Apartada Para El Alpha ( I libro )

Capitulo 40: Bad Liar

"Esa sensación de que todo va mal, y al final termina siendo verdad..."

Oshin Itreque

Llegamos a la manada de Golden Moon con la misión de hablar con el alfa sobre un tratado. Esto se había vuelto una necesidad urgente, pues él y sus guerreros habían llegado varias veces con amenazas de guerra, o algo igualmente absurdo. No tenía sentido, pero la tensión se acumulaba en el aire cada vez que los veíamos acercarse.

Desde que Riu subió al auto, su actitud se había vuelto inquietante. Estaba absorto en sus pensamientos, como si estuviera atrapado en un lugar lejano y no pudiera salir. Yo también sentía una extraña pesadez en el aire, algo en la actitud de mi niña me desconcertaba y me dejaba intranquilo. Todo estaba fuera de lugar, y yo no sabía exactamente por qué.

—¿Estás bien, Riu? —pregunté, tratando de romper el silencio que nos envolvía, dándole una palmada en la espalda. Él dio un respingo, como si lo hubiera sacado de un trance profundo. Sus ojos se encontraron con los míos por un momento, y luego negó con la cabeza, pero no de manera convencida.

—But I'm a bad liar, bad liar, bad liar... Now you know, you're free to go —dijo él de manera pausada, como si cada palabra se arrastrara desde un rincón oscuro de su mente.

Fruncí el ceño, confundido y sin entender a qué se refería. Algo en su tono me hizo sentir una presión en el pecho. Estaba claro que él no decía esas palabras de manera casual; había algo profundo, algo que me estaba escapando.

Él suspiro pesadamente otra vez, su mente parecía atrapada en alguna verdad que él aún no quería enfrentar.

—Eso dijo mi bonita cuando nos fuimos... —dijo en voz baja, pensativa. Fue como si la mención de "ella" lo hubiera golpeado, y yo no pude evitar sentir que la conversación estaba tomando un giro mucho más oscuro.

Un nudo se formó en mi estómago al escuchar sus palabras, y mi mente comenzó a girar con rapidez, buscando un significado, un sentido.

—¿Soy una mal mentirosa? —pregunté, el corazón golpeando en mi pecho mientras repetía las palabras de Riu. Mi tono era más suave, lleno de duda. Me costaba procesar lo que estaba escuchando. Mis cejas se fruncieron más, mis pensamientos chocando entre sí. —¿Ahora lo sabes, te puedes ir? —repetí, pero la sensación en mi interior era un torbellino. Las palabras parecían estar marcadas por un temor creciente, como si se tratara de un presagio. Algo dentro de mí ya empezaba a temer lo peor.

El silencio se hizo pesado, como una niebla que se apoderaba de la habitación. Sentí una presión en el pecho, como si el aire hubiera dejado de circular. Todo a mi alrededor se volvió más lento, más tenso. Mi corazón se detuvo por un segundo, helado, y una idea aterradora se apoderó de mí. Sin poder evitarlo, murmuré, casi sin querer, con un miedo palpable en mi voz:

—Tenemos que regresar a la manada antes de que sea demasiado tarde —fue un susurro, pero el pánico en mi interior lo amplificó. El miedo me envolvió, helando mi sangre, y por un momento no pude pensar con claridad. Algo estaba mal, y esa sensación no hacía más que crecer en mi pecho.

Riu también lo sintió. Su voz salió entrecortada, como si él también estuviera luchando con un torrente de emociones.

—Esto está mal —murmuró, la angustia clara en su tono. Yo podía ver su ansiedad reflejada en su mirada, perdida, desorientada. —No puedes irte. El alfa de aquí pensará que te estás negando al tratado de paz. Tienes que hablar con él y explicarle lo que está pasando. Regresaremos mañana a primera hora a la manada. —El tono de su voz era firme, pero no podía ocultar el miedo que también lo acechaba. Su propuesta, aunque lógica, no lograba calmar la tormenta dentro de mí.

Asentí, aunque una parte de mí estaba lejos de estar convencida. Una sensación de desconcierto me embargaba, y las dudas no dejaban de acumularse. ¿Y si todo esto fuera un malentendido? ¿Y si la amenaza era real? No sabía si estábamos pensando en algo fuera de contexto o si había algo mucho más grave detrás de todo esto. La incertidumbre me estaba devorando, y la ansiedad crecía, pesando sobre mí como una losa invisible.

(..)

Agradecí al alfa Randy una vez más, pero mi mente seguía atrapada en las mismas preguntas, en los mismos temores. Eran casi las ocho de la mañana, y había logrado hablar con él para confirmar nuestra salida de la manada.

—Espero que no pase nada con su luna, alfa Oshin —dijo él, de manera tranquila, sin saber lo que realmente estaba en juego.

Asentí, casi mecánicamente, rogando a la diosa luna que nos protegiera de lo que temíamos.

—Yo también lo espero. Nos vemos luego —me despedí, pero el peso de mis pensamientos seguía allí, latente, como una sombra.

Cuando subí al auto, el ambiente en el vehículo se había vuelto aún más pesado. Ai, por décima sexta vez, se quejó sin descanso.

—¿Por qué no me dijeron? —su tono estaba lleno de frustración, pero también de dolor. Al encender el motor, decidí ignorarla. No era el momento para discutir sobre eso.

—Yo me hubiera quedado con ella... —sus palabras salieron entre suspiros pesados, como si una angustia contenida estuviera a punto de estallar. Pasó las manos por su rostro, tratando de calmarse, pero la tristeza era evidente.

A pesar de que no quería involucrarme más, no pude evitar escuchar lo que Riu murmuró en voz baja, casi como si hablara consigo mismo, con la mente perdida en un laberinto de pensamientos.

—No hagas nada, bonita —su voz, débil y quebrada, resonó en mis oídos. Yo también estaba luchando con mis propios demonios. Mi mente no dejaba de procesar todo lo que estaba ocurriendo.

Aceleré el coche, el temor aún ardiendo dentro de mí. Mi padre se había quedado en la manada, negociando con el alfa Randy mientras yo iba a buscar a Fumiko. El sol estaba comenzando a ascender, pero el miedo que sentía por lo que podría ocurrir me mantenía alerta.




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