Apartada Para El Alpha ( I libro )

Capitulo 14: ¿eso era? (parte uno)

"El amor a veces puede sermágico. Pero al finentendí que la magia es solo una ilusión"

Fumiko Ibars

Los rayos del sol me golpearon en el rostro, sacándome lentamente del sueño. La calidez en mi piel era reconfortante, pero al mismo tiempo, me obligaba a dejar la tranquilidad que había sentido durante la noche.

Abrí los ojos con lentitud, pestañeando varias veces hasta acostumbrarme a la luz dorada que entraba a través de las cortinas entreabiertas. Había dormido profundamente, sin interrupciones, sin sentir los dolores que me atormentaban a diario. Por primera vez en mucho tiempo, mi cuerpo no se sentía pesado, no había rastros de aquella presión sofocante en mi pecho.

Satisfecha, extendí la mano con la intención de tocar a Oshi en la cama, buscando su calor entre las sábanas... pero solo encontré el vacío.

La suave tela aún estaba tibia, lo que significaba que no hacía mucho que se había levantado. Fruncí el ceño y me incorporé, frotándome los ojos con las manos antes de hacer un escaneo rápido del lugar.

Seguía en el cuarto de Oshi.

El aroma masculino impregnaba la habitación, una mezcla de su colonia amaderada con un leve toque de tabaco y algo más sutil, algo que solo podía describir como él.

El dormitorio era espacioso, decorado en tonos oscuros y elegantes. Las paredes tenían detalles en negro mate con molduras de madera oscura que le daban un aire sofisticado. A un lado, había un gran ventanal cubierto por cortinas de terciopelo grisáceo, lo que permitía que la luz del sol filtrara de forma tenue, dando una atmósfera tranquila al lugar.

Frente a la cama, un mueble de roble negro sostenía una botella de whisky a medio terminar y un par de vasos. En la esquina, un perchero sostenía su chaqueta y, junto a la pared, había una chimenea apagada, con leña lista para ser encendida.

Pero lo más llamativo era la cama en la que me encontraba.

Amplia, de sábanas gruesas y suaves, con un cabecero de cuero negro. Me hundí un poco en el colchón, disfrutando la sensación de comodidad, antes de volver a la realidad.

Mis maletas estaban al lado de la cama.

Las observé con detenimiento, preguntándome quién las habría traído hasta aquí. Bajé de la cama descalza, sintiendo la alfombra mullida bajo mis pies, y me acerqué a ellas.

Con un suspiro, me incliné para tomar una de ellas y la coloqué sobre la cama. Deslicé el cierre con suavidad, sacando un cambio de ropa para darme un baño rápido.

Cruzando la habitación, me dirigí a una de las puertas, suponiendo que sería el baño.

Y acerté.

El interior del baño era igual de elegante que la habitación. El suelo de mármol oscuro brillaba bajo la tenue iluminación, y una ducha amplia con paredes de cristal se encontraba en una de las esquinas. Un espejo enorme colgaba sobre el lavamanos de porcelana blanca, reflejando mi imagen aún adormilada.

Cerré la puerta con seguro y me deshice de la ropa con lentitud. El agua caliente comenzó a caer en cuanto abrí la llave, creando vapor alrededor de mí.

Al entrar bajo el chorro, suspiré con alivio.

Dejé que el agua recorriera cada centímetro de mi piel, relajando mis músculos tensos.

"Tal vez estoy siendo demasiado atrevida…" pensé, apoyando la frente contra los fríos azulejos de la pared. "Pero necesito calmarme… necesito estar tranquila para poder hablar con el señor Mael sin que Oshi se moleste conmigo."

Bufé con ironía al darme cuenta de mis propios pensamientos.

—Demonios, sueno como si fuera sumisa… —murmuré, con fastidio.

Pero la realidad era que, por Oshi, estaba dispuesta a contenerme.

Porque no quería molestarlo.

Porque, aunque no lo admitiera en voz alta, lo necesitaba cerca.

Después de varios minutos, salí del baño envuelta en una toalla. La humedad en el aire hacía que mi cabello cayera en suaves ondas sobre mis hombros. Me puse mi ropa interior de encaje rojo y, con la toalla, froté mi cabello hasta que quedó apenas húmedo.

Luego, escogí mi atuendo.

Unos jeans negros ajustados.

Una camisa ombliguera del mismo color, escotada.

Y, para darle un toque diferente, un suéter de flores en tonos negro y crema.

Completé el conjunto con tacones crema, dándome un aire más maduro.

"Siempre me ha gustado vestirme así."

O más bien… me enseñaron a hacerlo.

Mis padres insistieron en que debía parecer mayor para alejar a los chicos que se interesaran en mí, especialmente si eran mayores. Con el tiempo, lo adopté como parte de mi estilo.

Me miré en el espejo.

Ajusté mi ropa, sacudí un poco mi cabello para darle más volumen y sonreí de lado. Me veía bien.

Abrí mi pequeña maleta de maquillaje y me apliqué rímel en las pestañas, resaltando mis ojos oscuros, luego pasé el labial rojo mate por mis labios con precisión.

Tomé la ropa sucia y la metí en una bolsa, mentalmente recordando preguntar dónde podía lavar mis cosas.

Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió.

Levanté la mirada y lo vi entrar.

Oshi.

Su cabello negro ligeramente despeinado, su camisa oscura desabotonada en el cuello, su porte relajado… pero con esa mirada intensa que siempre lograba atraparme.

Me sonrió.

—Hola, pequeña —saludó con voz baja mientras se acercaba a mí. Sus ojos recorrieron mi figura con una mezcla de apreciación y algo más profundo—. Estás hermosa… —murmuró con suavidad.

El calor subió a mis mejillas.

—Buenos días, Oshin —le respondí con una sonrisa nerviosa—. Gracias…

Él extendió su mano hacia mí.

—¿Vamos a desayunar?

Asentí, cerrando mi maleta antes de tomar su mano sin dudarlo.

—Luego le diré a Sara que coloque tus cosas en el armario —señaló otra puerta dentro de la habitación.

Asentí nuevamente y juntos salimos de su cuarto, bajando las escaleras mientras hablábamos de cosas sin importancia, intentando conocernos mejor.




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