Apartada Para El Alpha ( I libro )

Capitulo 38: Adios (parte dos)

Luego de ver tres películas juntos, Ai apareció en el cuarto a llamar a Oshin, quien necesitaba alistarse ya que debían salir en una hora. Yo me quedé allí, tratando de mantener mi mente ocupada, pero la ansiedad empezaba a apoderarse de mí. Mientras él se bañaba, aproveché para ayudar a Oshin a preparar algunas cosas en una pequeña maleta, aunque no podía dejar de sentir un nudo en el estómago.

—Listo... —salió Oshin del baño ya vestido, con su ropa perfectamente acomodada. Lo miré, y por un segundo, todo lo que sentí fue una mezcla de amor y tristeza. Le sonreí, intentando no dejar que mi rostro delatara lo que sentía en mi interior.

—La maleta también está lista —le dije con calma, aunque mi voz tembló un poco sin que él lo notara. Él sonrió y se acercó a mí, tomándome por la cintura y besando mis labios de una manera más prolongada, pero igual de pura y casta que los anteriores. Ese beso, aunque breve, me hizo sentir tan cerca de él, tan segura, que fue como un recordatorio de lo difícil que sería separarnos.

—Te voy a extrañar mucho, pequeña —dijo, separándose un poco y juntando nuestras frentes. Sentí el latido de su corazón contra el mío, y no pude evitar abrazarlo más fuerte. Mi mente estaba llena de pensamientos contradictorios: por un lado, sabía que él regresaría, pero por otro, me aterraba la idea de pasar tanto tiempo sin verlo.

—Yo también te voy a extrañar mucho, Oshi —respondí, intentando sonar más tranquila de lo que me sentía en ese momento. El beso en la punta de mi nariz me hizo sonreír, y aunque mi corazón se llenaba de amor por él, la tristeza seguía acechando.

—Cuando regrese, te llevaré a recorrer la manada como se debe... —dijo con una sonrisa que intentaba calmarme, pero no podía evitar que el miedo se apoderara de mí al pensar en cuánto lo iba a extrañar. Asentí, cerrando los ojos y permitiendo que mis pensamientos se disiparan momentáneamente, pero la angustia seguía presente.

—Te estaré esperando —respondí en voz baja, tratando de tragar el nudo en mi garganta que se formaba con cada palabra que salía de mi boca. La idea de que él se fuera me hacía sentir vacía, como si una parte de mí se estuviera yendo con él. Él besó mi frente y tomó la maleta del suelo, con la expresión de alguien que ya no quería irse, aunque la situación lo obligara.

—¡APÚRATE, OSHIN! —se quejó Ai desde afuera. Oshin sonrió y negó con la cabeza, pero no pude dejar de pensar en cómo el tiempo se nos escapaba.

—Vamos —dijo, tomando mi mano y entrelazándola con la suya. La sensación de su piel contra la mía me tranquilizó momentáneamente, pero al mismo tiempo, me hacía sentir aún más vulnerable. Abajo, estaban Ai, Riu y el padre de ellos, esperándolo con otra pequeña maleta en las manos. Vi cómo se movían con rapidez, pero no podía dejar de fijarme en Oshin.

—Por fin —dramatizó Ai, rodando los ojos. Sentí que la sonrisa de Ai no era más que un intento de alivianar la atmósfera tensa, aunque mi corazón seguía pesado.

—Es hora de irnos —dijo el padre de ellos, y no pude evitar un suspiro, un último intento de contener las lágrimas que amenazaban con caer. Salí de la casa, me despedí de todos, aunque sentía que mi cuerpo estaba en otro lugar, atrapado en el dolor de la inminente separación.

—But I'm a bad liar —murmuré en voz baja mientras se alejaban hacia el auto. Bad liar, bad liar... Now you know, you're free to go.

Las palabras de la canción se mezclaron con la sensación de desgarro que sentía en mi pecho. Riu me miró un poco antes de subir al carro, con el ceño fruncido, como si ya lo hubiera adivinado todo. No podía mentirle a él, no podía esconder lo que sentía. Le sonreí mientras le guiñaba un ojo, aunque una lágrima se escapó de mi ojo derecho, traicionando mis emociones. Él me miró con sorpresa y confusión, pero yo solo le sonreí de nuevo, tratando de mantener la calma mientras secaba la lágrima y me despedía de él con la misma mano, de manera simple.

—¡Apúrate! —se quejó Ai desde el auto. Oshin me miró un momento, y luego entró al coche. El motor rugió, y el coche arrancó. A medida que se alejaba, sentí cómo el vacío crecía más y más en mi pecho. Apenas se desvaneció de mi campo de visión, corrí hacia la casa, evitando que mi tristeza se reflejara en mi rostro.

Estrella me miró desde el pasillo con una mezcla de desaprobación y comprensión, pero no dijo nada. Suspiró pesadamente y me dejó avanzar, dejándome enfrentada a mis propios pensamientos. Entré al cuarto, cerrando la puerta con seguro, y me metí al closet, tomando la mochila con manos temblorosas. Sabía que no había marcha atrás, que todo lo que quedaba ahora era esperar.

Dejé la mochila sobre la cama, y comencé a meter los libros en ella, dejando fuera solo el que tenía el mapa. Sentí el peso de la decisión que estaba por tomar, y mi estómago se revolvió nuevamente, aunque la determinación crecía poco a poco. Me puse una chamarra, ya que el frío me invadió de repente. Mi cuerpo tembló un poco, no solo por la temperatura, sino por la tensión acumulada. Me senté en la cama un momento, respirando profundo y tratando de calmarme.

Ahora solo quedaba esperar a que oscureciera un poco más para poder salir de la casa. Todo lo que había planeado debía hacerse con cuidado, y debía actuar rápido. Dejé la mochila lista, sentí un escalofrío recorrer mi espalda y, aunque la ansiedad me comía por dentro, sabía que no podía echarme atrás. Tenía que irme. Después de todo, lo único que quedaba era correr con todas mis fuerzas hacia lo desconocido.




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