Apocalipsis 001

ACTO VII: Arco "Criaturas" Parte IV

   El resplandor de aquella luz siguió aumentando, mientras más me alejaba de los baños. Estaba caminado en un espacio amplio con grandes ventanales que daban a la calle, algunos se encontraban rotos y otros no. Ya no escuchaba la dichosa voz rasgada y dolorosa de la infectada, rogandome que la matara; pidiéndome que la sacara de su sufrimiento.

No sabía donde estaba mi padre, no había recordado la sala en la que estaba mientras corría. Observé por los grandes ventanales que se extendían por todo un pasillo, las calles repletas de escombros y personas agonizando, arrastrándose, lanzando suspiros. Caminé por ese largo pasillo con paso de tortuga; con esa gran iluminación, tan potente y reconfortante a la vez. Parecía que estaba en el cielo, por lo que no evité el hacer la pregunta ¿Estoy muerto? ¿En realidad morí?

El monólogo que había hecho, fué escuchado por mi padre, el cual se había parecido frente a mis ojos, unos metros más adelante.

— ¡Papá! —Le grité con todas mis fuerzas, y corrí hacia el.

Sus ojos de inmediato al divisarme, se llenaron de lágrimas y al llegar hasta donde él, me regaló un abrazo. Se sentía nervioso, su respiración estaba agitada pero pasados unos segundos se empezó a relajar.

—Sebas, sebas... creí que habías muerto.  —Lo decía con miedo. Parecía que había estado llorando, su esclerótica, se había puesto todo roja. Sara estaba detrás de él, aparentemente la herida no fué tan grave como pensé.

Sara me sonreía tímidamente. Fue la primera vez que ví una sonrisa en su rostro.

—Sebas... me alegro que estes bien, estaba preocupada. —Ella parecía otra persona, pero aun así su presencia era exactamente la misma. Su rostro estaba empapado de tristeza, sus ropajes estaban manchados de su propia sangre; el harapo que colgaba sobre su cabeza estaba manchado de sangre y suciedad.

— Vámonos, tenemos que salir urgentemente de aquí. Llegaremos lo más rápido posible al Jeep; no queremos toparnos con el ejército— Dijo mi padre.

Los gritos de la infectada empezaron a ser notados por mi padre. Observé que se quedó observando el pasillo que quedaba tras de mí.

—Esos gritos... — Dijo mi padre, sin dejar de observar el pasillo tras de mí.

Ante esto, le dice a mi padre:

— Papá, esos gritos son de la infectada qué nos atacó anoche... ella, me entregó esto. —Le pasé aquella tarjeta extraña, con varios número en algún cifrado oculto. Mi padre la observó, y notó algo qué le llamó la atención, lo sabía, porque su rostro cambió, a un rostro con duda.

—Vamos a preguntarle algo a esa infectada... ¿Donde habrá conseguido esta tarjeta?  —Mi padre pasó por mi lado derecho, y caminó hacia desde donde provenían los gritos de la infectada.

No comprendí porque se interesó tanto por la tarjeta, ¿Qué era exactamente esa tarjeta? ¿Cual es su utilidad? Quería preguntarle, pero a la vez. Sentía que no debía de hacerlo, él estaba muy enfocado en preguntarle a la infectada.

De inmediato, Sara y yo le seguimos los pasos, como ovejas a un pastor.

Caminamos unos minutos, cuando de pronto en la esquina de una gran puerta, ─De donde antes había salido─, estaba la infectada, la cual se había arrastrado dejando tras de sí un rastro de sangre tan espesa y oscura. Mi padre se detuvo. Sus gritos seguían rogando por alguien que empuñara un arma y la matara.

—Mátame, Mátame, Mátame, Mátame, Mátame.  —Decía repetidas veces, mientras sus desgastados y secos ojos enloquecían.

—Que puto asco.  —Dijo Sara, con su rostro demostrando desagrado.

—¡¿Dónde conseguiste esto?! ¡Dímelo! y terminaré con tu sufrimiento infectada. —Dijo mi padre, con su tono de voz bastante alto.

Los gritos que ella producía, eran acompañados de un leve llanto, siendo estos algo invariables; pues en momentos llegaban a ser muy agudos y en otros simplemente no se escuchaban.

— Ya... no, quiero... sufrir. —Decía la infectada, con su voz temblorosa.

—¡Está hablando! —Dijo Sara.

— ¡Contestame Infectada del demonio! —Dijo mi padre enfurecido.

De repente...

— ¿Qué quieres que te diga?— Su cuello se estiró hasta llegar al rostro de mi padre. Todos sin titubear un mero segundo, nos echamos hacía atrás con el miedo agitando nuestras cabezas. La infectada abrió sus ojos desgastados, fríos, negros, y perturbadores, tanto que parecía que se iban a escapar de las cuencas oculares.

Se estableció un silencio. La atmósfera era fría, y le acompañada de una intranquilidad que parecía infinita. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, sentía que cada centímetro de mi piel se erizaba y era clavada por diminutos alfileres.

Mi padre estaba asustado, no podía articular ninguna palabra. Estaba muy inquieto; la infectada estaba estática, se quedó mirándonos. Me alteraba la forma de como sonreía; la boca recorría su rostro de oreja a oreja; dentro de esa gran boca la lengua se movía como sí de un animal rastrero se tratara. Los dientes estaban bañados de una negritud, ligada con sangre con espesa; muchos de los cuales estaban desgastados.

Sara estaba temblando detrás de mí, su respiración tocaba mi nuca, estaba acelerada.

—¿No qué querías preguntarme algo?... ¿o acaso no tienes lengua? ¿eh? ¿Se la comió el ratón? —Decía entre risas que se hacían cada vez mas y mas fuertes, hasta llegar a cierto grado de locura. De un momento a otro, me abandonó aquella sensación. La infectada empezó a actuar extraño. Pronunciaba cosas ininteligible, mientras su voz se hacía más grave. Su voz se hacía más "cuadrada", no parecía ser una voz proveniente de un ser humano.

Su cuello estaba siendo forzado, la piel del mismo se rasgaba y emanaba sangre. Cada vez que ella movía el rostro, se escuchaban los huesos romperse, pero parecía no afectarle.

Mi padre se enfadó y dijo:

— Te pregunté, ¿Qué hacías con esto?— Mi padre le colocó la tarjeta en frente. La infectada empezó a reír nueva vez.

— ¿Por qué tendría que decirte algo? No me puedes obligar, tu ni nadie puede contra nosotros... ¿no haz visto como está todo a tu alrededor? Los seres humanos se han convertido en un cementerio andante, sus cuerpos son tan fáciles de controlar, son tan sencillos, que con una simple herida, pueden morir... ustedes tarde o temprano terminaran desapareciendo de la faz de esta tierra... Ha.. ¡no! no hay lugar en el universo para ustedes, sin duda que no lo hay. —Lo decía mientras nos observaba, a cada uno.



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En el texto hay: misterio, apocalipsis, ciencia ficcion

Editado: 21.08.2023

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