Apoccalipsis 1: Esferas de poder

Capítulo 3

-¿Estoy siendo partícipe de una broma para internet? Si es así, su gracia brilla por su ausencia-. Dijo él con tono escéptico.

Aunque, muy para sus adentros, sabía que aquello no era una broma. Nadie se la curraba tanto solo para ganarse unas visitas por la red. Más bien no se llamaba broma, se corrigió. Era una “Prank”. O así era como solían llamarlo en el mundo de internet, las visitas y los “likes”.

Para más inri, de realmente serlo, él podría realizar una denuncia y el coste económico de la misma saldría más cara que el beneficio que dicho descerebrado obtendría por tal estúpida jugarreta.

-No sé qué es una broma, sinceramente. Pero lo que estoy diciendo es pura realidad.-Dijo aquél ser con una frialdad monstruosa.

-¿Vía Láctea? ¿Extraterrestres? No entiendo nada-.Dijo Andrés en estado de shock.

-Como tu diminuto y limitado cerebro comprenderá, vuestro planeta, la Tierra, se encuentra dentro de una galaxia cuyo nombre es la Vía Láctea. En ella hay millones de planetas como el vuestro donde la vida es muy variada. Algunos planetas están tan avanzados que los humanos no sois capaces de percibirlos, otros están tan atrasados o más que vosotros, y algunos son anatómicamente tan lejanos a lo que vosotros entendéis como seres, que simplemente no los veis -. Relataba aquella voz.

“En todos estos planetas hay de todo: Seres obscuros y otros que emanan luz, unos agresivos y otros pacíficos, algunos son amigables y otros seres que solo existen para luchar”. Pero todas estas especies hemos convivido en paz y harmonía hasta que apareció este ser maligno. No sabemos de dónde ha salido, solo que si no le paramos los pies nuestra desaparición es inminente.-Finalizó.

-No sé qué puedo responder al respecto-.Dijo Andrés impactado.

-Sé que puede resultar confuso. Procesar toda esta información necesita de un tiempo que no tenemos, pero si puedo garantizarte que ahora mismo somos vuestros aliados. La mejor baza que tenéis para permanecer con vida-.Dijo con un tono más dulzón.

-¿Entonces, que podemos hacer para evitar nuestra desaparición? Si por algo nos hemos caracterizado los humanos es por luchar aunque luego tengamos irrisorias probabilidades de victoria.-.Dijo el muchacho con energía.

-Si hemos venido hasta aquí unos pocos, es porque a pesar de que vuestra especie a nivel evolutivo está sumamente atrasada, hemos detectado a unos cuantos humanos que emanan un poder especial. Uno de los portavoces de la galaxia, DF-210, me dio este objeto para vosotros.

Aquél ser se volvió a mover, pues una vez más la estancia empezó a zarandearse con violencia. Parecía un terremoto. Pequeños fragmentos de yeso volvieron a caer, aunque en aquél instante para Andrés todo había perdido esta aura terrorífica y sanguinaria que tenía en pos de una de incertidumbre y misterio. Ya no tenía miedo, solo curiosidad.

De repente la luz de la estancia se encendió. Andrés, impactado por la misma, empezó a ver figuras negras. No visualizaba bien todo cuanto tenía a su alrededor. Estaba cegado.

“Oh, mierda, ahora voy a saber cómo es mi príncipe azul. Espero que no sea más monstruoso de lo que yo he imaginado”. Se repitió a sí mismo el chico con tono travieso y burlón. Su cabeza ya estaba delirando. Era la consecuencia de estar sometido a una situación tan extrema.

Lo que antes eran trozos de oscuridad, poco a poco y paulatinamente, empezaron a convertirse en claridad. Eso le permitió darse cuenta de que se encontraba en una habitación. Fue dando tumbos con la mirada para hacerse una idea de la estancia. Cama. Mesa para estudiar, con lo que le pareció ver a lo lejos que eran apuntes. Varias figuras de coleccionista. Y al otro lado de la misma, lo que parecían fotografías.

Excitado por toda la adrenalina que estaba circulando por su cuerpo, no había caído en que no había visto aquél ser tras dar un vistazo rápido por toda la sala.

-¿Estás ahí?-.Preguntó Andrés dubitativo.

-Como ya te dije, algunos organismos hemos avanzado tanto que somos capaces de mimetizarnos y conseguir que nunca nos descubráis. La Luna podría albergar vida tan avanzada, que por muchas exploraciones que hicierais nunca os daríais cuenta de ello.

De repente, se dibujó una gigantesca forma delante de las narices de Andrés que le obligó a retroceder. Esta forma, previamente de un color oscuro, fue cambiando de tonalidad hasta quedarse completamente de un verde. Tras esto, se dibujó en ella unos ojos gigantescos parecidos a los de un reptil, una lengua bífida comenzó a entrar y salir de lo que parecía una boca y finalmente donde antes no había nada, se materializó el que había sido el acompañante de la peor tarde de Andrés.

Mucho peor que aquella vez en casa de sus amigos donde se había pasado la tarde buscando excusas para ir al baño, pues la gastritis que le había tocado era de las menos amigables. Otra vez el sudor venía a visitarlo, y estaba de él hasta las narices.




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