Puedo sentir como la cordura se aparta de mi mente y, a su vez, es reemplazada por algo malo que crece allí mismo como una hierba invasiva. Siento la paranoia, el insomnio y en algunas ocasiones alucinaciones que me hacen dudar de si aún sigo con vida. Los sonidos ahogados que emiten esas criaturas me están volviendo loco, están ahí en la calle a unos cuantos metros de mí buscando carne y sedientos de sangre. Hace frío, el cielo está gris y el silencio es interrumpido casi todo el tiempo por el caminar de esas criaturas y algunos gruñidos de “enojados” cuando se ponen a pelear entre sí por alguna cosa absurda.
Me levanté de la cama con algo de pereza y caminé hasta la salida de mi cuarto; necesitaba dirigirme a la cocina y comer algo para así tratar de hacer que mi mente pudiera pensar en otra cosa. De igual manera, mi estómago pedía a gritos que le tirara algo de comer… pero me frené en seco al recordar que la comida ya estaba casi agotándose, me quedaba muy poca debido a que, desde que comencé a enloquecer, comer se volvió un mal hábito y no he podido ni siquiera racionarla. No sé dónde estoy parado, ni tampoco por qué sigo encerrado en mi casa esperando un fantasma. Soy consciente de quién soy, pero no me siento bien, es como si mi cabeza hubiera quedado hueca, no me cruza ningún pensamiento salvo imágenes horribles como las del Hospital, el fusilamiento y lo que le hice a la pobre de mi vecina. Los gritos, gemidos y gruñidos solo retumban dentro de mi cráneo como una bomba con su onda de choque que choca - valga la redundancia - contra las paredes de mi cráneo y luego se devuelven paulatinamente hasta que al final no oigo nada más.
Llegué a la sala de mi casa, sentí que me quedaba congelado, el corazón se me aceleró a tope hasta el punto de querer salir corriendo y el alma cayó a mis pies. Sentado sobre el sofá pude ver a Thommy, con una pierna sobre la otra y con un libro de biología entre sus manos que disfrutaba leer. Su ropa estaba impecablemente limpia, era la misma que lo había visto usar el día que se marchó a la CCE. Llevaba unos lentes puestos que retiró de su rostro en cuanto levantó la mirada y vio a un extraño tipo con cara de loco observarlo desde el otro lado de la sala. Palidecí.
— ¿Tho... Thommy?— esa fue la primera palabra que había dicho en semanas, casi que me tomó una eternidad poder articularla y eso que los nervios no ayudaban mucho. Tenía miedo, ¿era real?, ¡no! ¡Obviamente no!
— ¿Me extrañaste?— preguntó él, se levantó de su asiento, dejó el libro a un lado y luego caminó hasta mi altura quedando demasiado cerca de mí. No sentía su calor, ni su presencia... solo era una imagen creada por mi cerebro por aquello que más anhelaba.
—Lo hago... cada maldito segundo... —chillé entre dientes, quería tirarme sobre él, pero sabía que no debía hacerlo a menos que quisiera estrellarme contra el suelo y romperme la nariz o incluso algo más.— Pero sé que solo eres un producto de mi imaginación...
—No soy un producto de tu imaginación... estoy aquí, contigo. —sonrió dejando ver su hermosa dentadura, casi que sentí que me iba a derretir allí mismo. A continuación posó una mano sobre mi hombro y pude sentir un leve hormigueo. — ¿Lo sientes?
Cerré los ojos y negué con la cabeza... si podía sentirlo, pero tal vez solo era un calambre. —Solo eres una ilusión... estoy hablando conmigo mismo y solo quiero decirme lo que quiero oír.
—Tienes que recordar, Bill… — escuché decir. —Es la única manera.
Cuando volví abrir los ojos, Thommy había desaparecido como por arte de magia... sentí que algo se rompió en mi interior y unas ganas insaciables de llorar se hicieron presentes. Caí arrodillado sobre el suelo y no me contuve; me llevé ambas manos al rostro y comencé a llorar ahí mismo. Seguidamente, le di un fuerte puño a la baldosa de mi casa produciéndome así una fuerte descarga de ira que se solo desapareció. Me senté sobre el frío suelo, me arrinconé contra la pared y abracé mis piernas en su totalidad para a continuación introducir mi cabeza entre ellas y seguir llorando.
Mientras esto sucedía, escuché un sonido que provino desde el interior de mi casa; me puse en alerta luego de levantar la mirada y observar en todas direcciones. Unos pasos se hicieron presentes y entonces lo vi de nuevo. Era Thommy, quién había aparecido por el pasillo caminando erráticamente, con su mismo vestido teñido en sangre y con parte de su rostro desfigurada. Sentí tanto horror que me comencé arrastrar por el suelo de espaldas con el pánico envuelto en mi rostro, pero entonces, antes de que pudiera abalanzarse sobre mí este desapareció justo cuando cerré los ojos. Al abrirlos no había nada, estaba solo de nuevo.
Me levanté del suelo con algo de temor, las manos me estaban temblando demasiado al igual que las piernas y sabe Dios qué más. Caminé lo que faltaba hasta la cocina y entonces comencé a buscar algo de comida, pero para mí mala suerte ya no quedaba nada, solo había latas vacías en una enorme caneca, ni yo recordaba cómo había acabado con toda ella, pero si estaba seguro de que había sido yo quien la había terminado.
— ¡Maldición!— exclamé a todo pulmón y otro puño de mi parte golpeó el mesón de la cocina. — ¡No puedo acabar así! — esto último, lo dije entre dientes y cerrando los ojos, respiré con profundidad y de nuevo sentí una calma en mi interior.
—No tengo alternativa... no tengo alternativa... —dije para mis adentros, ya no podía permanecer encerrado acá, tenía que salir o esto podría empeorar... yo mismo lo sabía, como Doctor tenía claro que estos síntomas no eran normales, estaba al borde del colapso.
—No... No la tienes... — la voz de Thommy retumbó a mis espaldas, pero tenía un tono diferente, como si tuviera mucha espuma en su boca. Me giré a toda velocidad y lo vi allí parado, observándome convertido en uno de ellos.
No tenía ya tanto miedo, yo mismo sabía que solo era mi imaginación, una alucinación más y eso me tranquilizaba un poco. —Vete... ¡tú no eres Thommy!