Apartada Para El Alpha ( I libro )

Capitulo 25: quiero estar con el (parte uno)

"Es una metáfora.

Te pones el arma entre los dientes pero no le das el poder de matarte"

Fumiko Ibars

Desde el momento en que abrí los ojos esa mañana en una habitación desconocida, no me había separado de mi supuesto "hermano". Josh caminaba a mi lado en silencio, como si temiera que si se alejaba un poco, simplemente desaparecería.

El jardín de la mansión era gigantesco, con senderos de piedra blanca que se extendían entre árboles perfectamente podados, fuentes talladas en mármol y flores de colores vibrantes. Pero no me importaba la belleza del paisaje.

Nada de esto me pertenecía.

Nada de esto me hacía sentir en casa.

Josh me hacía preguntas y yo respondía sin dudar. No tenía motivos para ocultarle nada. Cada palabra que pronunciaba era una pieza más de un rompecabezas roto. A cambio, él también me respondía, compartiendo fragmentos de una historia en la que yo supuestamente encajaba.

Pero cuanto más hablábamos, más evidente se volvía que éramos dos extraños.

A pesar de compartir una historia, el tiempo nos había convertido en desconocidos.

Después de un rato, el silencio se instaló entre nosotros.

Mis dedos rozaron los pétalos de una rosa roja, una de las tantas que adornaban los rosales del jardín. Su suavidad contrastaba con las espinas afiladas en su tallo.

Una advertencia silenciosa.

Justo como él.

Inhalé profundo, sintiendo el aroma de las flores mezclarse con el fresco aire matutino.

Y entonces lo dije.

-Quiero regresar con él.

No lo miré cuando hablé. Mi atención seguía fija en la rosa. Pero dentro de mí, todo mi ser gritaba esa verdad.

Josh dejó de caminar. Su energía cambió de inmediato.

Podía sentir su mirada clavada en mí, pero no me inmuté.

No podía estar lejos de él.

No me importaba si eso significaba mi ruina total. No me importaba si me destruía en el proceso. Necesitaba estar con él.

No había otra opción.

Josh tardó un segundo en reaccionar, pero cuando lo hizo, su respuesta fue tajante.

-Jamás.

Su tono era frío, decidido, lleno de desaprobación.

Sonreí de lado, sin apartar la mirada de las flores. Pobre ingenuo.

No entendía nada.

-No pedí tu permiso, Josh -murmuré con calma, girando levemente mi rostro hacia él.

Pude ver cómo su mandíbula se tensaba.

-Seas quien seas...

Mi mirada se posó en la suya, observándolo con una mezcla de burla y desafío.

-Él es mi comprador, y mi lugar como su apartada es a su lado.

Josh inhaló con fuerza, sus puños se cerraron con tal intensidad que sus nudillos palidecieron.

Pero no terminé ahí.

-Tiene más derecho sobre mí que tú -continué con frialdad-, o que ese hombre que dice ser mi padre.

Su cuerpo entero se tensó. Lo vi debatirse entre el enojo y la incredulidad.

Pero no me importó.

-Además... yo deseo regresar a su lado.

La última frase salió con una seguridad implacable.

Silencio.

Josh no respondió.

Su rostro reflejaba una mezcla de furia, frustración y algo más profundo, algo que no pude identificar.

Pero eso ya no era mi problema.

Di media vuelta sin más, mi mirada fija en la mansión que se alzaba imponente frente a nosotros.

Sabía que estaba siendo cruel con Josh, que mis palabras lo lastimaban.

Pero no me importaba.

No iba a quedarme aquí viendo cómo la ansiedad me consumía.

No iba a esperar sentada mientras el dolor de su ausencia me arrancaba la cordura.

Porque lo sabía.

Si yo no estaba con él... buscaría a alguien más.

Y la simple idea de que otra persona ocupara mi lugar era un veneno que me carcomía por dentro.

No podía permitírselo.

-Cuando encuentres a tu predestinado, entenderás lo que siento -susurré antes de alejarme.

No miré atrás.

No tenía nada más que decir.

Josh no podía entenderlo. Ninguno de ellos podía.

Tal vez no era su culpa.

Tal vez no podían comprenderlo porque jamás lo habían experimentado.

Pero si realmente me querían... me dejarían ir.

Era así de simple.

Aunque les doliera.

Porque la verdad era que, más allá de los lazos de sangre que decían que éramos familia... para mí solo eran dos desconocidos.

Dos hombres que aseguraban ser mi padre y mi hermano.

Dos hombres a los que vi morir con mis propios ojos.

(...)

Me perdí.

El interior de la mansión era tan inmenso y laberíntico que, después de un rato, ya no sabía en qué parte del edificio estaba.

Lo supe cuando vi el mismo jarrón por quinta maldita vez.

Me detuve en seco, apretando los dientes con frustración.

-¿OTRA VEZ? -grité, al borde de la histeria.

El eco de mi propia voz se esparció por los pasillos vacíos.

Miré el jarrón fijamente, sintiendo una ira irracional crecer dentro de mí.

-¡TE JURO, JARRÓN HORRIBLE, QUE SI TE VEO UNA VEZ MÁS TE ESTRELLO CONTRA ESA PARED!

Apunté con el dedo hacia la pared más cercana, como si el maldito objeto pudiera entenderme.

Por supuesto, el jarrón no respondió.

Me pasé una mano por el rostro y bufé, exasperada.

Mis pies me llevaban en círculos, como si la mansión estuviera jugando conmigo.

Y, por si fuera poco, el hambre empezaba a hacerse notar.

Fantástico.

-Genial. Estoy perdida, hambrienta y discutiendo con un jarrón.

Chasqueé la lengua con fastidio y giré sobre mis talones, atravesando otra puerta con brusquedad.

La azoté detrás de mí con fuerza.

Si este lugar tenía salida, la encontraría.




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