La estación invernal había dominado a todo el planeta; como es de esperarse la población comenzó a disminuir más de lo normal, pues antes de este acontecimiento ya había sucedido otro dónde los volcanes hicieron erupción y la tierra tembló por todos los continentes del planeta; por lo tanto nos ubicaremos en una región de un continente, y de nueva cuenta, los protagonistas son los mismo de siempre aunque no hace falta nombrarlos.
Se trata del grupo de supervivientes que abandonaron el refugio anhelado; ahora han encontrado otro lugar para refugiarse, es una estructura antigua con todo lo necesario para tener una vida agradable por un rato; duchas, cocina, habitaciones, sala de estar; sin embargo, su único defecto tal vez era que no tenía puertas, todo estaba conectado por medio de portales, las únicas puertas de todo el lugar eran la entrada y la salida por la parte trasera de la estructura; tampoco había camas y sillones, pero eso ya no importaba cuando tenías un techo dónde dormir, pues la forma de pensar de estas personas es muy sencilla; no son conformistas pero tienen otras aspiraciones a diferencia de las personas comunes.
Por ejemplo, no han tenido que matar o robar a otros para sobrevivir, lo único que necesitan en el aquí y ahora es agua caliente para bañarse y la mejor forma de obtenerla es invocando al Dios del fuego, pues este grupo de individuos tiene conocimiento antiguo y saben que en la naturaleza de la tierra puedes pedir lo que necesites.
Así pues, el grupo se preparó para comenzar el ritual de invocación mientras que las personas que iban a ducharse esperaban desnudas y tiritantes bajo las regaderas.
—Lo malo de aquí es que no hay puertas...—, se quejó una chica viendo hacía el lugar dónde comenzaría el ritual.
—A nadie le importa...—, comentó su compañera. —Ponte lista, ahí viene el fuego.
Y tal como mencionó la joven, el fuego apareció alrededor de ala dónde se hacía la invocación, era una llamarada enorme, como una centella envuelta en llamas que flotaba por encima de la cabeza de todos brindando su calor, esta centella flameante viajó hasta las regaderas y al instante, las chicas abrieron las llaves recibiendo las gotas de agua caliente, su baño tardó exactamente cinco minutos, era el tiempo que podían estar ahí mientras el agua seguía caliente porqué alguien más debía asearse.
Se cuidaban mucho para no coger un resfriado por eso también invocaron al fuego porqué el frío era muy intenso y estaban congelándose; las mantas que tenían ya no les brindaban el calor necesario.
—Vamos a terminar envueltos en papel periódico...—, comentó alguien que ya no podía soportar el frío.
Mientras las jóvenes se cambiaban, debían esperar con calma a que el ritual terminara para poder continuar con sus actividades, no podían interrumpir en lo más mínimo; sin embargo, un gran golpe llamó a la puerta. El sonido de la aldaba retumbaba sobre todo el inmueble, ya que estaba muy vacío.
Las chicas miraron a la puerta trasera, antes de llegar hasta la puerta había un jardín y observaron la tormenta de nieve. En la puerta, por otro lado, seguían insistiendo, pero abrirían la puerta hasta que les dieran la indicación.
Cuando todo terminó, la persona tras la puerta persistía, se preguntaban como supieron que se encontraba alguien dentro. A una de las chicas le indicaron que abriera; afirmó con la cabeza y se dirigió a la puerta con brazos firmes intentando alejar todo pensamiento de su mente pues no quería saber si quién tocaba a la puerta era una mala o buena persona.
Quitó el enorme pestillo, dio vuelta a la llave y con esfuerzo jaló la enorme puerta de madera; sobre el umbral, la muchacha miró al pequeño grupo que esperaban tiritantes.
—¿Qué les hace falta?— preguntó con firmeza.
Todos se miraron confundidos ante la pregunta; ella debía hacer tiempo, pues para un ritual de invocación se necesitaban materiales comunes que no eran bien vistos por individuos que desconocían la enseñanza antigua. Esperó a que su grupo terminara de guardar todo.
—Techo, comida y agua...— Respondió el que tocó a la puerta.
—¿De dónde vienen?—, cuestionó la guardián de la puerta.
—Eso ya no importa, hemos viajado mucho buscando un lugar para quedarnos.
—Con una condición...—, objetó la chica.— Son recibidos desde ahora, pero deben adaptarse a nosotros...de no ser así nos iremos...
—Todos sin excepción alguna se miraron unos a otros nuevamente confundidos por las palabras de la joven. Preguntas infinitas y sin sentido que los confundían más y más, cruzaban por sus mentes.