Miguel deja la oficina con sus lacayos y no puedo hacer nada al respecto. Lo sabía desde el primer momento que esto podría pasar, la muerte de Alan aún me atormenta, pero lo peor de todo es saber que yo tengo que quitarle la vida a un funcionario público.
Saliendo con la frente en alto y tratando de calmarme me dirijo al auto y escondo el arma en la guantera. En ese momento, mientras coloco la llave en el engranaje, tuve una idea que puede ser descabellada y ante todo que puede funcionar.
Que tal, si secuestro al diputado, puedo confabular con los guardias que lo protegen, darles un soborno y luego pedirle un puesto muy poderoso, tratar de ser el ministro de gobernación y así proteger a Yoselin de este problema. Sí, mando a matar a Miguel y el caimán se acaba mi problema. Una muy buena idea.
Enciendo el carro y me dirijo a nuestro apartamento. Antes de que finalice la jornada laboral de Yoselin utilizo la pantalla digital para planificar todo. Los guardias de seguridad que pagana Zarceño son muy bien pagados, así que el soborno sin duda debe ser pagado de la mejor forma, luego comienzo a pensar en el lugar más obvio y ante todo que no tenga comunicación con nadie, así que su oficina la mejor opción y además tendra mucho que pensar.
Después de planificar el plan, decidí ir por Yoselin al trabajo y actuar normal. Me preguntará sobre como estuvo la asesoría:
—Hola amor — dice mientras me besa.
—Hola preciosa — digo.
—¿Qué tal la asesoría?
Estuvo bien, me amenazaron y luego tengo que matar a nuestro mejor contacto político. Ya sabes lo normal.
—Estuvo bien, muy amable sujeto — digo.
—Me alegro, porque tiene al mejor asesor administrativo y sobre todo es mi esposo—dice ella muy orgullosa.
Ella se merece una revolcada de sexo muy grande. Pero ahora no es momento de pensar en ello. Dejo a Yoselin en la entrada de nuestro edificio para luego ir por Lazaro para hablar sobre este tema.
Cuando llego a tocar la puerta de su casa escucho un ruido completamente fuera de lo común, parecen gemidos y no de mujer, sino de hombre. Al abrir la puerta, Lazaro se encuentra sudando.
—Jacobo, ¿Qué haces aquí?
—Estoy buscándote para hacer una locura—digo.
—No es buen momento — dice.
—Estas con una chica — digo un poco sarcástico.
—Sí
—Amor ven aquí — dice una voz masculina.
Detrás de él puedo ver al sujeto con una bata y apuesto que estaba desnudo.
—Sabes, hay muchas formas de decir que eres gay y considero esta una de las más innecesarias y sorprendentes — digo.
—No le digas a nadie — dice Lazaro.
—De acuerdo, no tengo a quién decirle de tu secreto — digo.
Nos mantenemos en silencio por un momento.
—¿A qué viniste?
—Es correcto que uses esa palabra — digo.
—¿Qué necesitas de mí?
—Yo nada, es claro que es otro quien lo necesita —digo de forma chistosa.
—Sabes que eso puede ser homofobia — dice Lazaro.
—Es momento de escalar al siguiente nivel y necesitaré tu ayuda para hacerlo. Te prometo que esto será algo grande— digo ansioso.
—¿Tengo que preguntar?
—Miguel quiere que mate a Zarceño, pero antes le propondré ser ministro de gobernación. Tiene la influencia y contactos esenciales —digo.
—Eso es arriesgado, pero necesitarás un lugar o algo — dice.
—Sobornos a los guardias. Cortar la señal de su oficina y su teléfono por si acaso pide ayuda — digo.
—Lo harás mañana, no crees que es arriesgado— dice.
—Yo soy arriesgado hermano — digo.
Me voy del nido de amor de Lazaro y regreso a mi departamento para tratar de dormir y calmarme.
6 horas después…
Tras varias horas de sueño y dejar a Yoselin en su trabajo. Me dirijo a la oficina de Zarceño y es un lugar en donde estará acorralado. Lazaro me indico que los guardias ya están enterados y el ofrecimiento que se le da es formar parte de nuestra nueva gestión gubernativa.
El edificio de oficinas parece vacío, será que de alguna forma u otra la gente fue advertida o se enteraron de la situación. El arma está en la cintura de mi pantalón para sacarla en el mejor momento y exigirle lo necesario.
La oficina parece estar libre y sin intrusos, los guardias ya saben de qué es lo que voy a hacer. Abro la puerta y veo al diputado trabajando o haciendo como que se preocupa por el pueblo.
—Zarceño — trato de decir imponente.
—Dime hijo — dice.
Saco el arma y lo cargo.