Apocalyptic War

Capitulo 3- Ahora estamos solos

Días después de haber entrado al búnker, el silencio se había vuelto casi insoportable. El ambiente estaba tenso, y el aire se sentía más pesado con cada hora que pasaba. Al principio, había un ligero sentido de seguridad, como si las gruesas paredes del refugio pudieran aislarlos de la pesadilla que se desplegaba afuera. Sin embargo, la realidad comenzó a golpear con cada inventario de provisiones. Los días se convirtieron en una rutina monótona de racionar alimentos y escuchar con temor los ruidos que llegaban desde el exterior.

Narra Víctor:

Llevábamos ya varios días encerrados en el búnker, y el ambiente se volvió claustrofóbico. Las bromas y risas nerviosas de los primeros días desaparecieron. El agotamiento mental nos estaba alcanzando. Cada vez que alguien abría una lata de comida, los nervios se apoderaban un poco más de nosotros. El racionamiento era estricto. Mis padres se aseguraban de que cada porción fuera lo más pequeña posible para alargar lo inevitable, pero todos sabíamos que no duraríamos mucho tiempo más así.

Ashley se volvió más retraída con el paso de los días. Pasaba largas horas en silencio, mirando un punto fijo en la pared o abrazando sus rodillas en una esquina. Intenté hablar con ella, pero sus respuestas eran cada vez más cortas y monótonas. Había algo en su mirada que me hacía sentir que la historia de sus padres era más complicada de lo que había admitido.

Una mañana, mientras revisábamos lo poco que quedaba, mi padre nos reunió a todos. La expresión de su rostro me hizo sentir una punzada de miedo en el estómago.

—No podemos seguir así. La comida se está acabando más rápido de lo que pensé —dijo con voz cansada—. Tu madre y yo saldremos a buscar más provisiones. No iremos lejos, solo a las casas cercanas. Tal vez todavía haya algo que podamos usar.

—¡No! —Mi voz salió más fuerte de lo que esperaba—. No podemos separarnos, papá. ¿Y si algo sale mal?

Mi madre se acercó y me abrazó con fuerza. Sus brazos temblaban, aunque intentaba mantener la calma.

—Volveremos, Víctor. No vamos a dejarte solo —susurró, pero su mirada evitó la mía. Sabía que ni ella creía del todo en sus palabras.

Ashley se mantuvo en silencio, observando desde la esquina. Sus ojos hablaban por ella: pensaba lo mismo que yo, pero no se atrevía a decirlo.

Los siguientes momentos fueron un torbellino de nervios y planificación apresurada. Mis padres tomaron algunas armas improvisadas, como un bate de béisbol y un cuchillo de cocina. Era ridículo pensar que eso les protegería de lo que fuera que estuviera allí afuera. Antes de salir, mi padre se giró hacia mí con una mirada firme.

—Si no volvemos antes del anochecer, no salgas a buscarnos. Solo… mantente aquí, cuida de tu hermana y de Ashley.

Quise protestar, pero las palabras murieron en mi garganta. Los vi salir por la trampilla, el sol de la tarde bañándolos en una luz tenue mientras cerraban la puerta tras de sí.

Narra Ashley:

Después de que los padres de Víctor salieran, el silencio en el búnker se volvió sofocante. Sentía una mezcla de envidia y dolor al ver cómo intentaban protegerse mutuamente, cómo se aferraban a la esperanza de que todo saldría bien. Yo nunca había tenido algo así. Al menos no desde hace mucho tiempo.

Pasaron horas, y el sol comenzó a ocultarse lentamente, tiñendo el cielo de un color anaranjado que se filtraba a través de las rendijas del búnker. Víctor no apartaba la vista del reloj, sus dedos tamborileando nerviosamente en la mesa.

—No deberían haber tardado tanto —murmuró.

Me acerqué y puse una mano en su hombro.

—Quizás encontraron más provisiones de las que pensaban y están tardando en regresar —dije, aunque ni yo lo creía.

Víctor asintió, pero su mirada seguía perdida. Ambos sabíamos que algo no estaba bien.

Pasó otro día. No había señales de sus padres. La desesperación comenzó a asentarse. El hambre golpeaba más fuerte, y las pocas latas que nos quedaban no durarían mucho más.

—Tenemos que salir —dije en voz baja.

Víctor me miró con miedo, pero también con determinación. No había otra opción.

Afuera, el mundo había cambiado por completo. Lo que una vez fue una calle tranquila ahora estaba cubierta de escombros, autos volcados y cadáveres descomponiéndose al sol. Un silencio sepulcral lo cubría todo.

Avanzamos con cautela, la respiración contenida. Nos dirigimos hacia el mercado, donde quizás habrían ido los padres de Víctor. Sin embargo, al llegar, encontramos un lugar devastado. No quedaba nada útil. No había rastros de ellos.

—¿Y si no los encontramos? —preguntó Víctor, su voz quebrada.

Tragué saliva, sintiendo un nudo en la garganta.

—Seguiremos adelante —respondí, aunque el peso de esas palabras casi me aplastó.

Entonces, un ruido rompío el silencio. Un golpe seco contra metal. Nos congelamos. Al girarnos, los vimos: un grupo de esas cosas tambaleándose cerca de un coche volcado.

Retrocedimos en silencio, conteniendo la respiración.

—Tenemos que irnos. Ahora —susurré.

Nos alejamos lo más rápido posible, con el miedo ardiendo en nuestros corazones. Estábamos solos. Y ahora, más que nunca, sabíamos lo que eso significaba.

Narra Víctor:

El miedo seguía latente mientras nos alejábamos de aquellas criaturas. Nos movíamos con cautela entre los escombros, asegurándonos de no hacer ruido. La noche caía rápido, y la oscuridad solo hacía que todo se sintiera aún más peligroso.

Ashley iba al frente, con el cuchillo en la mano y los ojos bien abiertos. Mi hermana menor, Sofía, se aferraba a mi brazo con tanta fuerza que sentía que apenas podía moverme. Sus pequeños sollozos ahogados eran lo único que rompía el silencio entre nosotros.

—Tenemos que encontrar un lugar seguro para pasar la noche —susurró Ashley, sin dejar de caminar.

Asentí, aunque en realidad no tenía idea de dónde podríamos escondernos. Las casas en la calle estaban destruidas o parecían demasiado peligrosas para explorarlas. Seguir vagando sin rumbo en la oscuridad tampoco era una opción.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.