Apostando al Amor

Capítulo 1. La chica Nerd

Mientras caminaba por los pasillos de la secundaria Hilton, Aurora mantenía sus libros apretados contra su pecho, su cabeza gacha, haciendo todo lo posible por pasar desapercibida. A su alrededor, el bullicio de los estudiantes llenaba el aire, cada grupo ensimismado en su propio mundo. Ajena a la atención de sus compañeros, se movía con una mezcla de rapidez y cautela, como quien atraviesa un campo lleno de minas, donde el más mínimo error podría desencadenar la atención no deseada.

Al otro extremo del espectro social se encontraban las chicas populares, porristas del instituto que irradiaban confianza y carisma, y el grupo de chicos más aclamado del lugar, el equipo de baloncesto, liderado por el indiscutible Connor Rushforth. Connor, con su carisma y atractivo natural, tenía la habilidad de hacer que todas las chicas sucumbieran a sus encantos. Todas, excepto una: la denominada chica nerd, Aurora.

Connor y su grupo de amigos se dirigían al salón para una sesión de entrenamiento, seguidos por las porristas y una multitud de admiradores. Aurora los observaba desde la distancia, invisible para ellos, una sombra entre las sombras. No obstante, algo en la forma en que Connor se movía esa mañana capturó su atención como nunca antes. Quizás era la determinación en su andar, o tal vez la casual forma en que la luz del sol temprano jugaba con su cabello. Por un momento, tan breve como efímero, Aurora permitió que su imaginación la llevase a un mundo donde las distancias sociales no existían, y donde alguien como Connor podría mirarla a los ojos y ver… algo.

Después de ese instante de distracción, Aurora se reprendió por semejante absurdo. Sacudiendo la cabeza, intentó recordar por qué había optado por ese camino hacia su clase, sabiendo que sería el mismo trayecto que tomaría el equipo de baloncesto. No era su estilo arriesgarse a ser notada, menos aún por el grupo más popular del instituto. Ajustó la mochila en su hombro y aceleró el paso, deseosa de perderse en la multitud y en la seguridad de su próxima clase de literatura, su refugio personal.

Y entonces ocurrió, ella se pegó a los casilleros para dejar pasar al equipo de baloncesto, eran como la realeza y nadie debía interponerse en su camino. Bajó la mirada, apretó sus libros contra su pecho y se mordió el labio inferior con fuerza, cuando el aroma de Connor impregnó en sus fosas nasales, ¿Cómo era posible que alguien oliese tan bien?

Después seguía el grupo de porristas, liderado por Ema Walker, una de las chicas más envidiada del instituto Hilton. Su padre, el senador Walker, le daba ese prestigio, y su belleza exterior le daba esa seguridad de creerse más que cualquiera. Largas piernas, delgada, su cabello dorado que brillaba con la luz del sol resplandeciente, su nariz pequeña y una sonrisa de comercial. Todo eso era un conjunto de cualidades las cuales Aurora no poseía.

Sin embargo, ocurrió algo inesperado: una de las porristas, Ayeta Cleyton, tiró los libros de Aurora al pasar, esparciéndolos por el suelo. Todas las miradas se posaron sobre ella. Se agachó rápidamente a recoger los libros, pero ya era demasiado tarde, los alumnos la estaban mirando. Se reprochó a sí misma por haber tomado ese camino ese día, una y otra vez, en su mente.

Finalmente, se levantó, ajustó su mochila en su hombro y se dio cuenta de que la "realeza", como solía llamarlos, ya se habían ido. Inclinó la cabeza como de costumbre y apuró el paso hacia su clase de literatura.

Aurora no pudo mantener la concentración durante la clase, la escena de lo que sucedió esa mañana se repitió una y otra vez en su mente, cada vez que cerraba los ojos: el equipo de básquet, liderado por Connor, avanzando por el pasillo como si fueran realeza de la secundaria Hilton, y las porristas, con Ema Walker a la cabeza, demostrando su dominio social sin una pizca de humildad. La manera en que una de ellas dejó caer sus libros al suelo, como si su presencia fuera menos que un estorbo en su mundo perfecto, resonaba en su cabeza con un eco doloroso y la vergüenza le hacia pasar un mal momento.

La tarde caía sobre Nueva York, pintando de tonos anaranjados las ventanas del instituto Hilton, un lugar donde las jerarquías sociales se marcaban tan definidamente como las líneas de la cancha de baloncesto, donde Connor, el capitán del equipo y sus amigos terminaban su entrenamiento para las competencias que se avecinaban, sabiendo que nuevamente ese año se posicionarían como el equipo ganador, con la confianza que le otorgaban años de victorias no solo en el deporte, sino en cada aspecto de su vida social.

Desde lejos, Ema le sonreía coquetamente a Connor, quien solo levantó la mano ligeramente para saludarla y a las demás porristas.

—Amigo, creo que Ema quiere que le prestes atención —dijo Mateo, abrazándolo por los hombros.

—Lo mismo que quieren todas las chicas del instituto, pero ya me aburrieron todas.

—¿Todas? —preguntó Liam, también rodeándolo con el brazo en el hombro.

—A todas, nadie se resiste a mí, todas han caído.

Liam chasqueó la lengua negando con la cabeza. —No todas, falta una —afirmó, entonces Connor detuvo sus pasos girando hacia Liam.

—¿Quién? —preguntó extrañado. Liam miró a Mateo y en una mirada cómplice sonrió.

—La chica nerd. Aurora Parris.

 

 




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