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En cuanto Brooke comienza a abrir los ojos lentamente, los vuelve a cerrar con fuerza, con la cabeza totalmente dolorida y mareada. Le cuesta mucho mantenerse despierta debido al dolor punzante y constante en su cabeza, pero lo sigue intentando durante un rato hasta que, finalmente, consigue abrir los ojos completamente.

Los entrecierra un poco, algo cegada por la luz de una bombilla, y pone una mueca de dolor. Intenta moverse, pero se da cuenta de que tiene las manos atadas a sus espaldas y está atada a, lo que parece ser, una mesa.

¿Dónde está?

Le cuesta un poco adaptarse a la luz e intentar mirar a su alrededor ya que sigue algo mareada. Y, al final, diferencia el lugar donde está. Y lo sabe por las fotos que está viendo frente a ella.

Está en el sótano de Ruby.

–Brooke –empieza a escuchar de repente–. Brooke, ¿me escuchas?

Ni siquiera se había percatado de que la estaban llamando.

Al mirar a un lado, se queda petrificada al ver a Jack ahí, atado de la misma forma que ella, mirándola preocupado. Él también intenta moverse, pero todo se queda en un simple intento. Ninguno de los dos puede moverse.

–¿Estás bien? –le pregunta Jack.

–Eh… sí, sólo… me duele la cabeza –dice y se da cuenta de que tiene la voz ronca. Se aclara la garganta–. Tú… ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?

–Estoy bien –hace una mueca de esfuerzo cuando vuelve a intentar soltarse–. ¡Joder!

–Pero… ¿qué hacemos aquí? –vuelve a preguntar Brooke, mirando a su alrededor–. ¿Cuánto hace que estamos aquí?

–Estáis aquí porque estoy luchando por lo que me pertenece –escuchan de repente la voz de Ruby, bajando por las escaleras y acercándose a ellos–. Y llevaréis… poco más de una hora aquí. Habéis tardado en despertar más de lo que esperaba, la verdad.

–Ruby, ¿qué estás haciendo? –Brooke la mira, sintiéndose asustada sin poder evitarlo.

–Te lo he dicho: luchar por lo que me pertenece –suspira y se acomoda a un lado del sótano, mirándoles a ambos–. Tranquilos, no creo que esto dure mucho. Tenemos la cena preparada arriba, Brooke. No queremos que se enfríe, ¿verdad? –le sonríe de tal forma que consigue ponerle a Brooke los pelos de punta–. ¡Mamá! ¡Papá! ¡Ya podéis venir!

Y, casi al instante, aparecen Rose y Philips, colocándose junto a su hija.

Brooke les mira, entre perpleja y asustada, sin saber cómo reaccionar. ¿Qué se supone que están haciendo? ¿Cuál es su objetivo? ¿Qué quiere decir Ruby con luchar por lo que le pertenece?

–Estáis locos… –Jack les mira–. ¿Qué es lo que pretendéis con esto? ¿Piensas que así vas a recuperar a Brooke? –ahora mira directamente a Ruby–. Estás loca. Todo el mundo tiene razón.

En un par de zancadas, Philips se coloca frente a Jack y le da un golpe en la cara con todas sus fuerzas, consiguiendo que él gire la cabeza a un lado y Brooke dé un respingo, sin esperárselo.

–La última vez que llamas loca a mi hija –le espeta Philips, asestándole otro golpe en la mandíbula–. ¡La última vez!

–¡Para! –le grita Brooke cuando ve que está a punto de darle otro golpe.

Se queda con el puño en alto un instante y después se gira hacia ella. Pero Brooke no le mira, sólo mira a Jack. Una herida se ha formado en su labio inferior y la mandíbula parece estar cambiándole de color. Escuche al suelo, dejando un rastro de sangre, y después la mira a ella.

–Deja de defenderle –le dice Ruby–. ¡Lo único que quiere ese imbécil es separarnos! ¡Y lo ha conseguido! ¡Así que deja de defenderle!

–Ni él ni nadie nos ha querido separar. Eso lo has conseguido tú sola –señala las fotos con la cabeza con desprecio– haciendo ese tipo de cosas.

–Pero si este mural es una preciosidad –sonríe de lado, acercándose a las fotos–. Me ha costado bastante, pero me ha quedado genial. Mira, ¿ves esta foto? –coge una en la que aparece ella llegando a su casa después de correr–. Te la hice un día que saliste a correr, casi dos semanas después de que empezáramos a ser amigas. Fue la primera que te hice –la deja en su sitio y coge otra–. ¿Y esta? Sales preciosa. Es de la noche del baile, ¿te acuerdas? –sonríe ampliamente–. Pero, sin duda, mi favorita es esta. La que salimos las dos juntas –señala la siguiente–. Sólo tenemos una, pero seguro que nos iremos haciendo más, ¿verdad?

–Ruby, suéltanos. Esto… esto no está bien.

–¿Acaso te he dicho que hables? –le espeta y sigue señalando las fotos–. También hay fotos con los imbéciles de tus amigos o con tu novio –pone una mueca de asco al decir esa palabra–. Tenía que estar informada de todo lo que hacías con ellos. Y tengo que admitir que no me gustaba nada cuando te lo pasabas bien con ellos. Y no entiendo por qué, porque tus amigos no me gustan nada… –suspira–. En fin, he visto todo lo que hacías con ellos. Incluso cuando te acostabas con Jack.

Brooke la mira perpleja al escuchar esas palabras. ¿Acaba de decir que… que la ha estado viendo acostándose con Jack?

–Serás… –comienza a decir Jack.

–Ni se te ocurra –Philips le mira al instante, totalmente serio.

Rose se mantiene a un lado en todo momento, sin decir nada pero sin dejar de prestar atención a lo que ocurre ahí abajo.

–Tengo que admitir que, aunque no me gustes, Jack, tienes un buen cuerpo –le mira un momento antes de dirigirse a Brooke–. Y tú, Brooke… eres preciosa. Y eso lo sabes –mira una foto que tiene en las manos antes de volver a dejarla en su lugar–. Parece que lo pasáis muy bien cuando estáis juntos, qué pena que no vayáis a volver a hacerlo.

En ese momento, Rose pasa por delante de ellos y sale del sótano. Philips la sigue poco después. Así que Jack y Brooke vuelven a quedarse solos con Ruby, quien sigue mirando las fotos.

–Ruby, no tienes por qué hacer esto. Suéltanos y hablaremos tranquilos, no hace falta…

–¿Te he dicho alguna vez lo bonito que tienes el pelo? Me encanta –la interrumpe, sin hacer caso de lo que le dice, y acercándose a ella. Se agacha y toca su larga melena–. Siempre he pensado en dejármelo largo. Igual podría hacerlo. Así iría como tú.