Aurora miró a lo lejos debatiéndose mentalmente en aceptar o no la oferta.
—Sé que vives algo lejos y ya está oscureciendo. No quisiera que caminaras sola —volvió a insistir Connor.
Ella volteó su rostro para mirarlo. ¿Cómo sabía dónde vivía? Se preguntó ella.
Aurora dudó un segundo, pensando en su casa alejada del instituto y en el largo trayecto antes de llegar. Sus instintos le decían que fuera cautelosa, pero había algo de la manera en que Connor lo decía que la hizo reconsiderar. Finalmente, aceptó la oferta.
—Está bien, gracias. Solo por hoy — respondió Aurora, tratando de mantener su tono neutral.
Connor abrió la puerta del pasajero y Aurora entró, aún algo desconfiada. El parecía relajado, pero en su interior sabía que cada paso era crucial para su objetivo.
El camino se inició en silencio. La música suave brotaba de las bocinas del coche, creando un ambiente algo íntimo. Aurora miraba por la ventana, sus pensamientos sumidos en una mezcla de cautela y curiosidad.
—Entonces —continuó Connor, rompiendo el silencio. —¿Qué te llevó a elegir ‘Cumbres Borrascosas’ para el proyecto de literatura? —no sabía de qué otra cosa podía hablar. Connor no sabía nada de ella excepto donde vivía que ya pudo averiguarlo, era el primer paso, el segundo, era averiguar su punto débil. Todos tenían uno, ella no era la excepción, se replanteó Connor
Aurora giró un poco hacia él. —Es un clásico que siempre me ha intrigado. La complejidad de los personajes y sus relaciones es fascinante.
—Eso es cierto —admitió Connor. —Aunque debo confesar que al principio me pareció un poco pesado. Pero, creo que estoy empezando a entender por qué te gusta tanto.
Aurora lo observa, aún sin poder leer completamente sus intenciones. —No es un libro fácil. Requiere paciencia —dijo ella.
Connor asintió, su mirada fija en la carretera. —Sí, y creo que eso es lo que le da su belleza. A veces, las cosas más valiosas no vienen fácilmente.
El comentario resonó en Aurora. Había algo en las palabras de Connor que la hizo sentir una ligera desconfianza, aunque ella desconfiaba de todos, su mente se mantenía alerta. El recorrido continuó entre charlas dispares y el suave sonido del motor, hasta que llegaron a la puerta de la casa de Aurora.
—Gracias por llevarme —dijo Aurora mientras recogía su mochila del asiento trasero. —Fue un gesto amable —agregó.
—De nada —respondió Connor con una sonrisa sincera, algo que Aurora notó con cierta sorpresa. —Nos vemos mañana —se despidió Connor.
Aurora sin decir mas nada volteó y se dirigió hacia la puerta de su casa. Cuando entró, no pudo evitar pensar en lo extraño que había sido el día. Connor había mostrado una faceta que ella no esperaba, y eso la dejó intrigada. Un sentimiento nuevo emergía algo difícil de describir. Mientras se preparaba para dormir se preguntaba si realmente habia juzgado mal a Connor y que lo que decían de él no era verdad. Después de todo estaba viendo a un chico totalmente diferente a lo que ella imaginaba sería.
Por su parte, Connor regresó a su casa satisfecho con su progreso. Sabía que ganar la confianza de Aurora sería complicado, pero el viaje de regreso no había sido en vano. El rostro de Aurora cuando se despidió lo dejó pensando. Tal vez, solo tal vez, esta apuesta sería más desafiante de lo que imaginaba y al mismo tiempo muy fascinante.
Al día siguiente ella desayunaba en el mesón de la cocina, mientras jugueteaba con su cereal su madre ingresó al lugar.
—Hola Aurora —saludó su madre pasando de largo para llegar a la cafetera.
—Hola, mamá —saludó con evidente desgano. Y siguió revolviendo su cereal mientras observaba de soslayo como su madre se movía con presteza preparando su desayuno antes de ir al trabajo, su madre era gerente de un centro comercial. No eran adinerados, pero le daba la suficiente posibilidad económica de pagarle a Aurora, a su única hija, un cupo en la secundaria Hilton.
—¿Todo bien? —preguntó Arella mirando a su hija mientras bebía de su taza de café.
—Ajá —respondió ella, realmente quería conversar con su madre, quería contarle sus cosas, quería tener una amiga con quién hablar, pero sabía que eso con Ariella sería muy difícil, ella no era una madre abnegada que le brindaba mucha atención a su hija. Alegando siempre su falta de tiempo.
—Mamá, mm, ¿Crees que tendrías tiempo para…? —su madre miró su reloj de muñeca.
—Es increíble cómo pasa la hora. ¡Dios! —exclamó.
—¿Qué decías, cariño? —Aurora solo agitó si cabeza negando. —Nada, descuida, hablamos en la noche, debo ir a clases.
—¿Quieres que te lleve? Al menos puedo dejarte algunas cuadras.
Aurora solo agitó su cabeza negando.
—No, descuida, puedo caminar —dijo saliendo de la cocina, tomó su mochila colocándosela en el hombro y sus libros contra su pecho.
—Adiós, Aurora —gritó Arella.
—Adiós, mamá —se despidió ella sin nada de emoción saliendo de su casa, mirando a los lados y emprender su caminata diaria hasta la secundaria.
Aurora extrañaba a su padre, sin embargo, él no lo hacía, la había abandonado y tenía otra familia, otras hijas de quien ocuparse. Aurora ya no importaba para él.
El bocinazo de un automóvil la sacó de sus pensamientos divagantes para devolverla a la realidad.
—Buenos días, Aurora, sube —ella se paralizó al oír esa voz nuevamente como un eco en su mente. No podía ser otro más que Connor.
—¿Por qué me sigues? —le reclamó ella molesta mirándolo en la ventanilla de su auto a cierta distancia.
—No lo hago, tu casa queda de camino a la mía, paso por aquí todos los días —declaró él. Era una mentira gigantesca, su casa no quedaba de camino a la de Aurora. —Anda, sube o llegarás tarde, ¿te perderás la primera clase? —él la estaba persuadiendo y para Aurora la puntualidad era crucial.
—Uy —exclamó molesta, dando un ligero zapateo y no le quedó de otra mas que subir al auto de Connor.
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Editado: 18.07.2024