Apocalipsis Dia Z: Infeccion

III

Me encontraba en una habitación, rodeado de infectados; entre ellos mi familia, mis hijos me intentaban atacar, yo me defendía como podía, al cabo de un rato, aparecía en las calles de una ciudad, todo estaba destruido, en el suelo visualizaba cadáveres mutilados, con las entrañas despedazadas, me armé de valor y caminé sin rumbo, iba oscureciendo, escuchaba gritos desgarradores, muy guturales; aparecieron detrás de mi, acercándose a toda velocidad, sin dudar eché a correr, todo lo que podía, sin detenerme, las piernas y el costado comenzaron a dolerme, sin embargo, continué hasta una escuela, nunca la había visto, la exploré cuidadosamente, salón por salón, pensaba que al fin estaba solo, me equivoqué, frente a mí, volví a ver a mis hijos, convertidos en zombies, se abalanzaron a mi frágil humanidad, sentía como me mordían, me desgarraban la carne y de pronto todo se volvía de un blanco muy brillante.

Desperté asustado, sudaba frío, ya había amanecido; era una mañana muy helada, me levanté temblando, era una pesadilla muy horrible, siempre se repetía, lo mismo a cada rato, me sentía culpable, no pude salvarlos a ellos, quizá por eso soñaba con eso a cada momento, me lavé la cara y la boca, busqué ropa limpia y me senté en la cama improvisada que tenía en la tienda de campaña, miré mis vestimentas por un rato; suspiré y comencé a cambiarme. Escuché rumores de que algunos supervivientes irían a Estados Unidos, es decir, dónde supuestamente se originó la primera infección zombie, a intentar crear una cura, «estupidez» pensé mientras me ponía el pantalón y la camiseta, tomé mi libreta y fui a desayunar, comía despacio, sin ánimos, entonces una mujer de unos treinta años se sentó en frente y me dijo:

—Buenos días, supongo que es usted el joven que hace las entrevistas... ¿No le gustaría saber como viví el brote?

—Tal vez... —saqué la libreta con el bolígrafo poniéndola a lado de la taza de café—. Comience a narrar, por favor.

—Bueno, todo comenzó hace unos días después del ataque terrorista masivo a Estados Unidos, mi hermano y yo estábamos limpiando nuestra casa, todo iba con suma normalidad hasta la noche.

—¿Dónde vivía usted? —pregunté tomando un sorbo de café, por el frío que hacía, este se puso un poco helado.

—En la capital de México —respondió—. Escuché en las noticias que en el centro de la ciudad habían disturbios, peleas; recomendaban no salir de las casas.

—¡¿Quiere decir que la infección comenzó en la capital?! —dije muy sorprendido.

—Sí; mi hermano y yo cerramos todas las puertas; cada uno fue a dormir y golpe de diez de la noche, escuchamos como pateaban la puerta —continuaba narrando, mientras pedía un café—. La verdad nos asustamos mucho, mi hermano bajo despacio hasta la sala, pero dijo que no había nadie afuera.

—¿Y qué sucedió? —interrogué, pedí otro café, esta vez acompañado de un sándwich.

—Luego golpearon de nuevo y  vi como unas personas intentaban meterse a la fuerza, algo tenían porque solo gruñían y estaban ensangrentados... Mi hermano, que se llama Anderson; se cambió de ropa lo más rápido que pudo y salió de la casa en el auto que había comprado, yo iba detrás

—¿Esas cosas entraron a la casa?

—Efectivamente... Anderson aceleró y fuimos a la calle principal la cual se encontraba abarrotada de autos, observaba como a lo lejos, la gente se atacaba entre ellos.

—¿Cómo hicieron para salir de aquel embotellamiento?

—Tomamos un atajo; pero fue por gusto, pues al escapar, mi hermano no se dió cuenta que otro auto se acercaba... Se estrelló con nosotros.

Miré a la mujer de pies a cabeza; suspiré y anoté lo que dijo, encerrando la parte de la capital mexicana; al menos ya sabía dónde comenzó la infección. Mordí el sándwich y tomé un sorbo de la bebida.

—Continue —dije aún comiendo—. ¿Salieron ilesos?, ¿No los atacaron?

—No, para nada... Escapamos del auto y continuamos a pie, llegamos a otra parte de la ciudad, solo para ver destrucción —dijo haciendo una pausa—. Corrimos con otras personas que también escapaban de... esos monstruos, los gritos de ayuda eran horribles.

—Si; se lo que se siente —interrumpí.

—Ya me lo imagino... En fin, las calles estaban llenas de personas aterrorizadas, otras aprovechaban a los disturbios para delinquir, recuerdo que mi hermano se tropezó y se torció el tobillo, eso nos retrasó mucho tiempo.

—¿Y las autoridades? —indagué; continué desayunando con suma calma a la par que miraba a la mujer.

—Estaban ocupados en otras cosas, aunque habían algunos que ayudaban a los que se encontraban huyendo, intentaban mantener el orden mientras disparaban a los que alguna vez fueron humanos, porque aquellos seres ya no eran personas, eran monstruos —entrelazó los dedos—. Pero no sirvió de nada, a pesar de que nos dieron tiempo para salir de allí, algunos policías murieron en el intento.

Pedí una última taza de café, esta vez que estuviera tibia, decidimos tomar un descanso, me centré en mis pensamientos; volví a recordar el día en el que perdí a mis hijos, no podía sacármelo de la mente, era como si ellos quisieran castigarme por haber dejado que mueran. Esas pesadillas se repetían a cada momento, hubo días en los que evitaba el dormir.

Recordaba todo como si fuera ayer, era de día, mis hijos estaban en casa; yo trabajaba hasta muy tarde, para esos momentos se podía decir que todo transcurría con calma y normalidad, no había muchas cosas interesantes que hacer en la oficina, me la pasaba editando y escribiendo, el reloj marcaba las cinco de la tarde. Solía mirar por la ventana y alcancé observar como evacuaban a personas de un edificio, preocupado presté atención a lo que sucedía, a lo lejos las casas estaban incendiándose, la policía guiaba y ayudaba a los demás; abrían fuego pero no lograba ver a quién o que disparaban, fue entonces cuando un grupo militar entró para sacarnos de allí, dijeron que la ciudad recibió un ataque terrorista y estaban evacuando toda la zona.
Me apresuré a tomar algunas de mis cosas y salí de la oficina detrás de mis compañeros, durante unos minutos no ocurrió nada malo, hasta que en uno de los pasillos nos topamos con un desconocido, este actuaba muy extraño, tenía el rostro y el cuerpo ensangrentado, parecía desorientado, el líder de aquel grupo nos ordenó detenernos; aquel hombre avanzaba y al vernos, pegó un grito espantoso y se nos acercó corriendo, sin pensarlo, lo acribillaron a balazos. Así fue todo el camino; cuando logramos salir, ya todo era un caos, enseguida me pregunté por mis hijos, deje al grupo atrás y me dirigí a mi casa en medio de la matanza, presencié como algunos autos chocaban entre sí, uno se estrelló en una gasolinera, esta explotó, caí a varios metros por la onda expansiva, me incorporé y seguí con mi camino, fue una pérdida de tiempo; cuando llegué, ya no había nadie. Al salir de la casa, a unos diez metros aproximadamente, encontré a mis hijos escapando, los perseguí hasta llegar a una intersección, les grité (lo más estúpido que pude haber hecho), se voltearon y al verme corrieron hacia mí, pero detrás venían esos seres, llamé la atención de esas cosas, los atacaron y aunque intenté ayudarlos, el daño ya estaba hecho, los habían asesinado brutalmente, aquella escena se quedaría grabada en mi mente por siempre.




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