Apartada Para El Alpha ( I I Libro )

Capitulo 10: "me quiero morir" (parte uno)

"You were my sun, you were my earth… but you didn’t know all the ways I loved you, no…"

Fumiko Ibars

Bajé de la cama con el cuerpo entumecido, sintiendo un vacío en el pecho que no me dejaba respirar con normalidad. Salí del cuarto en silencio, arrastrando los pies descalzos por el suelo frío. Afuera, la tormenta rugía con una furia que se reflejaba en mi propio caos interno. La lluvia caía en gruesas cortinas, golpeando con violencia los cristales de las ventanas, mientras relámpagos rosas y azules iluminaban el cielo como si rasgaran la misma realidad.

Oshin estaba en su etapa de celo… y este debía ser el momento en que me marcara. La idea se clavó en mi mente como un cuchillo oxidado, desgarrándome por dentro. Lo deseaba con todo mi ser, aunque supiera que no era completamente él.

Pero ya no lo haría.

Reí con amargura, una risa hueca que se perdió entre el sonido de la tormenta. La imagen de la pelirroja en los calabozos apareció de golpe en mi mente. Su expresión satisfecha, su mirada altiva mientras lo observaba, mientras veía a Oshin arrodillado a sus pies como un animal desesperado. Una parte de mí gritaba que no era su culpa, que su instinto lo estaba devorando… pero otra parte, la más rota, la más herida, solo veía la humillación.

Garret tenía razón. Mi enojo y mi dolor me cegaban.

Pero esa mujer… ella había hecho algo. Nadie entraba a los calabozos por accidente. Nadie se entrometía en algo tan privado sin un motivo oculto. Sus palabras aún resonaban en mi cabeza como un eco maldito, como una advertencia de que las cosas solo iban a empeorar.

Pero antes de resolver cualquier otra cosa, debía desaparecer de la vida de Oshin.

Tal vez Garret cumpliría lo que le pedí y le daría otra mate. Alguien que lo amara de verdad, que le diera la felicidad que yo jamás podría darle. No tanto como yo… porque nadie podría igualar la manera en que yo lo hacía, con cada fibra de mi ser, con cada respiro doloroso. Pero al menos… alguien que pudiera devolverle las sonrisas que otro le arrebató. Sonrisas que yo nunca podría provocarle.

Bajé las escaleras sin pensar en nada más. Sentía el suelo helado contra la piel, pero el frío no importaba. Me dejé caer en el sofá de la cabaña, mirando a través de la ventana. La tormenta afuera seguía con la misma intensidad, como si el cielo estuviera gritando mi propio sufrimiento.

Tomé una taza de café de la mesa, sintiendo el calor contra mis manos. Pero ni siquiera lo bebí.

El tiempo pasó sin que me diera cuenta.

Connor bajó las escaleras y lo miré de reojo. Su pelaje grisáceo parecía confundirse con las sombras del lugar. No me había dado cuenta de cuánto tiempo llevaba aquí hasta que el café en mis manos estaba frío. Miré el viejo reloj en la pared. Las agujas de colores giraban en un orden caótico, pero entendí que eran la una de la tarde.

Cuando me senté aquí, eran las seis de la mañana.

No sabía cuánto tiempo pasé con Garret. Ni me importaba.

Había perdido la cuenta de los días desde la semana del celo. Desde ese día. El segundo día del celo… cuando todo se rompió. Ya luego revisaría mi teléfono para saber la fecha exacta. Ahora solo quería desaparecer.

Desaparecer hasta que este maldito dolor dejara de atormentarme.

Es decir… hasta que la etapa de celo pasara para Oshin.

Me acurruqué en el sofá, abrazando mis propias piernas. Sentía la tela áspera del cojín contra mi mejilla, pero el mundo me parecía lejano, como si estuviera atrapada en una neblina densa que no me permitía salir.

Dejé la taza de café en el suelo.

Lo peor de todo era que seguía atada a él.

Era la apartada del alfa Oshin Itreque, y solo si él anulaba nuestra unión podría irme sin que nada me retuviera. Era lo menos que podía hacer por mí después de todo.

O al menos, eso pensaba.

Debía calmar mi mente. Pensar con frialdad.

Tenía que arreglar esto lo antes posible, porque solo así podría tomar la decisión final.

Mi cuerpo comenzó a temblar.

Al principio, pensé que era mi culpa. Que estaba demasiado cansada, demasiado agotada por todo lo que pasaba. Pero luego lo sentí.

El aire a mi alrededor se volvió más denso.

El calor de la cabaña desapareció en un abrir y cerrar de ojos, reemplazado por un frío inhumano.

Levanté la mirada.

La tormenta afuera ya no era solo de lluvia. Ahora, los copos de nieve caían con una furia impensable. La cabaña comenzó a congelarse poco a poco. El hielo trepaba por las paredes, dejando un rastro cristalino a su paso.

Otra vez… otra vez había dejado que mi mente se perdiera demasiado en mis pensamientos.

No podía seguir así. No podía seguir pensando tanto.

Tenía que decidir.

Pero esta decisión… esta maldita decisión era demasiado difícil para mí.

Aun así, ya tenía una idea de cuál sería mi respuesta final.

Suspiré con pesadez y me levanté del sofá, sintiendo el crujido del hielo bajo mis pies.

Comencé a cantar en voz baja, como si con mi voz pudiera alejar el caos dentro de mí.

Connor caminaba a mi lado, en silencio. Su mirada se fijaba en cada uno de mis movimientos, con una preocupación latente que no trató de ocultar.

Me sentía vacía.

Como si algo dentro de mí se hubiera quebrado, y los fragmentos de lo que una vez fui estuvieran esparcidos a mi alrededor.

No sabía por qué tenía esa sensación.

Pero suponía que, en algún momento, lo descubriría.




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