escucha su respiración al otro lado de la línea.
–Ruby, mira, si quieres hablar conmigo, hazlo ahora. Ya sabes lo que pienso y…
–¿Podemos vernos cuando vuelvas a tu casa? –le interrumpe–. Avísame e iré cuando hayas vuelto. No… no tengas prisa. Yo… quiero hablar contigo de lo que ha pasado.
Ahora es Brooke la que se queda en silencio. Por fin ha dado el paso de querer hablar con ella y –espero que sea así– disculparse. Así que por mucho que esté molesta con ella por lo que ha pasado, prefiere dejar el rencor a un lado, con la esperanza de que cambiará su actitud.
–En un rato volverá a casa, ya te avisaré –dice finalmente.
–Vale.
Y, cuando ninguna de las dos vuelve a decir nada, se despiden rápidamente y Brooke cuelga la primera, guardando después el móvil.
–Por lo menos ha dado el paso de querer hablar contigo –le comenta Jack, quien ha estado mirando atento–. Pero ahora no. En un rato iré a casa, ahora quiero estar contigo.
–Menos mal, porque no quería que te fueras ya –él sonríe–. ¿Vamos a dar un paseo?
Esa es una de las cosas que más le gustan de Jack. Apenas le pide explicaciones respecto a sus decisiones. Acepta todo lo que decida, sabiendo que ella es lo suficientemente inteligente para tomar la decisión correcta –o la que piensa que es correcta– y la apoya en lo que sea. Brooke siempre ha sido una persona que tiene claras sus ideas y que no le gusta que intente convencerla de lo contrario a lo que ella piensa, y que Jack sea así… pues, simplemente, le encanta.
Ella acepte y ambos se levantan, dejando la mesa libre para un grupo que acaba de entrar en la cafetería, y salen de ésta poco después.
Pasan casi dos horas paseando por el centro y entrando en muchas tiendas de éste. Ni siquiera compran nada, pero se entretienen lo suficiente como para que ese par de horas pasen tan rápido que, cuando se fijan en la hora, se sorprende de ello.
Eso es lo que les pasa cada vez que están juntos. Están tan bien juntos, tan cómodos, que el tiempo se les pasa realmente rápido. Las horas pasan volando. Y pocas veces se ha sentido Brooke tan cómoda estando con nadie.
Editado: 05.12.2020