Mi pierna está temblando.
—¿Es la primera vez que vienes a Ciudad Aurora? —Me pregunta la chica que está sentada a lado de mi—. Lo siento, es que pareces algo nerviosa y me dio un poco de curiosidad.
—No, de hecho estoy regresando —Le empiezo a explicar—. Regreso a estudiar en mi último año. ¿Y tú?
Le preguntaba por cortesía y porque quería distraerme, si continuaba así terminaría mordiéndome todas las uñas.
—Es la primera vez que vengo a la ciudad, estoy en un intercambio de seis meses —Sonrío de lado ante su comentario.
—¡Qué bien! —Le digo emocionada—Los intercambios son geniales, lo único malo es que extrañas a tu familia y todo eso... Yo estoy regresando de mi intercambio, después de dos años.
La chica abre mucho sus ojos.
—¡Wow! Eso sí que fue mucho —Me dice sorprendida—, yo no hubiera durado tanto fuera de Ciudad Talas, creo que seis meses es una eternidad... Pero aun así me siento emocionada.
—A veces son necesarios, créeme —Suspiro al recordar mi historia—. Aparte de que aprendes mucho.
Le sonrió, cuando yo me fui tenía dieciséis años y pensaba igual que esta chica, pensaba que iba a ser una eternidad a muerte estar fuera de mi hogar por mucho tiempo.
Pero lo más curioso fue que entre más estaba en Ciudad Talas... Ya no sentía que extrañara mucho Ciudad Aurora.
—Te acostumbrarás —Agrego sin más—. Ya veras que va a ser así.
Ella asiente.
Y yo regreso mi mirada hacia la ventana... Ya casi llegamos.
Sonrío inconscientemente.
Regreso a mi casa, por fin; después de dos años... Regreso a casa... Y regreso a mi anterior instituto... Y a mi anterior vida.
Cierro mis ojos por eso.
¡Rayos!
¿Cómo no lo pensé antes?
Lo cierto es que cuando me fui de mi ciudad era una chica totalmente diferente, empezando por mi físico, yo era Gorda, ligeramente pesaba aproximadamente ochenta kilos, baje casi treinta kilos haciendo deporte, tenía brackets como pasaron varios años ya no los uso, y afortunadamente ya pasó mi etapa de granos, bueno de vez en cuando me siguen saliendo, supongo que es algo normal, pero ya no se ve mi cara tan roja como todavía pasaba hace unos meses atrás.
Así que este año todo será diferente para mí, principalmente porque imagino que nadie me va a reconocer. En un inicio, tarde o temprano alguno de mis antiguos compañeros empezaran a recordar mi nombre y un poco mi cara.
Pero mientras tanto, tal vez pueda pasar un inicio de clases tranquilos. Sin ser la "Gordita de Kate". Solo ser Kate.
Sonrío.
Esto podría ser genial.
Pasa la hora faltante y en cuanto bajo del tren sonrío y respiro profundo mientras volteo a ver al cielo.
Ya no volveré a ser a ser esa gordita ante los ojos de nadie, podré ser quien quiera. O mínimo así fue cuando estuve en Ciudad Talas, pude ser quien yo quisiera.
Bajo del tren y busco mi maleta, choco de nuevo con la chica que me tocó sentarme a su lado.
—Por cierto, soy Kate White —Le digo mientras le sonrió—, quería decirte que si necesitas a alguien que te muestre la ciudad, con gusto lo haré.
—Emma Robles —Me regresa la sonrisa—, me agradaría mucho Kate.
Le doy mi numero celular y ella asiente con gusto, tomo mi maleta y empiezo a caminar por los pasillos de la vía del tren.
Cuando llegó al final de la terminal, la salida de la estación, lo veo. Lo veo con colores tan vivos que provoca que mis ojos se llenes de lagrimas. Otro de mis apodos son "Kate la llorona", aunque es así como él me llama.
Salgo corriendo al instante para caer en sus brazos.
—Te extrañe como no te imaginas —Le digo a mi hermano gemelo mientras me aferro de su cuello.
—Yo igual mi querida Kate —Me abraza más fuerte.
Mi hermano y yo siempre hemos sido unidos, siempre hemos dependido del uno del otro, y nos hemos apoyado bastante en los últimos años.
Me suelta y luego me observa.
—Era cierto sobre qué adelgazaste —Me dice mientras me da una vuelta con su mano, río por eso.
Casi nunca hicimos videollamadas y cuando llegamos a hacer alguna solo mostraba un pedazo de mi cara.
Lo observo, ha crecido tanto, mientras que yo no. Si nos vemos bien, siento que no nos parecemos mucho, excepto por el color del cabello rubio.
—Algo —Le digo sin mucha importancia—, ¿Y papá?
—Trabajando —Rueda sus ojos—. Igual que siempre, ya lo conoces.
Desde que mamá nos abandonó él vive solo para su trabajo, fue otra razón por la que decidí hacer el intercambio. No podía soportar que mamá ya no estuviera y papá no se diera cuenta de que nosotros seguíamos ahí para él, fue una etapa dura.
—Lo importante es que tú viniste —Y lo vuelvo a abrazar—. Tengo muchas cosas que contarte.
—Ya lo creo trenzitas —Ese apodo me lo puso desde los ocho años y desde entonces así suele llamarme (Siempre y cuando no este llorando porque si no es el otro apodo) —, pero por el momento vamos a casa.
Casa, por fin.
Mi cuarto.
Mi cama.
Suspiro. Si que lo necesito.
Caminamos al estacionamiento hasta llegar al auto, el auto era de mamá, pero cuando ella se fue dejó todo.
Al inicio cuando me subía me sentía incómoda y triste, pero ahora simplemente lo veo como un objeto más.
En el transcurso del camino le cuento todo lo de los primeros días.
Lo cierto es que nos manteníamos en contacto, pero la mayor parte del tiempo era solo a través de correos, pero solo hablábamos una vez por semana ya que teníamos poco tiempo.
Mientras le cuento todo, él se dedica a poner toda su atención en mi (Bueno a parte de manejar, claro) extrañaba esto, que él estuviera para mí y nunca le pareciera algo aburrido estar conmigo.
Cuando estamos a punto de llegar a nuestra casa, la veo, esa grande y amarilla casa.
—¿Sigues pensando en él? —Me pregunta Ethan.