"Lo errores tienen tres pasos: aceptarlos, superarlos y no volverlos a cometer..."
Oshin Itreque
Mi hermana me golpeaba mientras yo intentaba no lastimarla y quitármela de encima, a la vez sin dañarla.
Oyuki estaba verdaderamente molesta conmigo. Sus ojos rojos eran los únicos que podía ver entre todos sus gruñidos, zarpazos y mordidas hacia mí. Gruñí al sentir cómo me mordió la mano, enterrando sus colmillos en ella, y me transformé, quitándomela de encima de una vez por todas. Así empezó una pelea entre ambos, ignorando todo a nuestro alrededor.
Dai estaba demasiado molesto conmigo, pero aún así me protegía.
-¡YA BASTA!- rugió molesto mi padre a los dos. Oyuki se detuvo de atacarme, pero me miró con odio, mientras no dejaba de gruñirme.
-¡DESTRANSFÓRMENSE AHORA!- regañó, demasiado molesto, con tono autoritario. Hicimos lo que dijo, solo tenía mi bóxer y mi hermana su ropa interior, pero sus ojos seguían rojos de la ira, mirándome con odio y asco. Mi padre se acercó a mí con paso lento, anunciando lo que vendría. Me golpeó fuerte con el puño cerrado en la mandíbula, desestabilizándome por completo hasta hacerme caer al suelo. Toqué mi nariz, de la cual brotaba sangre. Los ojos de él estaban dorados por la molestia, su lobo estaba más que molesto. Dante estaba más que molesto conmigo.
-¡DEJA DE ACTUAR COMO UN ESTÚPIDO INMADURO!- rugió, más molesto, apretando los puños. Tomé mi nariz mientras esta se curaba y bajé la mirada al suelo.
-¡MALDITO IMBÉCIL, TE LO ADVERTÍ!- esta vez rugió mi hermana, conteniendo sus ganas de lanzarse a mí otra vez.
-Estoy decepcionada de ti, Oshin Itreque- dijo mi madre en su tono de luna, mirándome mal. Danae, su loba, luchaba desde el interior por partirme la cara a golpes como jamás lo había hecho, y Dai me rugía y profesaba odio eterno internamente. Miré la caja del collar tirada a un lado de los pies de mi padre, haciéndome arrastrar hasta allí. Reaccioné rápido y me lancé a sus pies para recogerla. Luego busqué con la mirada a su alrededor, la gente que estaba rodeándonos murmuraba cosas, pero no la veía por ningún lado.
-Es obvio, idiota, ¿crees que se quedaría luego de todo lo que le dijiste?- rugió Dai en protesta.
-ALPHAS- gritó alguien, llamando la atención de todos. Era el chico que hablaba con ella, corriendo hacia nosotros con desesperación.
-Mi bonita no está...- dijo, a punto de llorar, con su respiración agitada. Mis venas hirvieron del enojo por cómo la llamó, pero mi corazón se heló al saber que había huido. Me miró a mí con odio.
-¡TÚ...!- gruñó, mirándome mal, caminando hacia mí con paso amenazador.
-¡TÚ TIENES LA CULPA, NO LA MERECES!- gruñó más, acercándose a mí de la misma manera.
-Tú no eres nadie para decirme cómo debo tratarla- dije, mirándolo neutro. Una mujer se acercó a mí con un pantalón chándal. Lo tomé y me lo puse. Un gruñido de parte de él me hizo verlo. Sus ojos estaban entre ámbar y azul, haciéndome arquear una ceja con curiosidad.
-ES TU LUNA, DEBES RESPETARLA... Y QUE SEA DEL HOGAR APARTADOS POR LA LUNA NO TE DA DERECHO A TRATARLA COMO MALDITA BASURA- gruñó su lobo a mí. Lo miré curioso, pues se supone que aún no se transformaba.
-Cálmate, hijo- habló el papá de él, preocupado, tomándolo del brazo para detenerlo. El mocoso apretaba la mandíbula, molesto. Mi padre, mi madre y mi hermana, con el saco de mi padre puesto, se acercaron a mi lado. Se sentía en el aire que los tres querían matarme, desmembrarme y luego darme de comida a los Rogers del bosque.
-Cálmese, joven Riu- dijo mi padre. Mi hermana se tensó, mirándolo con cierto recelo y saltó sobre él. Le cayó encima, dejando en el suelo el saco de mi padre, mientras ella se restregaba sobre él como cachorra.
-Mío- ronroneó Oyuki encima de él. Este la abrazó y gruñó a unos hombres que la miraban sin descaro, al igual que yo y mi padre. El mocoso la abrazó.
-Tuyo- dijo él en respuesta y la besó. Me alejé de allí, buscando a mi niña y luego recordé las palabras del mocoso. Me lancé hacia él y aparté a mi hermana de encima de él, levantándolo del suelo.
-¿Cómo que no está?- dije, preocupado, repitiendo las palabras de él. Este abrió los ojos de par en par y se soltó de mi agarre, lanzándome lejos de él sin cuidado alguno ni intención de detenerlo.
La miré correr hacia el bosque llorando, luego de quitarse los tacones. La seguí, y lejos de allí solo estaban sus tacones junto a las raíces de un árbol grande, y ella no estaba.
-La busqué por los alrededores, pero no está... Su aroma se desvaneció a unos kilómetros lejos de donde estaban sus tacones...- dijo preocupado. Lo miré algo confundido, dolido. No sabía cómo sentirme. Corrí lejos de allí, con la caja del collar aún en la mano.
Me sentía impotente y culpable. Él era solo un amigo, pero la manera en la que él la miraba me había hecho arder en celos, y yo la había tratado horrible por mis celos estúpidos y supuestamente sin sentido.
Corrí donde estaba su aroma y miré sus tacones en el suelo como había dicho el chico antes.
Seguí el aroma débil de ella, que era arrastrado por el viento helado del bosque hacia afuera de la manada. Luego, no se sintió más, como si hubieran desaparecido en ese lugar.
Molesto, preocupado, impotente, me sentí. Me tiré en la tierra y metí mi cara entre mis rodillas. Ya era de madrugada y solo faltaban dos horas para que saliera el sol de nuevo. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se fue o si la habían llevado...