Aprendiendo a amar

Capítulo 2

Theo

Theo, cuando leas esto estaré lejos y Sophie estará contigo. Siento descontrolar tu vida de perfecto y brillante abogado, pero es hora de que te hagas cargo de ella.

Cuando supe que estaba embarazada quise abortar, no lo hice porque mi madre no me dejó y prometió hacerse cargo de ella, y fue así desde que nació. Ella no quiso decirte sobre Sophie por miedo a que le quitaras la custodia. Tú tenías el poder y el dinero para hacerlo. Sin embargo, murió y no me quedó opción más que dejarla contigo.

No puedo ocuparme de ella y sé que tienes los recursos económicos para hacerlo. Te adjunto sus papeles, incluyendo un poder legal donde te sedo la custodia completa de ella y un permiso para hacerle una prueba de ADN que confirme que lleva tu sangre. También dejé una foto mía para que recuerdes el fin de semana que pasamos juntos después de verme bailar en club de strippers Fantasy.

Espero hagas lo correcto, algo que yo no supe hacer, y cuides bien de Sophie. No he pasado tiempo con ella, pero mi madre me ha dicho que es una niña muy brillante que puede triunfar en lo que sea con el apoyo adecuado. Espero sea de esa forma.

Suerte. Lucy Mallory.

 

Saco la foto del sobre y miro a la mujer rubia de ojos marrones oscuros que años atrás me fascinó por su forma de bailar. No la olvido porque no usé protección y me hice unos análisis después por miedo a contraer alguna enfermedad, prometiendo no volver a hacer nada sin condón.

Esto debe ser una broma.

La niña está sentada en el sofá de mi oficina comiendo el muffin que Almira le trajo. Ella parece tan tranquila con la situación, otro niño estaría asustado y llorando.

Comparto una mirada con mi asistente que se encoge de hombros y pregunta que hago. No sé qué hacer.

—Llama a la policía y a la asistente social, que se ocupen en lo que aclaro mi mente.

—Theo, esa niña perdió a su abuela y su madre no la quiere, al menos llévala a tu casa para que descanse y tenga un poco de paz. —musita en voz baja.

—No tengo idea que hacer con una niña. ¿Alguna vez me viste con un niño? Puedo ser alérgico.

Almira pone los ojos en blanco. Está bien, estoy exagerando. No esperaba que una niña apareciera de la nada y me dijera que soy su padre. Esas cosas no pasan en la vida real.

—¿Me van a mirar todo el día o decirme a donde voy a vivir? —exclama la voz infantil.

Almira enarca una ceja y ríe.

—Es tu hija, ese comentario lo comprueba.

Me levanto.

—Almira, cancela mis citas de la mañana—me siento al lado de la pequeña—. ¿Quién te trajo aquí?

—Mi mamá. Me dijo que la abuela se fue al cielo y ya no puede cuidar de mí. Mamá tampoco puede y dijo que mi padre, o sea tú—me señala con el dedo—debe hacerlo.

—Pues resulta que yo no sabía de tu existencia y no puedo hacerme cargo de ti.

Ella baja la mirada durante unos segundos y cuando la levanta algo se remueve en mi interior ante sus ojos tristes.

Aprieta con fuerza sobre su pecho el oso tuerto y roto que tiene y me mira.

—¿Y quién se hará cargo de mí? La señora gorda que da miedo que dijo que me llevaría a un orfanato.

—¿Te dijeron que te llevarían a un orfanato? —cuestiona mi asistente detrás de mí.

—Mamá dijo que ella no podía ocuparse de mí y que si mi papá no lo hacía ahí es donde iría.

—Sophie… —comienzo a decir.

—Está bien, entiendo, mi mamá no me quiere y tú tampoco. Mi abuela me quería y ya no está—se levanta—. Perdón por molestar.

Si creía que no había nada más que me dejara sorprendido, esa respuesta me ha noqueado por completo.

—¿En serio tienes seis años? —pregunto.

Sus ojos enormes me observan con detenimiento.

—Eso me dijeron. Los cumplí hace dos meses.

—¿No te molesta que tu mamá no pueda ocuparse de ti? —vuelvo a preguntar, ignorando la mirada de advertencia de mi asistente.

—No—responde sin titubear—. Ya sé que no me quiere—suspira y le sonríe a Almira—. Señora, ¿puedo comer otro muffin antes de ir al orfanato? Por favor.

No hace falta hablar con Almira para saber que está encantada con la niña y que me dejara estéril si no la llevo a mi casa.

—Claro, cariño—le brinda una sonrisa—. No irás al orfanato. Tu padre te llevará a casa.

—¿Qué? —me incorporo.

Almira le entrega a la niña lo otro muffin, lo agarra con los ojos iluminados y se sienta de nuevo para comerlo.

—Una vez mencionaste que detestabas a las personas que tenían hijos y no se hacían cargo. Siempre dijiste que era mejor no tener hijos en esos casos.

—Yo no elegí tener una hija.

—Lo hiciste cuando no te cuidaste. Si no crees que sea tu hija, hazte la prueba de ADN y la entregas a servicios sociales; hasta entonces, es tuya y estoy segura de que es tu hija, no solo por el parecido, sino porque su madre no se hubiera molestado en dejarla contigo si no fuera tu hija—me señala con el dedo acusándome—. Observando los rasgos de la niña y hablando con ella durante unos minutos, no quedan dudas de que es tu hija. Vas a ir a tu casa con ella, le darás de comer y seguridad. Me ocuparé de llamar a servicios sociales y a la policía. Puedes trabajar desde tu casa.



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En el texto hay: romance, millonario, padre e hija

Editado: 25.03.2022

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