Apartada Para El Alpha ( I libro )

Capitulo 6: ¿el tiempo pasa rápido? (parte dos)

Cada noche, Fumiko pensaba que si pudiera ver a Oshin nuevamente, su agonía finalmente terminaría. La ilusión de encontrarse con él, aunque levemente, la mantenía a flote, pues en lo más profundo de su corazón, aún creía que él era la pieza que faltaba para sanar su alma rota. Pero sus padres no sabían nada de esta lucha interna que la pequeña enfrentaba, y ellos seguían convencidos de que, con el tiempo, su hija volvería a ser la niña feliz y despreocupada de antes.

Mientras tanto, Oshin estaba sumido en un abismo emocional cada vez más profundo. A tan solo 15 años, el joven parecía estar completamente perdido. Su comportamiento era errático y autodestructivo. La situación con su madre comenzaba a preocuparla, pero lo que realmente la tenía alarmada era el impacto que sus acciones estaban teniendo en su futuro. Recientemente, Oshin había obligado a una chica de su escuela a abortar, después de haberla dejado embarazada tras un encuentro sexual sin protección. En su mundo, donde las emociones y las relaciones significaban poco, él no veía el peso de sus actos, ni el daño que estaba causando a las personas a su alrededor.

La hermana de Oshin, aunque apoyaba incondicionalmente a su hermano en su lucha por reunirse con Fumiko, no estaba de acuerdo con sus decisiones ni con su comportamiento. Le preocupaba el camino oscuro que estaba tomando, aunque entendía la profunda frustración de Oshin al estar separado de su "luna", como él la llamaba. Sin embargo, las decisiones de su hermano, como acostarse con cualquiera que se le acercara, le parecían demasiado arriesgadas e irresponsables.

Las tensiones entre Oshin y su padre se intensificaban cada noche. Después de cada pelea en la escuela o tras acostarse con alguna chica, Oshin se presentaba ante su padre, exigiendo respuestas sobre el paradero de Fumiko. Pero siempre recibía la misma respuesta evasiva: "Cuando llegue el momento". Esta respuesta lo estaba desgastando emocionalmente. El joven ya no podía soportar la indiferencia de su padre, y comenzaba a perder la esperanza de encontrar a Fumiko. El tiempo parecía desmoronarlo.

El padre, por su parte, se sentía impotente. Sabía que su hijo estaba cada vez peor, y aunque confiaba en que el reencuentro con Fumiko podría ser la llave para su redención, temía que, en su estado actual, el daño que podría causar sería irreversible. Oshin, al convertirse en un joven con un corazón frío y aparentemente sin remordimientos, podría dañar a Fumiko de una manera mucho más profunda que solo físicamente. La idea de que la niña pudiera ser herida psicológicamente por la brutalidad emocional de Oshin le preocupaba más que cualquier otra cosa.

(...)

A medida que pasaban los meses, la niña comenzó a florecer. A sus siete años, su apariencia y su salud física mejoraban notablemente. Había recuperado su peso, su piel se veía más sana, y su rostro había vuelto a iluminarse con esa sonrisa que tanto había faltado. Fumiko jugaba con muñecas, se reía y se dejaba llevar por las pequeñas alegrías de la infancia. Parecía que la oscuridad de su pasado se desvanecía lentamente, como una niebla que se disipa con la luz del sol. Sin embargo, a pesar de los avances en su salud, su corazón seguía marcado por la imagen de ese joven de ojos miel que había dejado una huella indeleble en su vida. Aunque trataba de ser una niña alegre, sus pensamientos siempre la llevaban de regreso a él, a las noches en las que se aferraba a la esperanza de verlo de nuevo.

Su psicóloga había asegurado que ya estaba emocionalmente estable, lo que permitió que sus padres tomaran la decisión de inscribirla en una primaria común. Aunque para ellos era un paso importante, para Fumiko, era una puerta que finalmente se abría, una salida de la casa que, durante tanto tiempo, había sentido como una prisión. Estaba ansiosa por entrar en la escuela, por conocer a nuevos niños, y por disfrutar de lo que una niña de su edad debía vivir. Aunque sus padres intentaban hacer todo lo posible por prepararla, Fumiko sentía que en el fondo algo le faltaba, y esa sensación solo se intensificaba cuando pensaba en Oshin. Por fuera, todo parecía estar bien, pero en su interior, el vacío seguía presente, alimentado por los recuerdos de su "luna".

El destino de Oshin, por otro lado, parecía empeorar con el paso de los días. A sus 15 años, el joven ya no era el niño dulce y lleno de sueños que alguna vez fue. Su vida estaba marcada por un constante caos emocional y comportamiento autodestructivo. La situación con su padre se había vuelto insostenible. El hombre ya no tenía fuerzas para seguir soportando las constantes peleas, pero en su interior, se sentía culpable. Sabía que muchas de las decisiones que tomaron, incluidas las que separaron a su hijo de Fumiko, eran responsables de la tortura que Oshin vivía a diario. Si hubiera permitido que su hijo conociera a la niña de manera más natural, sin interferencias, las cosas tal vez habrían sido diferentes. El joven habría crecido con la oportunidad de formar un lazo más genuino y menos lleno de dolor. En su mente, Oshin habría tenido una oportunidad mejor de entender su vínculo con Fumiko y de curarse junto a ella, sin las complicaciones que ahora los separaban.

El padre de Oshin pensaba que su hijo había sido pre-destinado a esa conexión con Fumiko. Quizás, si hubieran sido libres de las decisiones impuestas, la niña habría encontrado un camino hacia él de una manera más natural, y el único obstáculo hubiera sido el dueño de la apartada, quien, por ser un ser pre-destinado, no podría hacer más que liberarla y permitir que se fuera con Oshin. Pero esas ideas ahora solo servían para acrecentar el peso del arrepentimiento y la culpa que llevaba en su pecho. Los "qué hubiera pasado" ya no tenían cabida en sus pensamientos. La realidad era que todo estaba fuera de su control, y lo único que quedaba era enfrentar las consecuencias.

Lo que alguna vez fueron decisiones tomadas con la esperanza de proteger a su hijo, ahora se sentían como cadenas invisibles que los mantenían atrapados. Los sentimientos de culpa, arrepentimiento y resentimiento eran ahora tan profundos que parecían imposibles de erradicar. Las preguntas sobre lo que podría haber sido, sobre cómo las cosas podrían haber sido diferentes si tan solo hubieran tomado otro camino, ya no tenían respuesta. No había lugar para el arrepentimiento, ni para las especulaciones de lo que pudo haber sido. Lo que quedaba era aceptar que, por más que se deseara, el tiempo no podía deshacerse, y las decisiones tomadas en el pasado ya no podían cambiarse.




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