Terminé de bañarme y salí de la ducha, envolviendo mi cuerpo con una toalla y mi cabello con otra. La sensación de la humedad sobre mi piel me resultó reconfortante, aunque mi mente seguía dando vueltas a lo que había sucedido. Al salir del baño, la habitación estaba vacía. Todo parecía tranquilo, como si el caos de los últimos días fuera solo una ilusión pasajera.
Me dirigí al clóset y saqué algo de la ropa que había traído. Me puse una camisa de mangas largas verde militar que, al principio, me había parecido cómoda, pero ahora se sentía extrañamente pesada, como si el peso de los recuerdos se hubiera impregnado en la tela. Me ajusté un buzo gris a la cintura con una faja negra, las botas negras a los pies. El contraste de lo normal y lo extraño me aturdía, como si mi vida hubiera pasado a ser un híbrido entre lo mundano y lo sobrenatural, y no podía encontrar el equilibrio entre ambas.
Dejé mi cabello suelto, dejándolo secarse naturalmente. Sentí que ese pequeño acto de no intentar controlarlo de alguna manera, de dejarlo fluir, era la forma en la que me sentía ahora: descontrolada, intentando encontrarme a mí misma en medio del caos. Me desconcentré mientras desenredaba mi cabello negro, guardando una liga de pelo en el bolsillo de los pantalones por si acaso decidía atármelo más tarde. Pero ahora, no quería pensar en eso. Estaba tratando de calmar mis pensamientos que iban demasiado rápido para ser procesados.
Me terminé de acomodar las botas, el sonido de las suelas contra el suelo resonó en la habitación vacía. Miré mi reflejo en el espejo y vi una chica que parecía conocerme, pero al mismo tiempo, me resultaba ajena. ¿Era realmente yo? Mis ojos reflejaban una mezcla de agotamiento y miedo. Me sentía perdida, pero al mismo tiempo, como si algo dentro de mí me estuviera empujando a seguir adelante, a seguir buscando respuestas.
Al salir del cuarto, vi a Riu, saliendo de uno de los cuartos cercanos. Me sonrió al verme, y por un instante, todo el temor y la confusión que sentía se desvanecieron. Verlo me dio una sensación de alivio, como si hubiera encontrado un pequeño refugio en medio de un mundo que me estaba devorando.
-Hola, bonita-me saludó con su voz cálida, y por un momento, olvidé todo lo que me preocupaba.
Me acerqué a él y lo abracé con fuerza, como si al abrazarlo pudiera aferrarme a algo familiar, algo que no fuera un completo desconocido. Me devolvió el abrazo, y, en ese momento, sentí que podía llorar. Escondí mi rostro en su pecho, sintiendo el latido de su corazón, como un recordatorio de que aún había cosas buenas en este mundo. Pero, al mismo tiempo, esa sensación de estar perdida se mantenía. No entendía nada de lo que estaba pasando, y me aterraba.
Tenía solo 16 años. Era literalmente una niña, y todo lo que conocía se había ido al garete en cuestión de días. Desde que llegué aquí, todo había empeorado. Me sentía como si mi vida hubiera quedado atrapada en un ciclo sin fin de caos y confusión. Y lo peor de todo es que no sabía cómo salir de él.
Riu, mi mejor amigo, siempre había sido mi apoyo, mi refugio en momentos como este. Verlo aquí, cerca de mí, era lo único que me daba algo de consuelo. Sabía que podía confiar en él, pero las dudas seguían acechando. Estaba aterrada, no solo por lo que pasaba, sino por lo que podría pasar. No quería pensar en el futuro, pero no podía evitarlo. Las preguntas sobre lo que sucedería después, sobre lo que Oshin representaba en todo esto, me martillaban la cabeza.
Mi mente se desvió a mis propias inseguridades. ¿Era masoquista? Tal vez. Después de todo, había defendido con valentía a mi padre y hermano cuando me secuestraron, pero ahora, cuando se trataba de Oshin, me sentía como una sumisa, incapaz de tener voz ni voto. No entendía por qué me sentía tan atraída por él, por qué no podía quitarme esa necesidad de estar cerca de él. Y eso, me aterraba. No quería sentirme débil, pero no podía luchar contra lo que sentía.
La contradicción en mi corazón me estaba consumiendo. ¿Era esto lo que debía hacer? ¿Ceder a lo que mi cuerpo y mi mente pedían, o alejarme de todo eso y tratar de protegerme? La sensación de estar en medio de dos mundos -el normal y el sobrenatural- me ahogaba. Y lo peor de todo era el miedo constante. Sabía que había criaturas que eran mucho más poderosas que yo, y no sabía cómo protegerme.
Me alejé un poco de Riu, sin dejar de abrazarlo, para mirarlo a los ojos. Algo en su mirada me decía que todo estaba bien, que no estaba sola, aunque en mi corazón sentía que estaba flotando en un mar de dudas.
-Hola, Riu-le dije finalmente, con mi rostro aún contra su pecho. Él colocó su barbilla en mi cabeza, un gesto reconfortante que me ayudó a calmarme, aunque solo fuera un poco.
-Siempre confía en mí, bonita-dijo con firmeza. Sabía que podía leerme como si fuera un libro abierto. -No te dejaré sola, contarás siempre conmigo, sea lo que sea...- Me dijo esas palabras con tanta seguridad que, por un momento, casi me creí que todo se iba a resolver.
Asentí, aun con mi cara en su pecho. La sensación de su abrazo me calmó, pero por dentro seguía un torbellino de emociones. Me tragué las ganas de llorar con fuerza, de gritar y dejar salir todo lo que llevaba dentro, pero me contuve. No quería preocuparlo más de lo necesario.
-Tengo hambre...-murmuré, cambiando de tema. El silencio se había vuelto insoportable, y hablar de algo tan simple como el hambre parecía una forma de salir de esa espiral de pensamientos que no me dejaban respirar.
Riu rió suavemente y besó mi cabeza, un gesto que me reconfortó más de lo que imaginaba.
-Vamos a comer, mientras te explico por qué estoy aquí y aún no he muerto-dijo con un tono bromista. Reí por un momento, aliviada de que intentara aligerar la situación. Era lo que le quería preguntar desde ayer, y, aunque me intrigaba más la razón detrás de su presencia aquí, en ese momento, cualquier cosa era mejor que quedarme atrapada en mis pensamientos.