"Es el destino escrito lo que hare, solo que yo le daré mis propios cambios"
Fumiko Ibars
Ya habían pasado unas horas desde que desperté y una semana casi desde que me estaba enterando de "todo", los sueños con Garret eran recurrentes... Me sentía inquieta, como si el tiempo se me escapara entre los dedos y no pudiera hacer nada para detenerlo. Estaba en la cocina, mirando los estantes como si todo fuera una rutina, pero cada acción que realizaba me parecía importante, como si todo dependiera de cada paso que daba. No podía retrasarme más, tenía que actuar rápido si quería que todo esto fuera como lo había planeado. Cada minuto que pasaba me acercaba más al punto de no retorno.
Tomé algunas cosas del estante y las llevé a escondidas al cuarto, dejándolas en el mismo lugar donde tenía la mochila. Todo estaba planeado con precisión, o al menos eso intentaba. Dentro de mí, sentía que estaba caminando sobre una cuerda floja, y cualquier movimiento en falso podría acabar con todo. Acomodé las cosas dentro de la mochila, procurando que no hiciera ruido. Cada uno de los objetos, aunque simples, representaban algo crucial para lo que se venía.
Salí de nuevo del cuarto para buscar lo que me faltaba. El tiempo se me escapaba y no podía perder ni un segundo más. Aprovecharía que esa noche Oshin tenía una reunión con Ai en no sé qué manada y no regresaba hasta dentro de dos días, más o menos. Tenía que ser hoy. Si no, el miedo de ser descubierta sería mucho más grande. La incertidumbre me hacía sentir como si estuviera caminando con los ojos vendados, sin saber lo que vendría después. Tenía que apurarme, no podía perder más tiempo.
Justo cuando pensaba en eso, escuché la voz de Riu detrás de mí. Me sobresalté tanto que me pareció que mi corazón iba a saltar de mi pecho.
—Bonita —me llamó, y me pegó un susto que no pude evitar. Me giré rápidamente, mi respiración acelerada y mi cuerpo tenso.
—¡CASI ME MATA DEL SUSTO, TARADO! —me quejé, tomando mi pecho de manera dramática. No me gustaba que me sorprendieran así, pero aún así traté de parecer calmada. Miré a Riu mal, algo irritada.
Él se rió un poco, como si no fuera nada importante.
—Lo siento —dijo con una sonrisa algo pícara. Lo miré, pero no pude evitar notar cómo sus ojos se fijaban en mí con una mirada que no entendía del todo.
—¿Qué pasa? —me preguntó, cambiando el tono. Yo traté de hacerme la indiferente, pero en el fondo, me sentía vulnerable, como si él pudiera ver lo que realmente estaba pensando.
—¿De qué? —respondí, algo extrañada, aunque mi mente seguía divagando entre las cosas que tenía que hacer.
—Has estado extraña desde hace días —me dijo, y mis nervios aumentaron. El hecho de que hubiera notado algo me hizo sentir que estaba perdiendo el control. Había olvidado que él estaba aquí, observándome.
Golpeé mi frente con mi mano, tratando de calmarme. “Debo pensar rápido”, me repetí. No podía dejar que sospechara.
Lo miré y traté de sonreír como si nada, haciendo lo posible por ocultar mi ansiedad.
—No es nada, le estoy preparando una sorpresa a Oshin, por eso he estado así —mentí descaradamente, intentando sonar natural. De todas maneras, me sentía tonta por inventar una excusa tan floja, pero no había otra opción.
Riu me sonrió de manera relajada.
—Siempre eres así —dijo, riendo mientras negaba con la cabeza. En mi interior sentí que algo dentro de mí se soltaba, al menos momentáneamente. Pero, en el fondo, sabía que este tipo de mentiras no duraban mucho. Aunque él no lo supiera, había algo mucho más grande que eso ocurriéndome. Algo que, si él lo supiera, cambiaría todo.
Le sonreí con inocencia, intentando que no notara lo nerviosa que estaba por dentro.
—Esperemos que le guste la sorpresa, porque eres malísima en ellas —me dijo, y mi risa nerviosa se escapó sin poder evitarlo.
—Eso espero —respondí, tratando de desviar el tema. Aplaudí de manera exagerada para disimular mis pensamientos y lo señalé con ambos dedos índice, entrelazados, como si fuera a decirle algo importante.
—Y si no deseas morir, más te vale no decir nada... —dije, intentando darle un toque de humor para que se olvidara de mis extraños comportamientos.
Él asintió, haciendo el gesto de "cerrarse la boca", y sonrió con complicidad.
—Bien, me voy —dije, y me alejé de él rápidamente, sin dejar de sentir esa presión en el pecho. Sabía que tenía que actuar rápido, pero el simple hecho de hablar con él me había hecho dudar. A veces, sentía que los lazos de amistad y cariño eran los más peligrosos, porque podía ser descubierta en cualquier momento.
Salí corriendo hacia la cocina de nuevo. Mis ojos comenzaban a picar por el cansancio, pero no podía detenerme ahora. Tenía que continuar, aunque por dentro sentía que todo lo que estaba haciendo era peligroso, que cada paso que daba podría ser el último.
"Lo siento", pensé amargamente mientras buscaba en los cajones. Sacaba lo que necesitaba con rapidez, pero también con cuidado, como si el simple hecho de hacer ruido pudiera delatarme. Saqué una linterna, dos pilas, una cuerda, un cuchillo y otras cosas que podrían ser útiles. Mi mente no paraba de pensar en lo que iba a hacer, en lo que tendría que enfrentar más tarde. Sabía que lo que estaba por hacer era irreversible, pero no podía dar marcha atrás. Todo estaba puesto en juego.
Regresé rápidamente al cuarto y dejé todo junto al resto de las cosas que había preparado. Miré la mochila que estaba casi llena y suspiré profundamente. Ahora, solo me quedaba esperar que llegara la noche.
—Ahora esperar que caiga la noche —murmuré para mí misma, terminando de acomodar todo. Mi mente seguía dando vueltas, como una rueda que no paraba de girar. Aunque me había preparado durante días, el miedo seguía acompañándome.
Suspiré con pesadez mientras ponía la mochila en el mismo lugar donde la había dejado antes. Mi estómago estaba revuelto, y no solo por el hambre o el estrés, sino por la sensación de que algo iba a suceder, algo que no podía controlar.