Apartada Para El Alpha ( I libro )

Capitulo 24: bienvenida a casa (parte Dos)

-¡Yo también! -exclamó mi hermano con entusiasmo, uniéndose al abrazo.

Sentí su calor envolverme, un calor que no recordaba, pero que de alguna forma me resultaba familiar. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras lo miraba con desconcierto.

Cuando sus dedos se deslizaron suavemente por mi cabello en una caricia fraternal, un escalofrío recorrió mi espalda.

-Te extrañé, hermanita -susurró con una sonrisa que parecía sincera, pero que no lograba borrar mi confusión.

Intenté responderle con una sonrisa, aunque en mi interior una sensación extraña se arremolinaba en mi estómago. ¿Cómo se suponía que debía reaccionar? Se supone que estaban muertos.

Tragué saliva y, sin poder evitarlo, las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas:

-¿Por qué no me buscaron?

Mi voz sonó rota, apenas un murmullo cargado de súplica. No podía evitarlo. No después de haber crecido con la certeza de que estaba sola en el mundo.

Josh suspiró y se separó del abrazo, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta con aire despreocupado, como si esta conversación no fuera tan trascendental como lo era para mí.

-Siempre estuve ahí -respondió con naturalidad, encogiéndose de hombros-. Creímos que serías feliz con ese alfa, pero al ver cómo te trató anoche... no pude resistir más y te traje a casa. Al ser neófito, pasé desapercibido entre los perros.

Sonrió con cierta satisfacción, como si se sintiera orgulloso de lo que había hecho, como si hubiera sido un simple juego para él.

En mi mente, las palabras "te traje a casa" retumbaban con fuerza.

¿Casa?, ¿Desde cuándo tengo un hogar?

Mi padre, o el hombre que afirmaba serlo, habló por primera vez desde que desperté. Su tono era suave, casi paternal, y me hizo estremecer.

-No quería alterar tu vida, mi niña -dijo con dulzura, como si realmente le importara-, pero el tarado de tu hermano me sorprendió esta madrugada con tu cuerpo inconsciente en sus brazos.

Su mirada se endureció de repente y pude notar la tensión en sus gestos cuando continuó hablando.

-Después de escuchar su explicación sobre por qué te trajo, decidí que no regresarías con ese... -su voz se volvió fría, cargada de un resentimiento que no entendía del todo.

Se inclinó levemente y depositó un beso sobre mi cabeza con un gesto protector que se sentía completamente ajeno, desconocido... y, al mismo tiempo, extrañamente reconfortante.

Cuando se separó, su mirada se clavó en la mía con una intensidad que me dejó sin aire.

-No dejaré que te trate otra vez como basura.

Sus palabras retumbaron en mi mente como un eco.

¿Eso es lo que pensaban?, ¿Que me había convertido en una muñeca rota en manos de Oshin?, ¿Que necesitaba ser rescatada?

La rabia y el desconcierto se entremezclaban en mi interior, formando un torbellino de emociones que no sabía cómo manejar. No era una víctima. O, al menos, no quería serlo.

Mi mente seguía luchando por encontrar respuestas cuando la voz de Josh rompió el silencio con su usual despreocupación:

-¿Qué tal si vamos a comer? Muero de hambre...

Lo miré con incredulidad. ¿Cómo podía estar tan tranquilo en medio de todo esto?

-Te he estado viendo todo el tiempo, pero quiero que me cuentes con lujo de detalle lo que ha sido de tu vida desde que cumpliste nueve años -agregó con emoción genuina en su voz.

Trece años.

Había pasado tanto tiempo... tantos años en los que creí que no tenía familia, en los que tuve que aprender a sobrevivir sola, en los que nadie estuvo ahí para abrazarme en mis peores momentos.

Y ahora simplemente esperaban que les contara todo como si fuéramos una familia normal.

Asentí, limpiándome las mejillas de las lágrimas que, sin darme cuenta, habían comenzado a caer.

-Ahí hay algo de ropa y aquel es el baño. Te esperamos afuera -dijo mi padre, señalando el cuarto antes de... desaparecer.

Parpadeé varias veces.

-¿Qué carajos...? -susurré, mirando el lugar donde había estado.

Josh rio, encogiéndose de hombros como si aquello fuera completamente normal.

-Te acostumbras -dijo con una media sonrisa-. Te veo abajo.

Se inclinó y besó mi frente antes de salir por la puerta como la gente medianamente normal.

Suspiré y me dejé caer en la cama.

Mi mente no podía con esto.

Tomé aire y traté de organizar mis pensamientos.

Analicemos mi vida en los últimos eventos:

> Estoy en una fiesta con Oshin, quien me presenta como la Luna de Dark Moon.

> Oshin me arrastra lejos de todos cuando estoy hablando con Riu y me dice cosas que me lastiman.

> Ai ataca a Oshin y luego se transforma en una hermosa loba blanca.

> Corro lejos de ellos llorando como si alguien hubiera muerto, bajo las miradas de lástima de todos los presentes.

> Alguien me droga y me secuestra.

> Mis secuestradores resultan ser mi padre y mi hermano, quienes se suponía que estaban muertos... y también son vampiros.

Conclusión:

-Mi vida es una mierda, por donde la vea -murmuré en voz alta.

Me levanté con un suspiro y me dirigí al armario. Saqué un cambio de ropa y fui al baño, cerrando con llave detrás de mí.

Me deshice del vestido con movimientos torpes y noté que mis pies dolían... estaban vendados.

Me metí bajo la ducha y dejé que el agua caliente recorriera mi cuerpo. Cerré los ojos, intentando relajarme, pero mis pensamientos no me dejaban en paz.

Bajé la vista y mi mirada se posó en la marca de mi muñeca.

Oshin.

La imagen de sus ojos apareció en mi mente. Su voz. Su toque.

No.

Sacudí la cabeza.

No pienses en él.

Me obligué a concentrarme en otra cosa.

Por un instante, consideré la posibilidad de quedarme aquí, con mi padre y mi hermano. Podría convertirme en vampira cuando cumpliera dieciocho y olvidarme de todo.




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