Miro por la ventana.
Y ahí está. Tan hermosa como siempre.
Blanca como la nieve más pura.
Con su brillo tímido, dispuesta a guiar en la noche a todo quién se lo pida.
Está tan alta que parece imposible que alguien haya podido visitarla.
Sí, me gusta la Luna.
Me gusta pensar que me espera todos los días hasta que anochece y por fin nos vemos; como yo lo hago, como yo la espero.
Estoy yo, en ese momento tan… Tan mío, dónde miro por la ventana y ahí está la Luna. Y puedo apagar la luz y puedo hacer que mi mente empiece a discurrir. Y me permito pensar en Ella.
La gente dice que en la Luna hay de todo; si Pitágoras dijo que en la Luna había animales gigantes, la gente se permite decir que ven conejos por no sé qué mito, o un sapo… Que se callen. De toda la vida he visto la misma cara en la Luna. Esa cara que nos vigila, esa cara que ha tenido que ver de todo y espera a que la vean.
La Luna, que nos ha visto crecer noche a noche, nos ha visto levantar civilizaciones… Y ahora que lo pienso, también ha visto cómo esas civilizaciones caían, cómo nos hemos intentado hacer daño o lo hemos hecho directamente.
Lo peor de la gente sale de noche. La noche nos brinda un ambiente perfecto; con su olor, su privacidad, las estrellas… y la propia Luna. Y el humano es tan estúpido como para manchar algo tan hermoso. El ser humano, el único ser que ante esa paz, esa irónica oscuridad que ilumina, hace que de noche las madres metan a sus hijos en casa, que las mujeres tengan miedo de salir a la calle… ¿Cómo hemos llegado al punto de que nos dé miedo salir a la calle en un momento tan bello?
Pobre de ella, lo que ha tenido que ver. Normal que tenga los ojos abiertos como platos, está siempre como espectadora de un mundo cruel, que parece empeorar cuando el Sol se esconde.
Si Dios existe, debería mandar al infierno a todo aquel que estropee su regalo.
¿Y sí la Luna de sangre es un cruel recordatorio de Dios de todas las atrocidades que cometemos?
Bueno, no merece ponerse así con la Luna, ella no tiene culpa de nada. Mirando una película, de hecho, bastante mala…
Pobre Luna, relegada a un segundo lugar, dónde la gente está en su casa. El Sol no es tan bonito. El Sol se comporta como si fuera avaricioso, se queda con la parte del día dónde la gente lo ve más, acaparador. Pero la Luna es astuta, y si el Sol no tiene un ataque de avaricia, la deja salir unas horas después del amanecer y deja que aparezca unos instantes antes de anochecer.
En verdad, mejor, la Luna no tiene tantos aficionados como el Sol. Es más de nicho. Aunque no creo que la gente se quejaría si todos la viéramos un poco más. Pero la gente tiene la mala costumbre de dormir.
Definitivamente, el Sol no se merece ocupar esa esquina en el típico dibujo de un niño, la Luna sí.
Miro la Luna. La Luna es hermosa. Espectadora de una película horrible y una actriz secundaria que cautiva a todo buen aficionado. La Luna… Con su cara que me mira, con sus cosas buenas, y cosas malas… Cómo Ella.
Sí, fue Ella quién me pegó la afición por la Luna. Sí, me gusta mirar a Ella.
Llegué a clase.
Y ahí estaba. Tan guapa como siempre.
Sonriente como la niña más feliz.
Con su empatía y carisma, que iluminaba más que el Sol
Era tan radiante que sofocaba y me daba miedo hablarle.
Ahora ya no la veo. Me transmitió el amor al satélite cuando Ella dibujaba a la Luna. Cuándo Ella subía una foto de la Luna. Cuándo Ella escribía a la Luna.
Y admirar a la Luna se convirtió en mi modo de admirarla a Ella.
Veo a la Luna, y parece que tengo que estar adornando a Selene; cuando en verdad lo hago porque así no olvido a Ella mientras dura el verano.
Ella era como la Luna. Brillando tímidamente y a momentos, pero que siempre me ilumina. Con sus cosas oscuras y pegas, pero quisiera abrazarla para olvidarme que yo también tengo mi cara oscura.
¿Ella mirará la Luna noche tras noche?
Sí, Ella me transmitió su amor a la Luna y me acabé enamorando tanto de la Luna como de Ella. Hay que joderse…
Bueno, así una me recuerda a la otra, y la otra a la una.
Pienso a ratos, me repito. Joder. Pero me repito cuando pienso en Ella y no en la Luna.
Supongo que es normal, la Luna es cíclica, no cambia nunca y es hermosa siempre y sólo desaparece apenas uno o dos días al mes… Pero Ella… Ella lleva desaparecida dos meses.
La Luna en cierto modo me acompaña más que Ella, pero es que es mi modo de que Ella me acompañe.
Ella no sabe que me apasiona la Luna.
Si la Luna hablara, ¿me ayudaría a conquistar a mi Anfitrite?
La Luna, ese pedrusco tan hermoso; digna de que se le dedique tanto el ensayo más filosófico que una pluma hay escrito, digna que el poema más romántico sea escrito bajo su luz.
Pero ahora, que se me ha ido la vena filosófica… me quedé yo. Yo y la Luna. Yo y Ella. ¿Alguna vez estaremos los tres juntos, Ella y yo mirando a la Luna?
No creo…
Y ahí está la Luna, dispuesta a consolarme, aunque sea por pena.
Tengo sueño. Ya me voy de la ventana. Esta noche ha sido una ráfaga de pensamientos… Inconclusos
Cada noche que pasa, es una noche más que veo a la Luna y es una noche menos para que pueda verla a Ella.