Luego de lo que había sucedido hacía ya un buen rato, opté por encerrarme en mi despacho para procesar todo lo que estaba pasando y lo que obviamente me había pasado. Podía sentir como el corazón todavía se caía hasta la boca de mi estómago cuando recordaba el frío de ese revólver que ahora yacía sobre mi escritorio. También un miedo muy profundo se apoderaba de mí en cuanto recordaba las expresiones de esa pareja y como ese instinto asesino le salía a flote con tal de salvar a un ser querido. Me estremecí, tenía bastante miedo.
Tomé el teléfono mientras mis manos y mis dedos me temblaban un poco, me di cuenta de que ya eran alrededor de las cinco de la mañana y yo ni sueño tenía. Llevaba demasiado tiempo sin dormir y tampoco sin comer, pero todo eso se perdía cuando caía en cuenta cada maldito segundo que el mundo estaba colapsando lentamente por una enfermedad de origen desconocido. Quise olvidarme por un momento de todos esos recuerdos, pero no podía… seguían allí presentes.
Marqué al número de Thommy. Necesitaba hablar con él y pedirle que volviera lo más rápido posible a Colombia antes de que la “burbuja” explotara. Con burbuja, me refiero a lo que dentro de unas diez horas más o menos iba a suceder cuando todas las personas enfermas por el virus Menenge mueran. Iban a volver como un monstruo. Sí todos vamos a morir hoy, entonces preferiría hacerlo al lado de Thommy y no solo.
—Thommy… —pronuncié su nombre en cuanto escuché que por fin al otro lado de la línea alguien contestó. Había tranquilidad al otro lado y no se escuchaba casi nada. Solo una respiración.
—Billy… ¿qué sucede? —preguntó él cuando sintió esa intranquilidad que mi voz emanaba. Cerré los ojos con fuerza para intentar no llorar, pero no pude contenerme. —Suenas como si algo muy malo hubiera pasado, por favor dime que estás bien.
—Estoy bien… pero tengo miedo… mucho miedo. —le balbuceé de forma quebrada. Estaba llorando, no de una forma escandalosa, pero si tranquilamente.
—¿Qué sucedió? —preguntó él ya un poco más preocupado de lo normal. —Cuéntame... estoy aquí para ti.
—Intentaron asesinarme... pero pude escapar. —le respondí ya intentando calmarme un poco, cerré de nuevo los ojos y me concentré en la respiración de Thommy que apenas si se podía escuchar por el teléfono móvil, esto me tranquilizó un poco más. —Ahora estoy encerrado en mi oficina... con un revólver que le arrebaté a uno de ellos.
—Por Dios… Billy, necesito que te calmes… —sonó todavía más preocupado. —Ahora, necesito que me hagas un favor… vete para nuestra casa ahora mismo y te quedes allá encerrado mientras yo llego… todo se está saliendo de control por todo el mundo y ya muchas personas se están comenzando a morir… dentro de unas siete horas más o menos el infierno se hará en la tierra.
En ese instante, recordé lo que Patricia me había mostrado hace poco. Si, a ese hombre enfermo el cual ella catalogó como una persona que había fallecido, pero que el virus había devuelto a la vida. Thommy sabía de todo esto también y, sin embargo, no se lo quise mencionar porque no era necesario.
—Aquí hay gente herida que necesita mi ayuda. —le repliqué. Era verdad, no solo estaba tratando con personas enfermas por el virus Menenge, sino también con aquellas que habían llegado horas antes por el deslizamiento de tierra ocurrido en el Norte de la ciudad. —Seguiré tu consejo en cuanto vea que las cosas se salen de control por aquí… mientras iré a buscar ayuda para que detengan a los que intentaron asesinarme.
—Billy… hazme caso, ¿quieres? —suplicó con voz firme. —No quiero que te pase nada… ¿por qué intentaron hacerte daño?
—Una pareja trajo a su hijo enfermo… me dijeron que si no lo salvaba me iban a matar a mí también… tuve que ingeniármelas para poder escapar. Nunca me había pasado algo así, ni mucho menos había amenazado con quitarle la vida a alguien para salvar la mía.
—Muy bien... entonces trataré de volver a Colombia... moveré cielo y tierra solo para estar de nuevo conti…—fue en ese momento que la llamada se cortó súbitamente y yo pensando que se había quedado en silencio, me di cuenta a los segundos de lo que había sucedido.
—¿Thommy? —pregunté confundido y la voz me comenzó a temblar de nuevo. —No...
Coloqué el teléfono sobre la mesa y me recosté sobre mi escritorio para comenzar a llorar en silencio, pero entonces levanté la cabeza a toda velocidad en cuanto un disparó se hizo escuchar por todo el complejo, ocasionando que la gente que estaba en la sala de espera comenzara a llorar y gritar. Otro disparo se hizo presente y seguido de esto se escucharon otros tres más.