El lobo salió volando de mi cuerpo, y un sollozo se escapó involuntariamente de mis labios mientras me aferraba a mi brazo herido. La presión en mi pecho era insoportable. Sentí cómo la desesperación me invadía y, sin embargo, la necesidad de ver a Oshin se apoderó de mí, impulsándome a mirarlo, a buscarlo. Mis ojos se dirigieron al lugar donde el lobo café había chocado contra un árbol, sus gruñidos resonaban en mis oídos, pero algo más ocupaba mi mente.
Fue entonces cuando vi a Oshin. Estaba frente a mí, luchando. El aroma a alcohol se intensificaba con cada movimiento suyo, pero algo dentro de mí me tranquilizó al verlo, por más que su cuerpo estuviera herido y cubierto de tierra. En ese momento, su presencia fue un refugio. "O...shi..." Mi voz se quebró al pronunciar su nombre. Un cúmulo de emociones empezó a invadirme, la confusión, el miedo, y una pequeña chispa de alivio. Estaba allí, él, a pesar de todo. Y aunque su estado me preocupaba, saber que estaba peleando por mí, que no me había dejado sola, me dio fuerzas. Mi corazón latía con fuerza al ver sus ojos brillando con determinación, aún a través de la tormenta que nos rodeaba.
De repente, el lobo se levantó con furia renovada y se lanzó nuevamente hacia él. Fue en ese momento cuando comprendí que era Dai quien había tomado control del cuerpo de Oshin. Sus ojos, ahora de un azul cielo claro, se conectaron con los míos de una forma que me dejó sin aliento. En ese instante, no había dudas, era él, el espíritu de Dai dentro de Oshin. Un escalofrío recorrió mi columna al entenderlo. Era como si la realidad se desdibujara por un momento, y todo a mi alrededor se redujera a esa lucha feroz entre Oshin y el lobo.
Mi brazo sangraba, y el dolor comenzó a nublar mi mente. Cada latido era un recordatorio de que estaba perdiendo sangre, pero, al mismo tiempo, me aferraba al sonido de los gruñidos y los zarpazos entre ellos para mantenerme despierta. ¿Por qué me costaba tanto pensar con claridad? ¿Por qué, a pesar de todo, el hecho de que él estuviera allí me daba un impulso de fuerza que nada más podría darme? Me quité la liga de mi cabello y rápidamente la envolví alrededor de mi muñeca, apretando para evitar que la sangre siguiera escapando de mi cuerpo. Pero, por más que lo intentaba, no podía dejar de pensar en él, en cómo, a pesar de su propio sufrimiento, seguía luchando.
Las lágrimas dejaron de caer en el momento en que vi a Oshin de nuevo. Todo en mí parecía calmarse. Como si su presencia, su mirada, fuera lo único que pudiera salvarme en ese caos. Entonces, todo se detuvo. Los zarpazos cesaron, y el sonido del viento fue lo único que pude escuchar en ese momento. Vi una mano ensangrentada extendida hacia mí. Levanté la vista y me encontré con sus ojos azules, tan profundos que me hicieron sentir como si estuviera flotando en el mar de sus pensamientos.
Mi corazón latió con fuerza al verlo frente a mí, en pie, luchador, a pesar de su propio dolor. Tomé su mano, sintiendo la calidez de su piel, y me ayudó a ponerme de pie, aunque mis piernas parecían no tener fuerzas. El dolor era insoportable, pero el solo hecho de estar con él me daba algo de calma. Oshin miró mi herida con una expresión que me partió el alma, sus ojos llenos de preocupación y tristeza. Como si su dolor fuera aún más grande que el mío.
-Estoy bien -dije, tratando de calmarlo, aunque mi voz temblaba y el dolor era abrumador. Sonreí levemente, pero no pude evitar ver en sus ojos el miedo, esa angustia que reflejaba por no poder protegerme. Me dolía verlo así, tan vulnerable.
-Lo siento, mi Luna-dijo él, su voz grave y llena de culpa, como si todo lo que había sucedido fuera su responsabilidad.
Mi corazón se apretó. No quería que se sintiera culpable, no quería que pensara que esto había pasado por su culpa. Levanté la mano y acaricié su mejilla con ternura, buscando transmitirle mi calma. A pesar de todo lo que había sucedido, a pesar del sufrimiento, lo único que quería era que él dejara de culparse.
-No te preocupes -respondí, intentando no sonar rota, aunque por dentro todo estuviera destrozado. -Vamos a casa...
Él asintió y, sin decir más, me levantó en sus brazos, llevándome en un gesto protector. La cercanía de su cuerpo me dio algo de paz, aunque mi dolor no disminuyó. El camino hacia su casa fue silencioso, y en mis pensamientos, todo parecía moverse a cámara lenta. Mi mente luchaba por mantener la calma, por no sucumbir al agotamiento, pero en el fondo, me preguntaba si él sentía lo mismo, si se sentía tan perdido como yo. ¿Realmente él sabía cuánto significaba para mí?
-¿Te duele mucho? -me preguntó, interrumpiendo el silencio. Su voz era suave, y su preocupación se sentía en cada palabra.
Un dolor punzante recorría mi cuerpo, cada paso que daba me recordaba lo frágil que era. Pero no podía preocuparlo más. No quería ver ese brillo de culpabilidad en sus ojos. Así que mentí.
-Un poco -respondí, recostándome en su pecho, buscando consuelo en su calor. Aunque el dolor era insoportable, me aferraba a la idea de que al menos él estaba allí. El aroma a alcohol que desprendía me era irrelevante, me importaba mucho más saber que, a pesar de todo, él seguía siendo el mismo Oshin por el que mi corazón latía con fuerza.
-Te amo-dijo de repente, deteniéndose en seco. Fue como si todo se detuviera a su alrededor. Mi respiración se aceleró, y un nudo se formó en mi garganta. Me aparté levemente de su pecho y lo miré, esos ojos azules brillando con una intensidad que me hizo sentir como si el tiempo no existiera. En sus ojos vi el dolor, la desesperación, pero también el amor. Fue entonces cuando supe que, a pesar de todo, no estaba sola. No en este momento, no con él.
-Yo también te amo mucho, amo.-susurré, mi voz temblando ligeramente. No pude evitar sonreír al ver el pequeño gruñido que hizo por la forma en que lo llamé, pero fue un gruñido cargado de ternura, como si de alguna manera lo entendiera.