Apartada Para El Alpha ( I libro )

Capitulo 34: Toda la historia (parte tres)

-Fumiko, ¿estás aquí?- me llamó alguien, y al instante, mi cuerpo se tensó. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, golpeando contra mi pecho como si quisiera salir. Cerré el libro de golpe, dejando que el silencio llenara la habitación. Me arrodillé rápidamente junto al estante de libros, tomando uno al azar. Intenté leerlo con nerviosismo, pero todo mi cuerpo estaba demasiado tenso como para concentrarme.

-Aquí-, respondí finalmente, mi voz sonando algo más baja de lo que pretendía. Mi respiración se hacía cada vez más acelerada, mi pulso retumbaba en mis oídos, y sentí una punzada de miedo al escuchar sus pasos acercándose. Oshin apareció en mi campo de visión, su sonrisa cálida e inquebrantable. Pero, en ese momento, para mí, esa sonrisa parecía más un presagio de algo inquietante.

-Supuse que te gustaría el lugar-, dijo mientras se acercaba, su mirada fija en el pasillo lleno de estanterías de libros polvorientos. Vi cómo su vista recorrió las paredes, los pasillos, como si todo aquello le resultara familiar. Mi corazón palpitaba desbocado, pero me esforzaba por mantenerme serena.

-¿Historia sobrenatural?- preguntó, observando los libros que me rodeaban. Mi mente quedó atrapada en sus palabras, y una extraña mezcla de curiosidad y terror me invadió. Sentí que algo en su tono tenía más de lo que podía entender.

-Me llama la atención saber más sobre esto, además de lo que me dijeron los que me cuidaron-, respondí con una sonrisa nerviosa, tratando de disimular el cúmulo de emociones que me agobiaban. Oshin asintió, sus ojos fijándose en mí por un momento, como si analizara algo más allá de lo que estaba diciendo. Pero no pude evitar sentirme inquieta bajo su mirada.

-Es hora de cenar-, dijo con una sonrisa que, de alguna manera, parecía tranquilizadora, pero que en mi interior solo alimentaba más mi confusión. Mi mente seguía dando vueltas a los eventos del día, las palabras que me había dicho el hombre en mi sueño, y todo lo que no lograba comprender. Mi estómago se encogió, y una oleada de dudas me invadió.

-¿Cenar?- pregunté, incapaz de creerlo. Miré el reloj de la pared, y me sorprendí al ver que ya eran las siete de la noche. El tiempo había pasado volando, de una manera extraña, como si estuviera en una especie de trance. No me había dado cuenta de cuán rápido había transcurrido el día. Oshin me miró, una risa suave escapando de sus labios.

-Ya son las siete, mi pequeña-, rió él, y por un momento, su risa sonó cálida, como si todo estuviera bien. Pero no pude evitar sentir que algo se estaba perdiendo en ese instante, algo que no quería admitir.

-¿Puedo llevármelos?- pregunté, señalando los libros que había dejado sobre el suelo. Sentí una necesidad imperiosa de seguir buscando respuestas, de entender más, aunque mi mente me gritara que no debía. Oshin me miró por un momento, como si estuviera evaluando mi pregunta, antes de sonreír y acercarse para recoger los libros.

-Los llevaremos-, dijo, y sus manos tomaron los libros con rapidez. Mi rostro se sonrojó ligeramente al darme cuenta de lo nerviosa que estaba, de cómo mi cuerpo temblaba ligeramente mientras observaba cómo él hojeaba uno de los libros que había estado leyendo. Cuando lo miró con el ceño fruncido, un escalofrío recorrió mi espalda.

-Es una historia curiosa-, me excusé rápidamente, sintiendo el nudo en mi garganta al tratar de justificar mis elecciones. Me sentía como una niña atrapada en una mentira, aunque la mentira solo existiera en mi mente. Oshin asintió, pero su expresión se mantuvo seria, como si algo no lo convenciera.

-Vamos-, dijo con una voz que era suave pero firme, indicándome que ya era hora de marcharnos. Asentí, y me levanté con lentitud, mis pensamientos aún girando en torno a lo que acababa de suceder.

-¿Es verdad lo del libro rojo?- le pregunté con voz temblorosa, sin querer dejar la conversación en ese punto. Mi corazón latía más rápido al escuchar mis propias palabras. Oshin me miró y asintió lentamente.

-Es real-, respondió, su tono grave llenando el aire.

-Creí que era Dios el creador de todo...- murmuré, más para mí misma que para él. Mis pensamientos daban vueltas en mi cabeza, y no podía evitar la confusión. Oshin rió suavemente, pero su risa no alcanzó a aliviar la sensación de incomodidad que me recorría por completo.

-No es así, peque-, me dijo, aún sonriendo, pero sus palabras estaban cargadas de algo que no podía comprender del todo. Mi mente luchaba por procesar lo que acababa de escuchar, pero la respuesta de Oshin solo añadía más preguntas.

-¿Es real la historia de la portadora?- pregunté con cuidado, mi voz apenas era audible. Oshin me miró de nuevo, esta vez con una expresión más fría, como si estuviéramos hablando de algo que ya no tenía importancia para él, aunque sabía que para mí lo tenía todo.

-Es una leyenda, pues ese libro es muy antiguo y la supuesta portadora no ha aparecido-, dijo mientras caminábamos, sus pasos resonando en el pasillo. A medida que avanzábamos, la curiosidad me carcomía, pero también sentía miedo. ¿Por qué hablaba de la portadora de esa manera? Su tono era despectivo, como si no creyera que ella fuera una amenaza real.

-¿Qué pasaría si ella sí apareciera, después de todo?- pregunté, incapaz de callar la inquietud que se había apoderado de mí. Oshin se detuvo de golpe, sus ojos volviéndose fríos y serios, y el aire alrededor de nosotros pareció volverse más denso, más pesado. El nerviosismo me invadió por completo al notar el cambio en su expresión.

-Sería uno de los primeros en luchar contra ella para matarla y robarle su poder-, dijo con una frialdad que me heló por dentro. La manera en que lo dijo era tan segura, tan definitiva, que no pude evitar un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Tragué saliva con dificultad, sin saber cómo reaccionar ante sus palabras.

-¿Po... por qué?- logré preguntar, mi voz temblando.

-Ella nos regresaría a todos a nuestras líneas de tiempo y eso haría que todos los sobrenaturales y seres mágicos abandonáramos las familias que hemos formado aquí en el mundo humano. No podemos permitir eso, y si acabar con ella nos ayudaría a todos, lo haría sin pensar.- Las palabras de Oshin resonaban en mi mente, y un miedo helado comenzó a formarse en mi estómago. Si yo era esa portadora... no podía quedarme aquí. No podía quedarme con ellos.




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