Apartada Para El Alpha ( I libro )

Capitulo 39: Adios (parte tres)

Ya era hora. La luna brillaba intensamente, como una señal silenciosa de que el momento había llegado. Cerré los ojos y suspiré profundamente, dejando que cada inhalación llenara mis pulmones de aire frío. Sentía cómo mi corazón latía con fuerza, como si no solo mi cuerpo, sino mi alma misma estuviera luchando contra la ansiedad. Trataba de usar toda mi energía para detener, aunque fuera por unos segundos, el tiempo. Necesitaba que el mundo se congelara, que todo dejara de moverse, para darme un respiro, un pequeño momento para prepararme para lo que venía. Abrí los ojos lentamente, temiendo lo que podría ver, pero al hacerlo, la visión que me recibió fue una hoja de un árbol suspendida en el aire. Por debajo de ella, dos guardias de ronda estaban completamente paralizados, como estatuas inamovibles. Mi respiración se aceleró, pero una sonrisa fugaz cruzó mi rostro. Lo había logrado. Me sentí aliviada, pero a la vez, el peso de lo que estaba a punto de hacer comenzó a asomar.

Corrí hacia el cuarto, con el corazón en la garganta. El tiempo no iba a esperarme, tenía que moverme rápido. Tomé la mochila con manos temblorosas y el libro que había dejado sobre la mesa junto a la puerta. No pude evitar sentir que algo se rompía dentro de mí mientras lo hacía. Esa carta, que había dejado sobre la cama desde temprano, parecía ahora un recordatorio de lo que estaba dejando atrás, un símbolo de la despedida que nunca imaginé que tendría que hacer.

Salí del cuarto, cerrando la puerta con un golpe sordo. El sonido resonó en mis oídos como una señal de que ya no había vuelta atrás. Cada paso que daba me alejaba más de lo que conocía, de lo que era seguro, de lo que había sido mi hogar. Sabía que no podía pensar demasiado, que no debía quedarme a mirar atrás. Tenía que apurarme. No sabía cuánto tiempo duraría el hechizo que había lanzado sobre los guardias. Tenía que ser rápida, y, sobre todo, debía seguir adelante sin dudar.

Al salir de la casa, la sensación de libertad me invadió, pero no de la manera en que había esperado. No me sentía liberada, sino más bien perdida, vacía, como si estuviera arrancando una parte de mí que nunca podría recuperar. Corrí hacia el bosque oscuro, y mientras lo hacía, los guardias siguieron caminando como si nada. No tenían idea de lo que había sucedido. Me adentré en las sombras del bosque, sintiendo cómo el aire frío me cortaba la piel. Mi respiración se aceleró, pero mi mente permaneció nublada, centrada solo en un pensamiento: escapar.

Cuando finalmente estuve completamente en la oscuridad, suspiré, mi cuerpo temblando por el esfuerzo. Un peso de alivió, pero el vacío dentro de mí creció aún más. Mis ojos picaban por la falta de sueño y por las lágrimas que finalmente decidí no detener. Esta vez no iba a esconder lo que sentía. Reí, una risa vacía, triste, mientras miraba hacia atrás, hacia la gran casa que había sido mi mundo durante tanto tiempo. Las paredes, los pasillos, los rostros familiares… todo eso quedaba atrás, y yo no sabía si alguna vez volvería a verlos de nuevo.

Adiós —murmuré, mis palabras ahogadas por el viento. La sensación de despedida me atravesó como una lanza. Cada sílaba parecía una carga pesada, como un adiós definitivo que me marcaba el alma. La mochila en mi hombro parecía más pesada que nunca, y el libro, con el mapa en su interior, me recordaba la incertidumbre que me esperaba. Era un viaje incierto, uno que nunca imaginé emprender sola.

Sentí el dolor punzante en el pecho, pero seguí adelante. Tenía que seguir adelante. No podía volver atrás.

Me lancé a correr, con la esperanza de escapar lo más rápido posible, antes de que alguien me descubriera, antes de que todo se viniera abajo. No quería pensar en lo que me dejaría atrás, no quería pensar en lo que perdía. Quería seguir corriendo hasta el final, hasta que el cansancio me obligara a detenerme.

Después de correr varios minutos, esquivando a los guardias y manteniéndome en las sombras, finalmente logré cruzar los límites del territorio de la manada. Me detuve un momento, respirando con dificultad, mi corazón aún palpitando con fuerza en mi pecho. Miré a mi alrededor, asegurándome de que nadie me había visto, y al darme cuenta de que estaba a salvo por ahora, me permití relajarme un poco.

El cielo comenzaba a aclararse. Era madrugada, pero el tiempo había pasado volando. Pensé que tal vez ya no quedaba nada de lo que había conocido, que todo se desvanecía junto con la oscuridad que ahora me rodeaba. Pero no podía detenerme. Aún quedaban días para alejarme lo suficiente, para asegurarme de que cuando él llegara, no pudiera encontrarme. Necesitaba tiempo, y mientras tuviera eso, seguiría corriendo, seguiría luchando contra las emociones que me ahogaban.

Corrí con todas mis fuerzas, sin detenerme, sin mirar atrás. Cada paso me alejaba más de lo que había sido mi vida. Mi cuerpo pedía descanso, pero mi mente me empujaba a seguir, a no flaquear. Algunas veces me detenía para revisar el mapa en el libro, asegurándome de que seguía el camino correcto. Cada vez que confirmaba que iba por el sendero adecuado, respiraba con algo de alivio y continuaba mi ruta, sabiendo que aún quedaba mucho por recorrer.

Cada paso era un recordatorio de lo que había dejado atrás, pero también un paso más hacia mi propio descubrimiento, a la posibilidad de poder arreglar todo para regresar con él, para que realmente no hubiese problema y nos quedaremos juntos. Que todo, fuese perfecto entre nosotros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.