Aprendices de Politicos

Capítulo 12: Rumbos nuevos, caminos turbios

 

Pasaron las horas y yo me encontraba en media noche de la ciudad con un maletín lleno de dineros. Llego al edificio en donde está mi oficina y guardo el dinero en la gaveta. El lugar está tan protegido de los narcotraficantes que nadie se atreve a venir a robar y mucho menos abrir la oficina.

 

Tomo un poco del dinero y me voy a la farmacia que trabaja veinticuatro horas para comprar unas gazas, alcohol, pastillas y usar el teléfono público con el vuelto. Inserto la moneda en la ranura y escucho el sonido común de los teléfonos.

 

— Diga

—Amor

—Jacobo, estás bien — dice entre lágrimas.

—Estoy en la farmacia cerca de mi oficina, ven por mí — digo.

 

Mientras espero a mi rescatista, compro una botella de electrolitos para poder pasarme el mal trago, creo que empeorar la situación con alcohol es buena idea, aún pasan por mi mente la cantidad de sangre que vi y presenciar un asesinato a sangre fría. 

 

30 minutos después 

 

Yoselin llega en su auto y con un botiquín de primeros auxilios.

 

—Estás bien — dice sumamente preocupada.

—Sí, ahora estoy mejor que nunca — digo.

 

Ella me sube al auto para ir a nuestro apartamento. Subir el elevador para mí fue una odisea, me sentía mareado y con ganas de vomitar, no sé si tiene que ver con el impacto de las imágenes que vi. 

 

Yoselin me mete a la tina del baño y hecha unas sales extranjeras que ayudan a mejorar la salud al inhalarlos, no sé qué clase de pendejada es esa, pero por el momento solo quiero relajarme.

 

—Amor — dice más preocupada.

—Dime — digo como puedo.

—¿Dónde mierda estuviste todos estos días?

—No quiero decirte, es algo muy traumático.

—Explícate.

 

En ese momento mi cerebro vuelve a la normalidad o comienza a producir las imágenes en palabras.

—El caimán — digo.

—¿Quién?

—Es el narco para el que trabajo o más bien el que me amenazo. Dijo que tenía que hacer un trabajo. Primero tuve que enviar la curricula para usar a los postulantes como soldados para traspasar droga y yo tuve que ir de encubierto …

—¿Qué paso Jacobo?

—Cuando teníamos todo arreglado, solo escuche disparos y un sujeto me ayudo a escapar. Alan, ese era su nombre — digo un poco triste.

—¿Cómo podemos ayudarlo?

—Solo hice lo único que podía hacer — digo casi con una lágrima de fuera.

—¿Lo mataste?

—Peor, vi como lo asesinaban. Mientras pasabas por mí hice una llamada anónima, para qué encontrarán el cadáver. Alan merece tener un entierro digno y en dónde sus familiares vean el gran hombre que es— digo llorando.

—¡Por Dios! — dice Yoselin.

 

Ella me abraza sin importar que se moje, esto sin duda alguna fue algo traumático, algo que no puedo digerir con un simple olvidarlo. Alan me salvo la vida, sacrifico su vida por rescatarme y le di la espalda. 

 

Esa noche tuve que dormir con la culpa, no podía pensar en otra cosa, los miles de posibilidades para poder salvarlo, pero en todas muero. Mi conciencia vivirá con ese peso. 

 

Una semana después ….


 

Tras varios días con la terapia de Yoselin, pudo volver a la acción. Lazaro se encargó de todo en mi ausencia y también tuve que contactar a Zarceño para saber de qué era la reunión, sus informantes sabía de mi paradero. Estar desaparecido era casi inevitable, ni mis padres se enteraron o no se dieron cuenta de mi ausencia; están acostumbrados a ella.

 

Ahora tengo que analizar la situación, esto sin duda alguna no es bueno: tengo la opción de cerrar las empresas, pero la posibilidad de morir o simplemente dejo a alguien más a cargo. Esto es tonto y necesito escuchar alguna solución o propuesta.

 

Zarceño llega a la oficina muy alegre y sin duda con una propuesta que espero me guste. 

 

—¿Cómo estás, hijo? Tu desaparición me tuvo preocupado por mucho tiempo, se llevarían a mi mejor elemento.

—Estoy bien, solo quiero olvidar. 

—Vamos hijo, cuéntame— dice Zarceño, lleno de curiosidad.

—Escuchemos la propuesta.

—Directo al grano, por eso me caes muy bien. Está bien, serás mi asesor de campaña, pero si logras colocarme en listado nacional, te propondré como mi asesor personal.

—No soy publicista y no tengo mente de político.

—Pero eres manipulador — resalta Zarceño.

—Es una cualidad — digo.

—Halago, más bien. Necesito alguien como tú, mírate has logrado lavar dinero más que nadie y tienes negocio como si fueras un empresario exitoso. Timas a la gente y aun así sigues aquí vivo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.