Apocalyptic War

Capitulo 4 - La sombra en la oscuridad

El viento ululaba entre los edificios en ruinas, arrastrando polvo y cenizas por las calles desiertas. La noche había convertido la ciudad en un mundo ajeno, un lugar donde las sombras parecían tener vida propia. Ashley permaneció inmóvil en la oscuridad de la tienda, con el cuchillo aferrado en sus manos temblorosas. Afuera, el crujido de vidrios rotos se disipó en el silencio nocturno.

Había visto a alguien. Estaba segura. Pero la figura desapareció antes de que pudiera distinguir si se trataba de un enemigo o de un posible aliado.

Su corazón latía con fuerza cuando se volvió hacia los demás. Sofía dormía con el rostro enterrado en el pecho de Víctor, quien también parecía haber caído en un sueño ligero. Ashley consideró despertarlo, pero sabía que necesitaban descanso.

Decidió mantener la guardia y esperar.

El tiempo pasó lentamente. Sus ojos permanecían fijos en la entrada, y sus oídos atentos a cualquier sonido mínimo. Pero nada volvió a romper el silencio de la madrugada.

Finalmente, la fatiga comenzó a ganar la batalla. Su cuerpo se desplomó sobre un viejo colchón polvoriento, y el sueño la arrastró consigo.

La mañana llegó con un amanecer gris y opaco. La ciudad seguía siendo un cementerio de escombros y muerte. Víctor se despertó primero, frotándose los ojos con cansancio.

Ashley se incorporó de inmediato al ver que se movía.

—Tenemos que hablar —dijo en voz baja.

—¿Qué pasa? —preguntó él, notando la seriedad en su expresión.

Ashley tomó aire y miró hacia la ventana.

—Anoche vi a alguien. No era una de esas cosas… Se movía diferente.

Víctor frunció el ceño.

—¿Un sobreviviente?

—Eso creo. Pero no sé si es seguro quedarnos aquí.

Sofía se removió en su sueño antes de abrir lentamente los ojos. Su expresión mostró confusión al notar la tensión en el ambiente.

—Buenos días… ¿qué ocurre? —preguntó con voz somnolienta.

Víctor le acarició el cabello con suavidad.

—Nada, pequeña. Tenemos que prepararnos para movernos.

Ashley se puso de pie y revisó el equipo que llevaban consigo. No tenían mucho: un cuchillo, una linterna casi sin batería y un poco de comida enlatada que pronto se acabaría. La situación era cada vez más precaria.

Salieron de la tienda con cautela. Afuera, la luz del sol matutino iluminaba la desolación. No había rastros de la figura de anoche.

—Debemos buscar provisiones —dijo Ashley.

Víctor asintió.

Siguieron caminando por las calles en ruinas. La tensión en el aire era palpable. Cualquier ruido podría significar peligro.

De repente, un sonido resonó a la distancia.

Un disparo.

Los tres se detuvieron en seco.

—¡Vamos! —susurró Ashley, tirando de Víctor y Sofía hacia un callejón.

Se ocultaron detrás de un contenedor de basura mientras observaban la calle principal. A lo lejos, pudieron ver a un grupo de personas armadas moviéndose con rapidez. Parecían organizados, pero algo en ellos no inspiraba confianza.

Ashley contuvo la respiración cuando uno de ellos se giró en su dirección. Por un segundo, creyó que los había visto. Pero el hombre siguió caminando con su rifle al hombro.

Cuando el grupo desapareció por la esquina, Víctor habló en voz baja.

—¿Crees que sean militares?

Ashley negó con la cabeza.

—No. Si lo fueran, no se moverían así. Parecen… cazadores. Gente buscando sobrevivir a cualquier costo.

Víctor tragó saliva. Sabía lo que eso significaba. No eran aliados. Eran otro peligro más.

—Tenemos que alejarnos de aquí —dijo.

Continuaron su camino por rutas más seguras, evitando las avenidas principales y cualquier lugar donde pudieran ser vistos.

Tras varias horas de caminata, encontraron una farmacia destrozada.

—Podría haber algo útil aquí —dijo Ashley.

Víctor asintió y entraron con cuidado.

Había frascos rotos y anaqueles volcados, pero después de buscar un rato, lograron encontrar vendas, alcohol y algunos medicamentos que podrían ser útiles. También hallaron un par de botellas de agua.

—Algo es algo —dijo Víctor, guardando lo que podían en su mochila.

Cuando salieron de la farmacia, el sol ya comenzaba a bajar en el horizonte.

—Tenemos que encontrar un lugar donde dormir —dijo Ashley.

Siguieron caminando hasta que llegaron a un edificio de oficinas parcialmente derrumbado. Parecía lo suficientemente seguro como para pasar la noche.

Cuando entraron, encontraron una oficina en el segundo piso con la puerta aún intacta. Se atrincheraron allí dentro y se acomodaron en el suelo.

Víctor miró a Ashley.

—¿Qué haremos mañana?

Ashley suspiró.

—Seguir buscando. Y esperar que no nos encuentren primero.

El silencio se instaló entre ellos mientras la noche caía sobre la ciudad. No sabían lo que el futuro les deparaba, pero una cosa era segura: la lucha por sobrevivir apenas había comenzado.

El sol se desvanecía lentamente en el horizonte cuando nos alejamos del mercado saqueado. Caminábamos en silencio, con los oídos atentos a cualquier ruido sospechoso. La ciudad, que alguna vez había sido un lugar lleno de vida, ahora se sentía como un cementerio de concreto y acero. La brisa nocturna traía consigo el hedor de la muerte y la destrucción.

Ashley iba delante, su postura tensa, con la linterna en una mano y el cuchillo en la otra. Sofía, la hermana menor de Víctor, se aferraba a él con una fuerza desesperada. No decía nada, pero su rostro reflejaba el miedo que todos sentíamos.

—Tenemos que encontrar un refugio para pasar la noche— susurré, rompiendo el silencio.

Víctor asintió, aunque su mirada seguía escaneando los alrededores en busca de algún rastro de sus padres. No había nada, solo sombras que se alargaban con la luz mortecina.

—Allí— dijo Ashley, señalando un pequeño edificio que parecía ser una farmacia. Las ventanas estaban rotas, pero la puerta seguía en su lugar.




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